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CARTA ABIERTA SOBRE LA PROBLEMÁTICA DE LOS PIANISTAS ACOMPAÑANTES
Por Salvador Daza Palacios. Profesor de Repertorio del Conserv. Sup. de Música de Sevilla. Llegan a mis oídos noticias de que quieren retroceder a los viejos tiempos y devolver a los antiguos Pianistas Acompañantes (hoy día profesores de Repertorio con Pianista acompañante) a ser “sirvientes” de otros profesores, con todo lo que eso conlleva para un colectivo de profesionales que venimos luchando desde hace muchos a os por reivindicar nuestro trabajo en igualdad de condiciones con los demás. Les puedo asegurar que, aquí en Sevilla, la experiencia de los dos últimos cursos ha resultado un completo éxito. Los profesores que estamos impartiendo las clases de “Repertorio” tenemos nuestros alumnos, les montamos las obras, damos audiciones con ellos, le insistimos continuamente para mejorar su afinación, les aconsejamos sobre el estilo camerístico y sobre el papel del solista con orquesta, etc. Todo lo cual no obsta para que estemos en contacto permanente con los respectivos profesores de cada uno de los instrumentos y tengamos sesiones conjuntas con los alumnos, pues de lo que se trata es de trabajar coordinadamente, pero sin que eso suponga una pérdida de autonomía del profesor de Repertorio, que se merece tener su Aula propia, sus propios alumnos, y su CONTACTO DIRECTO con ellos, en igualdad de condiciones con los demás profesores. Y me cuesta trabajo entender por qué algunas personas, especialmente otros profesores (incluidos los de Piano) se empeñan en relegarnos a un papel simplemente secundario o subsidiario, y nos tienen en cierta manera un tipo de desprecio o desconsideración a todas luces injustificado o injustificable. Mi ruego es que hagan todos los esfuerzos que estén en sus manos por apoyar nuestro trabajo. El papel de los Pianistas Acompañantes es, en la Historia de los Conservatorios de este país, un papel relativamente reciente, una de las últimas incorporaciones al Cuerpo de Profesores de Música como tales. Tenemos pues un retraso histórico con las demás especialidades, pero no por eso debieran condenarnos al ostracismo e impedir que progresemos en nuestra labor. Eso sería oponerse al Progreso y a la Innovación necesarias en todo sistema Educativo. Recuerden que, por ejemplo, a los instrumentistas de viento, durante muchísimos años, se les negó el derecho a ostentar una Cátedra, que sólo podía obtener violinistas, pianistas o cantantes (la “élite” de la música del S. XIX). No permitan que se siga cometiendo esa misma injusticia con otros colectivos y especialidades musicales, pues creo honradamente que todos tenemos nuestro perfecto Derecho a mejorar y a ser considerados en igualdad de condiciones que los demás, como en su día exigieron los flautistas, clarinetistas, o, incluso más recientemente, los percusionistas, pues ya me dirán si un profesor de Percusión no se merecía también una Cátedra como todos los demás, algo que consiguieron muchos a os más tarde que los profesores de viento. Creo, sinceramente, que todos los que impartimos docencia en el Conservatorio Superior debemos gozar de los complementos retributivos acordes con la Enseñanza Superior, sin que existan discriminaciones de ningún tipo. Si no, ¿por qué ir destinado a un Conservatorio Superior cuando en un Profesional las obras son más asequibles y los alumnos menos exigentes? ¿No creen que el impartir clases en el Conservatorio Superior debe gozar de un incentivo económico apropiado? Si no ¿para qué se ha hecho la separación de los grados? Podríamos haber seguido como estábamos y todos tan contentos, ¿no? Las leyes no cubren los vacíos que tenemos en la Enseñanza Musical. Pero para eso estamos los que nos dedicamos a ello y, especialmente, los que dirigen conservatorios y tienen capacidad de decisión sobre asuntos docentes. No es de recibo que uno se ampare en cierto vacío legal para negar el pan y la sal a quienes, pudiendo mejorar sus condiciones laborales y su autoestima profesional, se les condena a trabajar como si fuesen subordinados, como si no tuviesen criterio propio, como si no fuesen ESPECIALISTAS de su materia (Repertorio, es decir, que conoce perfectamente y “tiene en dedos” las obras más frecuentes de cada uno de los Instrumentos o de Canto, ya sean obras de orquesta en reducción para piano, ya sean obras de cámara, de tríos, óperas, oratorios, zarzuelas, lieder, etc, etc, ) Nuestro trabajo es uno de los más difíciles y complicados de todo el Conservatorio. Esto no lo digo gratuitamente. Lo sé por propia experiencia, tras más de 19 años de labor docente en el mismo centro y en la misma especialidad. Cualquiera que conozca mínimamente nuestra misión, sabe lo