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Número 4º - Mayo 2000


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LA SECCIÓN DEL APÓCRIFO

Por Antonio Pérez Vázquez

En mi artículo anterior les relaté lo que fue para mi ir por primera vez a un concierto de música clásica. Desde entonces hasta ahora ha llovido bastante, ya estoy familiarizado con el entorno y no me siento tan "extraño" dentro del teatro. Una de las cosas que ha mejorado, si cabe, es la estancia en el paraíso, que tiene unas cualidades que hacen justicia a su nombre. De hecho, a veces me pregunto por qué es la zona donde cuestan más baratas las entradas. El caso es que ya le tengo cogido el tranquillo a una zona que ya considero prácticamente mía donde se ve y escucha todo divinamente (paraíso, divinamente,... ¿lo van pillando?).

Podría decirse que estoy llegando a mi madurez musical, afirmación que puede no ser cierta pero que yo considero como tal.

Una muestra de esa relativa "madurez" fue el concierto que presencié hace poco de un famosísimo pianista español llamado Joaquín Achúcarro. Con él de solista la orquesta parecía tocar mejor (mejor en la escala apócrifa, no se olviden). El fragmento que quedará para siempre guardado en mi memoria será el que contiene el concierto para piano nº2 de Sergei Rachmaninov (he copiado el nombre del programa de aquella noche). El caso es que es una pieza que se ha podido oír en multitud de ocasiones como banda sonora de algunas películas. A pesar de estar más o menos familiarizado con lo que me iba a encontrar fui gratamente sorprendido por el resultado que presencié. Me sentí como si fuera la primera vez que iba a un concierto (a mi anterior artículo me remito).

Dejando a un lado el momento de la función hay algo más que hace especial para mi este concierto conocí personalmente al pianista solista.

Mientras le realizaban la entrevista al maestro yo me mantuve a la escucha (quién sabe lo que hubiera sucedido si llego a abrir la boca). Durante la entrevista, se podía percibir con toda claridad la cantidad de música y amor por ella que había en la habitación. Toda una vida dedicada a "dar" al publico (como el mismo afirma). Podría decirse, hablando en términos geológicos, que en una misma habitación se encontraba la cumbre del Everest y la sima oceánica más profunda que exista en el fondo marino.

Ese momento quedará como una fotografía en mi memoria (y van dos, entre el concierto y la foto me voy a quedar sin nada de memoria).

Tras la entrevista cambiamos impresiones (entre apócrifo y músicos) sobre lo que nos había parecido la experiencia. Todos coincidimos en lo mismo una gran persona. Y este aspecto sobresalía muy por encima de lo que supiera sobre música.

A veces me siento limitado cuando me veo rodeado por gente que "entiende" de música. No puedo seguir el hilo de la conversación y me siento más perdido que Anelka en un partido del Madrid (cosas de apócrifo). Pero tras la entrevista llegué a la conclusión de que la música no nos separa o aísla, la música nos une y nos hace mejores. Puede que suene pedante y hasta utópico, pero es lo que sentí en aquel momento. Es una sensación que tardará bastante tiempo en desaparecer.

Ya sé que lo dije en mi anterior artículo, pero es que no me canso de recomendar a todo el mundo que vaya a "ver" música clásica en directo si tiene la oportunidad.

NOTA: Vuelvo a repetir que el teatro no me da ningún tipo de remuneración por esta recomendación. Pero quiero que sepan que estoy abierto a cualquier tipo de sugerencia. Ya saben donde encontrarme.