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Número 45º - Octubre 2.003


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RETORNO TRIUNFAL

 

Barcelona, Gran Teatro del Liceo. 6 de Octubre. Thomasi: Hamlet. Simon Keenlyside, Natalie Dessay, Béatrice Uria-Monzon, Alain Vernhes, Daniil Shtoda, Markus Hollop, Gustavo Peña, Lluís Sintes, Celestino Varela, Joan Martín-Royo, Francesc Garrigosa. Coro y Orquesta Sinfónica del Gran Teatro del Liceo. Bertrand de Billy, director musical. Patrice Courier y Moshe Leiser, directores de escena. Producción del Gran Teatro de Ginebra.

Por Bardolfo.

        Triunfal puede considerarse el retorno al Liceo de este Hamlet de Ambroise Thomas, popularísimo a finales del siglo XIX y comienzos del XX, olvidado después y recientemente recuperado gracias a una serie de intérpretes destacados que encuentran en la partitura las páginas de lucimiento que antaño reportaran grandes ovaciones a cantantes como Titta Ruffo o Mercedes Capsir: el brindis de Hamlet y la escena de la locura de Ophélie son los momentos más célebres de una interesante obra que, sin ser en absoluto una pieza maestra, sí puede considerarse un importante ejemplo de grand-opéra a la francesa y que, en determinados momentos más inspirados que los ya citados, señala un camino precursor del impresionismo musical que eclosionaría más tarde en el país vecino: la primera aparición del espectro del padre de Hamlet, con su orquestación evocadora y fantasmagórica, es un buen ejemplo de ello.

        Thomas realiza numerosos cambios en la pieza original de Shakespeare, centrando su mirada en el trío Hamlet-Ophélie-Gertrude, eliminando personajes, simplificando la compleja trama, trivializando en suma ese monumento que es la tragedia del británico, a quien traiciona notablemente dejando vivo y reinante al protagonista tras consumar su venganza (aunque para el estreno en Covent Garden aceptó matar a su protagonista). Una serie de cambios lógicos en la fecha de composición, y que buscan sobre todo el aplauso del público burgués al que iba destinada la obra. Olvidando el original, no cabe duda de que el drama funciona aceptablemente, trazando un príncipe taciturno y frío, una enamorada sensible e inocente y una madre culpable y atormentada. 

        Para que este terceto funcione se necesitan artistas de primera fila, que compensen las libertades tomadas por el compositor y sus libretistas. No cabe duda de que el Liceo los ha reunido para esta producción, mejorando el reparto que ya ofreciera la obra en el Covent Garden londinense hace unos meses con la incorporación de la torrencial Béatrice Uria-Monzon, de canto enérgico y apasionado y hermosa presencia escénica como la reina Gertrude, el elegante Alain Vernhes como un regio Claudius (algo gastado vocalmente) y el joven Daniil Shtoda como un Laertes de hermosa y bien timbrada voz, quizás algo fuera de estilo por su tendencia al canto abierto. Bien los secundarios, aunque le hemos escuchado mejores noches a Francesc Garrigosa.

        De todos modos, en la obra la parte del león se la llevan Ophélie y Hamlet. Para la primera se contó con una de las estrellas actuales del firmamento operístico, la francesa Natalie Dessay, auténtica voz ligera, perfecta de afinación, dominadora del legato y la coloratura, y cuya frágil presencia era idónea para el personaje. Interrumpió un buen rato la representación tras una extraordinaria escena de locura (puro virtuosismo) y en el recitativo final demostró que es también capaz de aportar sentimiento a su canto, con un canto morente para retratar el final de la desdichada Ophélie.

        Barítono lírico de hermosa voz, Simon Keenlyside es pura perfección en el papel del atribulado príncipe de Dinamarca: su aspecto serio y reservado y su físico enjuto son esenciales para trasmitir la confusión del hijo del rey asesinado, y su labor actoral todo un éxito, tanto en los momentos más meditativos como en la espectacular escena del banquete. Su canto matizado y de perfecta dicción francesa contribuye a redondear un retrato difícil de igualar hoy día. Si su labor durante la función fue menos aplaudida (sus páginas no son tan espectaculares como las de su compañera, a excepción del brindis, difícil de interrumpir por cierto), hay que tomar nota del inmenso aplauso con que fue acogido en los saludos finales.

        La producción de Ginebra, que quizás sea la única existente de este título hoy en día, funcionó con corrección. Una puesta en escena muy estilizada, a base de paneles móviles, y un vestuario sobrio y apagado, como corresponde a la triste corte de Elsinor, junto con una iluminación muy lograda, realizaron el milagro de una grand-ópera sin excesos escénicos. A ello ayudó la eliminación del ballet y de un par de coros superfluos que centraron más la atención en el drama. Bien dirigida la orquesta por Bertrand de Billy y estupenda la actuación del coro. Como dijimos arriba, un retorno triunfal el del héroe de Shakespeare-Thomas.

 

         Página del Gran Teatro del Liceo: http://www.liceubarcelona.com