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Número 41º - Junio 2.003


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REFULGENTE METAL

 

Sevilla, Teatro de la Maestranza. Temporada de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. 31 de mayo. Javier Perianes, piano. Stephen Barlow, director. Obras de Wagner, Scriabin y Walton. 7 de junio. Escolanía de Los Palacios. Coro de la A. A. del Teatro de la Maestranza. Jadwiga Rappé, contralto. John Neschling, director. Obras de Mahler.

Por Fernando López Vargas-Machuca.

 

Hace cinco años, Javier Perianes (Nerva, Huelva, 1978) debutaba con la Sinfónica de Sevilla ofreciendo nada menos que el dificilísimo Concierto para piano de Schumann. A finales del pasado mes de mayo ofrecía con la misma formación la obra homónima de Scriabin. Entre medias, un asombroso proceso de maduración: el que transforma una gran promesa en una realidad refulgente como el más preciado metal. De sus interpretaciones asombra su sonido poderoso e incisivo, también lo hace la claridad de ejecución, pero lo que le convierte en un gran pianista es, a nuestro juicio, su asombrosa concentración interior para administrar tensiones.

Semejante virtud la puso bien de manifiesto en el particularmente desolado Nocturno de Chopin ofrecido como propina, en el que además hizo gala de su inteligente renuncia a cualquier tipo de concesión al sentimentalismo o a la mera belleza sonora. Es el suyo un pianismo intelectual -pero en absoluto frío- y de altas miras que, habiendo alcanzado ya la madurez, va de camino a convertirse en uno de los referentes del piano español del siglo XXI. Los calurosos aplausos -del público y la orquesta- estuvieron merecidísimos.

Dirigía a la ROSS Stephen Barlow, a quien ya habíamos escuchado en la espléndida Elektra de la anterior temporada. No convenció en el Preludio y Muerte de Isolda de la famosa creación wagneriana, ofreciendo una lectura bien sonada pero en exceso contemplativa, ayuna de tensión y -por ende- de carga pasional, amén de ajena al lenguaje. Resultó mucho más convincente Scriabin, contribuyendo a realzar lo mejor de su irregular escritura y atendiendo minuciosamente a la labor del solista, a quien abrazó muy afectuosamente al terminar su intervención.

Brillante la segunda parte del programa. La Primera Sinfonía de William Walton no es seguramente una obra maestra, y a todas luces queda en lo estilístico -tan deudora de Sibelius- descolgada de la vanguardia de la época. Sin embargo su escritura tiene fuerza, garra, resultando su audición todo un placer si se encuentra tan magníficamente interpretada. Sorprendió disfrutar de brillantez y seguridad en la tantas veces decepcionante sección de metales, que a la semana siguiente estaría igualmente formidable nada menos que en la Tercera Sinfonía de Mahler, que se ponía por primera vez en los atriles de la ROSS.

Para levantar tan deslavazada partitura -de lo más flojo del autor de La canción de la Tierra, a pesar de sus hallazgos- se contó con la batuta del brasileño John Neschling, sobrino-nieto nada nada menos que del mismísimo Schoenberg (y de paso del mítico director Arthur Bodanzky). Exceptuando un rápido y superficial quinto movimiento, fue la suya una espléndida lectura, caracterizada por la sobriedad y la renuncia a cualquier exceso. Para entendernos: más cercana al clasicismo de Abbado y a la objetividad de Haitink antes que al expresionismo de Horenstein o al frenesí dionisíaco de Bernstein, por citar a cuatro fabulosos intérpretes de la obra. Un lujo contar con la voz de la muy discográfica Jadwiga Rappé, y solvente labor de los coros locales congregados. Gran rendimiento de la ROSS y sus solistas (aunque alguno, no precisamente secundario, sigue dejando mucho que desear). Y repetimos: fabulosa la sección de metales, tan decisiva en esta página. Ojalá siga así por mucho tiempo.

 

 

Página de la ROSS (incluye próxima temporada): www.rossevilla.com