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SCARLATTI POR HANTAÏ
Por
Ignacio Deleyto Alcalá.
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Tras su paso por algunas afamadas
agrupaciones historicistas Pierre Hantaï (que sigue con su cara de niño
travieso pese a estar cerca de los cuarenta) inició una carrera solista a
principios de los noventa que le ha situado en lo más alto del mundillo de
la música antigua. Su grabación de las Variaciones Goldberg de Bach
recibió el Premio Gramophone en 1994 y sigue siendo la referencia en
versiones al clave. Todas sus grabaciones son recibidas con entusiasmo por
la crítica y aquel que le haya escuchado alguna vez sabe que es un músico
de una técnica apabullante capaz de ejercitar todo tipo de acrobacias
sobre el teclado y dotado además de naturalidad y elegancia.
Ahora el sello MIRARE de René Martin inicia
lo que parece ser la hercúlea tarea de grabar todas las 555 sonatas de
Domenico Scarlatti al clave, proeza realizada únicamente por Scott Ross
hasta el momento. Desconocemos si la integral estará a cargo de uno o
varios músicos pero, por ahora, aquí está el primer volumen protagonizado
por Pierre Hantaï.
El instrumento elegido, un Jürgen Ammer de 1999 construido según un modelo
alemán anónimo de 1720 y de estilo similar a los claves italianos de la
época de Scarlatti, posee un registro grave resonante y poderoso y un
agudo nítido y redondo. Dada la enorme dificultad de recoger el sonido de
un clave, sorprende la calidad de la toma sonora. El responsable, Nicolas
Bartholomé, ha hecho un excelente trabajo ya que podemos percibir toda la
riqueza y corpulencia del instrumento sin que la proximidad de los
micrófonos sea molesta. También ha conseguido mantener el brillo del
sonido en niveles prudentes. El resultado es una toma natural, de sonido
algo mate y ligeramente reverberante. Así todo, recomendamos moderación
con el volumen.
La selección de las sonatas, dieciocho en total, busca el equilibrio entre
las más virtuosísticas y las más melódicas aunque haya más de las
primeras. Afortunadamente para el aficionado se incluyen la lírica K 208
de la que hablaremos más adelante y la trepidante K 141, una de las que
contiene mayores “fuegos de artificio”.
Entrando de lleno en las lecturas del músico francés, debemos reconocer su
valentía a la hora de interpretar estas endiabladas partituras a las que
se enfrenta con decisión y sin titubeos. Por lo general, adopta tempi
rápidos y muestra tal ímpetu en los ataques que en ocasiones nos parece
estar ante un enérgico Beethoven adelantado a su tiempo. Óigase, por
ejemplo, algunos de los contundentes acordes de la K 249, de la K 175 o de
la K 484. Aunque para algunos tanta fuerza (y hasta agresividad como en la
K 492) pueda resultar innecesaria, hay que reconocer que alejan el
fantasma de la complacencia que normalmente suele desembocar en monotonía.
Nadie se aburrirá con estas lecturas que combinan rigurosidad y tensión
interpretativa. Al mismo tiempo, Hantaï también hacer cantar al
instrumento en otras sonatas de mayor sosiego arrancando al instrumento un
poético y seductor sonido como en la K 199, la K 310 o la K 177 pero, eso
sí, sin sentimentalismos.
La prueba de fuego para cualquier interpretación al clave de estas
partituras es poder resistir la comparación con la ya legendaria versión
de Scott Ross. Tanto exactitud como precisión rítmica se pondrían a la
cabeza de las múltiples virtudes de este americano nacido en Pittsburgh.
Una exactitud que permitía un discurso fluido y natural y una precisión
rítmica tal que la música parecía surgir involuntaria e inevitablemente.
El caso es que si hay un clavista a la altura técnica y musical de Ross,
ese es Hantaï; sus lecturas podrán convencer más o menos pero al menos
tenemos la certeza de que llega al nivel de excelencia del americano.
La Sonata en la mayor K 208, una de
esas piezas que una vez oída ya no se olvida, es una de las cimas
interpretativas de Scott Ross por lo que la comparación se hace
obligatoria. Hantaï que tiene un instrumento posiblemente más capaz que el
de Ross adopta un tempo ligero y muestra pulsación firme, buen legato,
bellísimas ornamentaciones y trinos perfectos que coronan una versión sin
faltas. Por su parte, Ross nos brinda una lectura de contornos apolíneos,
donde todo aparece en equilibrio y armonía, de expresividad leve y
estática, irresistible e inimitable. Cualquier edificio por bien cimentado
que esté se desmoronará ante la belleza y perfección de la versión de
Scott Ross. Y es que no habido músico que llegue a la poesía que brota de
sus manos aunque Hantaï, a diferencia de otros, se acerca. En otras
sonatas, sin embargo, Hantaï ofrece versiones de un interés musical
descriptivo mayor que Ross, como en la K 141, aunque a veces su afán "por
los dedos" empañe algo la musicalidad de la pieza.
En suma, recital Scarlatti de muchos quilates que a pesar de alguna que
otra brusquedad terminará por convencer ya que su aportación al universo
sonoro de Scarlatti es considerable. Mientras tanto, no dejen de hacerse
con las versiones de Scott Ross ya que la unión Scarlatti/Scott Ross es ya
inseparable y pese a la dura competencia parece que también insuperable.
REFERENCIAS:
SCARLATTI, D: Sonatas. Vol. 1. K. 535, K. 3, K. 175, K. 208, K. 54,
K. 185, K. 248, K. 249, K. 310, K. 299, K. 484, K. 162, K. 199, K. 145, K.
142, K. 531, K. 177, K. 492. Pierre Hantaï, clave. MIRARE 9918.
Distribuido en España por Harmonia Mundi.
Página web:
www.harmoniamundi.com
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