difícil que resulta adaptarse a cada uno de los alumnos, a los diferentes estilos, a los distintos instrumentos, a tocar determinadas obras en reducción de piano que serían intocables para muchos pianistas (los que tratan de tocar “todas las notas” escritas en la partitura, cuando, la mayor parte de las veces las reducciones para piano son más bien “guías orquestales” que obras “pianísticas”). Los que han seguido de cerca nuestra labor, ya digo, aprecian bien nuestro papel y nuestro servicio, pues somos de los pocos (si no los únicos) profesores del Conservatorio que TOCAMOS CON LOS ALUMNOS Y QUE SE NOS OBLIGA A TENER CONSTANTEMENTE UN REPERTORIO MONTADO, QUE PUEDE ALCANZAR MÁS DE TRESCIENTAS OBRAS. Nos vemos obligados en muchas ocasiones, en audiciones, en conciertos, en clases colectivas, a “dar la cara” no solo como profesores sino como MÚSICOS PROFESIONALES. Ejercemos pues una DOBLE ACTIVIDAD, pues impartimos docencia en cada una de nuestras sesiones de trabajo, y, además, trabajamos como concertistas públicamente, pues estamos siempre dispuestos a exponer al público nuestro trabajo y nuestro buen hacer. Algo que, sin duda, nadie les exige a los restantes profesores y catedráticos, que, como bien sabrán, hay algunos que desde hace años no dan un concierto ni para su propia familia. Bien es verdad que entre nosotros —a diferencia del Conservatorio Superior de Madrid, en el que los Pianistas Acompañantes (ahora Profesores de Repertorio según el RD 989/2000) tienen un Departamento propio y sus plazas salen convocadas en el Concurso de Traslados— no hay “grandes nombres” del Acompañamiento vocal o camerístico. Bien es verdad que quizás en algún caso concreto, los que ejercen nuestra actividad no tienen la capacidad que sería deseable Ello se debe, sin duda, al largo tiempo que requiere que un Acompañante "monte" y madure un Repertorio extenso y conozca bien las obras más frecuentes, una materia que, por desgracia no se estudia dentro de la especialidad de Piano, en la cual no se ha ofrecido hasta ahora la posibilidad de dedicarse al "Acompañamiento pianístico". Bien, pero díganme algún colectivo de otras especialidades en las que no ocurra eso. También habría que decir que, probablemente, si los Pianistas acompañantes tuviesen una consideración laboral equiparable a los Catedráticos de Piano, muchos se darían tortas por alcanzar una de estas plazas, y quizás así el nivel “artístico” o “docente” del Colectivo tuviese más importancia para algunos que ahora, en la situación actual, no parece tener ni considerar. Por otra parte, en cuanto a la política de personal de la Consejería, nada más parecido a la Torre de Babel. Nadie se entera de nada y aprovechan cualquier situación de discrepancia entre nosotros para cortar por lo sano o para negar cualquier iniciativa que no venga de Madrid. Por eso les decía que somos nosotros los que debiéramos llevar las riendas de un mayor progreso y renovación en esta maquinaria oxidada que es la Administración educativa. La injusticia que cometió la Consejería el pasado curso con mi compañera Eva Molina y conmigo no tiene precedentes, pues tras estar un año en comisión de Servicios como catedráticos, el pasado curso se nos negó tal condición, aún a pesar de habernos prorrogado el nombramiento de la comisión del pasado año. Y aún a pesar de habernos nombrado como miembros del Tribunal que debía juzgar las pruebas para admitir nuevos Pianistas acompañantes, tanto funcionarios como interinos, en el pasado mes de Julio 2002. Nos condenan a formar parte de una lista como “Puesto Docente singular o específico” al igual que los cocineros, reposteros, logopedas y foniatras. Como si fuésemos los bichos más raros de la Enseñanza Musical. ¿Le parece esto justo y acorde con la realidad? ¿Tiene esto alguna lógica, por mínima que sea? ¿No tenemos derecho a que se nos considere como profesores NORMALES del Conservatorio Superior de Música, al igual que los Profesores de Piano Complementario o de Música de Cámara? ¿Qué tiene de singular o específico el Repertorio con Pianista Acompañante que no tenga la Música de Cámara o el Piano Complementario? No les canso más. Espero que recapaciten sobre su postura y no nos nieguen nuestro progreso como profesionales de la Enseñanza. Nos merecemos un respeto un aprecio por parte de todos nuestros compañeros y esperamos de ellos los más generosos favores, pues nuestra dedicación y amor por lo que hacemos y por cómo lo hacemos, lo exigen. Les saludo muy cordialmente y confío esperanzado en los tiempos futuros nos traigan ideas innovadoras para mejorar la Enseñanza Musical en Andalucía, que es, sin duda de lo que se trata. Muy atentamente,
SALVADOR DAZA PALACIOS
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