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IDOMENEO EN OVIEDO
Oviedo, Teatro
Campoamor. 24 de septiembre de 2003. Mozart: Idomeneo, Re di Creta.
R. Blake, L. Casariego, A. Nebot, C. Remigio, J. Cabero, J. Plazaola, D.
Menéndez.
Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA), Coro de la
Asociación Asturiana de Amigos de la Ópera, Dir. musical: E. Hull. Dir. de
escena: E. Sagi.
Para el estreno de la temporada 2003-2004, el Teatro
Campoamor eligió un título de Mozart, un autor cuya inclusión habitual en
los programas del coliseo ovetense levantó hace unos años una polémica que
vista hoy parece absurda. Tras La Flauta Mágica con motivo del
bicentenario de la muerte de Mozart (1991), siguieron El rapto en el
serrallo en 1995, Don Giovanni en 1996, Las Bodas de
Fígaro en 1997, Così fan tutte en 1998 y tras un paréntesis
de cinco años, ha subido a la escena el Idomeneo, Rey de Creta.
En este Idomeneo el "plato fuerte" consistía en la presencia en
el papel titular de una figura como el tenor norteamericano Rockwell Blake,
uno de los protagonistas de la recuperación del repertorio belcantista en
las últimas décadas, especialmente en Rossini (puede recordarse su
grabación de La Donna del lago dirigida por Muti). Blake no posee
una voz precisamente agradable, y los agudos de sus arias distan de
salirle impecables; sin embargo, acomete todo lo escrito en la partitura
con una bravura que le hizo ganarse al público, recibiendo una ovación su
aria del acto 2 "Fuor del mar". Fue, sin duda, uno de los grandes
triunfadores de la noche.
El resto del reparto estuvo también en general a buena altura. La mezzo
ovetense Lola Casariego volvió a demostrar su profesionalidad a toda
prueba, esta vez en el papel masculino de Idamante; Carmela Remigio sirvió
a Elettra con un enorme caudal de voz, quizás le faltara algo de dulzura
en el personaje que quedó un punto dramático, pero con todo, su actuación
fue irreprochable. Lo que, por desgracia, no se puede decir de Ana Nebot,
que como Ilia se mostró muy insuficiente: y es una lástima, porque su
parte tiene los momentos más bellos de la obra, como son las arias "Se il
padre perdei" y, sobre todo, "Zefiretti lusinghieri". Entre los
secundarios, cumplieron Joan Cabero como Arbace, Jon Plazaola como el Gran
Sacerdote y David Menéndez como "La Voz". El coro estuvo a magnífico
nivel, y la dirección de Eric Hull al frente de la OSPA fue eficaz.
La puesta en escena, a cargo de Emilio Sagi, mezclaba atuendos de la
Grecia Clásica con otros de la época de Mozart; debe destacarse en ella un
detalle especialmente logrado, la utilización del láser para la
representación de lo sobrenatural (el monstruo marino y la voz que habla
"desde las alturas" al final de la ópera). Es en esos momentos cuando el
argumento de la obra muestra más su endeblez y puede resultar ridículo
para un oyente actual, y la solución fue un holograma que representaba un
abismo marino, y que me recordó a como se representa el "agujero en el
tiempo" en la película El final de la cuenta atrás. Así el
elemento sobrenatural quedaba en escena plenamente creíble, ayudando al
éxito de esta función, que sin duda dejará un buen recuerdo en quienes la
presenciaron.
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