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LA GRISELDA DE ALESSANDRO SCARLATTI
Por Ignacio
Deleyto Alcalá. Lee su
Curriculum.
Pocos directores de la esfera barroca gozan del prestigio de René Jacobs.
Sus frecuentes apariciones en festivales y teatros europeos, sus versiones
vitalistas y dramáticas generalmente bendecidas por la crítica, su acierto
al asignar papeles, su habilidad al combinar lo conocido con lo ignoto y
el importante apoyo de Harmonia Mundi son algunos de los factores que le
han catapultado a la posición que ostenta hoy en día. Su última
contribución no parece ser la excepción.
Con atinado sentido de la historia de la ópera, Jacobs nos ha llevado de
Alemania a Italia. Tras la recuperación del Croesus (1710) de
Reinhard Keiser, uno de los primeros compositores de ópera alemanes, ahora
es el turno para la Griselda (1721) de Alessandro Scarlatti, que
junto a Steffani y Stradella, es una de las figuras claves de la Italia
musical de finales del XVII y comienzos del XVIII. Scarlatti, padre del
más conocido Domenico, con sus más de seiscientas cantatas y setenta
óperas amén de un buen número de obras orquestales, está considerado el
fundador del estilo napolitano y en su día fue uno de los autores de ópera
más reconocidos en Europa.
Es, por ello, motivo de satisfacción el lanzamiento de su Griselda
en condiciones ideales ya que permitirá valorar su creatividad e
influencia en compositores posteriores. Griselda -última ópera del
compositor- fue estrenada en Roma en 1721 y sólo subió a escena una vez;
mal comienzo para una obra de indudable interés que salvo alguna
reposición el siglo pasado ha permanecido en la oscuridad hasta ahora (Mirella
Freni ha sido su mayor defensora).
Tras su paso por varios escenarios
europeos como Berlín y París, la versión de Jacobs recibe ahora su primera
grabación en estudio sin apenas cortes. La obra, que dura en esta versión
unas tres horas, es un buen ejemplo del concepto dramático de las arias,
la evolución de los recitativos y la importancia de la orquesta. Contiene
gran cantidad de arias, varios duetos, un trío, un cuarteto y un coro
final. Todo ello salpicado por algún que otro interludio orquestal y
muchos y largos recitativos. A modo de ejemplo, el último, previo al coro
final, dura más de nueve minutos. La orquesta incluye una cuerda
considerable además de flautas, oboes, trompas y trompetas. El bajo
continuo está a cargo de clave, órgano, laúd, violonchelo y un discreto
fagot.
Scarlatti estrenó su obra con castrados en todos los papeles femeninos.
Jacobs elige aquí a un contratenor para el papel del rey y asigna los
cuatro papeles femeninos a mujeres. La obra contiene música de primer
orden, con arias de gran belleza y variedad que tras varias escuchas
resultan lo bastante originales como para gozar de identidad propia. Sin
embargo, estamos seguros de que si hiciéramos una escucha a ciegas, muchos
pensarían que están ante una ópera de Handel. Hay que recordar, no
obstante, que Scarlatti es anterior a Handel; el sajón le conoció
personalmente y pudo escuchar alguna de sus óperas durante sus estancias
en Italia.
El argumento es largo y complicado. El rey Gualtiero se enamora y casa con
una pastora, Griselda, cosa que no gusta nada en la corte y además, por si
esto fuera poco, tiene una hija con ella a la que debe esconder para
evitar males mayores. El caso es que pasado un tiempo y amenazado por una
nueva insurrección, Gualtiero anuncia que renunciará a Griselda y promete
casarse con otra que no es sino su hija, Constanza, la cual desconoce sus
orígenes. Entre tanto, el rey hace pasar a la protagonista por pruebas y
humillaciones. Tras alguna intriga y sucesos varios, Griselda, siempre
fiel a Gualtiero, rechaza a su nuevo pretendiente, Ottone, que gozando del
beneplácito del rey trata de conseguirla a cualquier precio. Sin embargo,
Griselda prefiere la muerte antes que unirse a otro. Finalmente y, como
mandan los cánones, todo se aclara. Ottone confiesa sus intrigas, el rey
reconoce sus errores, Constanza se casa con otro, el pueblo reconoce a
Griselda y triunfan el amor y la fidelidad.
Jacobs ha reunido un reparto absolutamente imbatible que se convierte en
la principal razón para comprar este disco. Tanto el magnífico Lawrence
Zazzo como Dorothea Röschmann en los papeles protagonistas no pueden
servir mejor a la partitura. El americano posee un instrumento flexible,
ágil y bien entonado. Lo mismo sabe ser arrogante y cruel como en
‘Vorresti col tuo pianto’ como mostrarse arrepentido y tierno en ‘Ho in
seno duo fiammelle’, una de las arias más bellas de toda la obra con un
delicado juego entre flautas y oboes. Zazzo adorna la sección da capo
de modo ensoñador y evanescente (aquí recuerda a James Bowman en sus
mejores tiempos). La soprano alemana demuestra penetración en el papel,
maleabilidad para describir los diferentes estados de ánimo de su
personaje lo cual unido a sus reconocidas cualidades vocales la convierten
en la heroína ideal. Su aria ‘Mi rivedi, o selva ombrosa’, que abre el
segundo acto, es de gran factura: Röschmann transmite idealmente el
conflicto que asola a Griselda cuando tras ser repudiada por el rey debe
volver a sus humildes orígenes. De igual modo, su posterior aria 'Finirà,
barbara sorte' (precedida de un bellísimo recitativo) es un buen ejemplo
de un canto sincero y sentido.
Veronica Cangemi sabe ser dulce y expresiva (‘Bel labbro’) y muestra
facilidad en la coloratura en arias como 'Godi, bell' alma' en la que
tiene ocasión de lucir su instrumento y hacer alguna que otra acrobacia.
Silvia Tro Santafé es todo un descubrimiento. Da en el blanco en su
caracterización de Ottone y muestra un instrumento bien educado y un gran
sentido dramático (‘Bellezze spietate’). Madurez interpretativa y
sensibilidad musical saltan a la vista. Escúchese, por ejemplo, el
sensacional comienzo de ‘Mi dimostra il tuo bel dono’. Esta valenciana de
curiosos apellidos está subiendo como la espuma, su siguiente cita es el
Barbican londinense en el Xerxes de Handel con William
Christie. Poco se puede decir a estas alturas de Bernarda Fink. Como
siempre, la argentina da toda una lección de canto expresivo y buen hacer
(‘Amanti, che piangete’). Kobie Van Rensburg, en su modesto papel, pone la
guinda a este reparto.
Jacobs reúne musicalidad y
dramatismo en su contrastada dirección. Presta especial atención a los
recitativos que así todo resultan algo pesados por la longitud apuntada y
extrae de la orquesta alemana un sonido agreste, carnoso y compacto que
contribuye a la homogeneidad de la versión. Potente y contundente la
magnífica obertura.
En definitiva, versión redonda para una obra desconocida pero de indudable
interés que supone un nuevo triunfo para René Jacobs en su ya largo
palmarés como director de orquesta. Enhorabuena también a Harmonia Mundi
por su cuidada e impecable presentación.
REFERENCIAS:
A. SCARLATTI: Griselda Dorothea
Röschmann, soprano. Lawrence Zazzo, contratenor. Veronica Cangemi,
soprano. Bernarda Fink, mezzo. Silvia Tro Santafé, mezzo. Kobie van
Rensburg, tenor. Akademie für Alte Musik Berlin. René Jacobs, director.
HMC 901805.07. 3 CDs.
Página web:
www.harmoniamundi.com
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