Un remoto capricho

Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum. 

La Capricciosa Corretta o La Scuola dei Maritati. Música de Vicente Martín y Soler. Libreto de Lorenzo da Ponte. Reparto: Josep Miquel Ramón, Marguerite Krull, Yves Saelens, Enrique Baquerizo, Carlos Marín, Katia Velletaz, Raffaela Milaneso, Emiliano González-Toro. Dirección de escena: Rita de Letteriis. Dirección musical: Christophe Rousset. Orquesta Les Talens Lyriques. Teatro de la Zarzuela de Madrid, 7 al 14 de marzo de 2003. Producción del Teatro de la Zarzuela, de la Ópera de Lausanne y del Teatro de la Ópera de Bordeaux (2001). 

Vicente Martín y Soler (1754 - 1806), también conocido como Martini, fue un afamado compositor del período clásico nacido en Valencia. Triunfó en Nápoles, Venecia, Viena, Londres y San Petersburgo, donde murió estando al servicio de los zares. El propio Mozart en las Bodas de Figaro la obra de Martín y Soler titulada Una cosa rara, una pieza que junto a otras del mismo autor ha gozado de una significativa difusión en los tiempos modernos. Hace unos años pudimos ver una estupenda producción El árbol de Diana en el Teatro de la Zarzuela que el pasado mes de marzo ha presentado La Capricciosa Corretta, ópera bufa en dos actos con libreto del abate Lorenzo da Ponte, conocido por sus valiosas colaboraciones con Mozart. El argumento es un tanto enrevesado e inverosímil, producto de un encargo circunstancial resuelto con premura, pero lleno de gracia y ritmo. La historia es una sátira social en la que aparecen representadas todas las clases y condiciones: viejos y jóvenes, solteros y casados, criados, señores y burgueses. El estreno tuvo lugar en Londres, en el King's Theatre a comienzos de 1795, en plena fiebre revolucionaria. La partitura de Martín y Soler es magnífica y despliega una elevada inspiración. Las melodías son estupendas y sugestivas; se ajustan con claridad al texto italiano y aparecen teñidas de un bello colorido que los músicos de la orquesta de Les Talens Lyriques realzan con sus instrumentos de época. La partitura responde a la moda de aquellos convulsos años pero tiene un particular sabor. Los cantantes hacen buena labor, poniendo más agilidad que potencia en la ejecución de unos recitativos vertiginosos, con una dicción comprensible. El maestro Christophe Rousset dirige con garbo esta música que él mismo se ha encargado de exhumar y preparar en una edición moderna. La puesta en escena es austera y fea, dos cosas que no tienen necesariamente que coincidir. La plástica del espectáculo resulta muy decepcionante a causa de una escenografía y de una iluminación deslucidas. Aún así, la propuesta despertó interés y seguramente hubiera merecido algo más que cuatro funciones, para dejar correr el boca a boca que tanto decide en los teatros de la corte. El público, familiarizado con este estilo antes que con otros más pretéritos, aplaudió gustoso la indiscutible calidad de la pieza y el trabajo musical de los artistas.