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¡CHAPEAU!
Por
Rubén Flórez
Bande
Estamos en el año
Prokofiev, por si aún no se han dado cuenta. Cincuenta años después de su
muerte. Y las discográficas, cómo no, aprovechan el tirón para sacar
nuevas grabaciones y reediciones. La Philips le rinde un pequeño
"homenaje" al compositor ruso, con su director estrella (también ruso),
Valery Gergiev.
Este disco incluye la Suite Escita Op.20 y la colosal cantata
Alexander Nevsky Op.78, esta última grabada en el concierto inaugural
del Primer Festival de Pascua de Moscú.
La Suite Escita (1915) concebida primero como ballet, para los
Ballets Rusos de Diaghilev, con el nombre de "Ala y Lolly" fue
rechazada por el empresario ruso al considerarla muy "revolucionaria", al
estilo del por aquella época "moderno" Stravinsky y es que, claro está,
aun escocían las heridas del estreno de la Consagración de la
Primavera. Prokofiev finalmente decidió darle la forma de suite, que
es como se interpreta actualmente.
La lectura de Gergiev es puro salvajismo. Muy cuidadoso con los
instrumentos de metal y la gran "artillería" de percusión que requiere
esta partitura, ya que son los que llevan la voz cantante. No juega, como
hace Abbado, con las sutilezas tímbricas, Gergiev va a la raíz rusa de las
obras, a la raíz de esa leyenda "bárbara". Una lectura muy clara y
contundente... quizás demasiado.
El plato fuerte del disco es el Alexander Nevsky (1939),
posiblemente una de las grandes obras sinfónico-corales del siglo XX. Esta
obra fue escrita para la película de Einsestein del mismo título donde se
narra la biografía épica de este Gran Duque de Rusia, que después sería
santificado por la iglesia ortodoxa.
Posiblemente nos encontremos ante una de las lecturas más acertadas de
esta partitura. Gergiev, al igual que en la Suite Escita, nos
lleva a las raíces, a los sonidos "ásperos", a ese sonido ruso que tanto
se añoraba desde la muerte de los Mravinsky, Kondrashin... pero con cierta
"finura": no se oyen los metales fríos, las cuerdas bastas de antaño. Es
un sonido ruso, pero al estilo europeo. Quizás peque Gergiev de no
resaltar las influencias de otros compositores, como Mahler en "La batalla
sobre el hielo", sino que se mantiene fiel a la "sonoridad Prokofiev".
Mima todos los detalles de las cuerdas, perfectamente compactas, los
metales empastados, majestuosos, pero sin estridencias, las maderas nunca
se han oído tan bien en una grabación de esta obra (quizás en Abbado).
Se oyen detalles nuevos, como juegos de las maderas con la percusión (como
en la "Canción de Nevsky") o ciertos rallentandos en algunos pasajes en
los que los directores suelen desmelenarse, sobre todo en la "La batalla
sobre el hielo", y ese es otro detalle a destacar: si bien he dicho que
esto suena a ruso, a raza, a rudo, sin embargo Gergiev no se desmelena,
todos los fortes están perfectamente pensados, en su sitio, sin una "f" de
más. Igual pasa con los desgarros orquestales pefectamente medidos,
incluso los chillidos están "suavizados", no en el sentido de suaves, sino
que el coro no se desgañita, se entiende perfectamente lo que cantan. El
coro, bárbaro, sobre todo las voces masculinas, más empastadas que las
femeninas, pues estas últimas suenan algo "etéreas".
Olga Borodina, otra cantante de raza, en su breve intervención en "El
campo de los muertos" sienta cátedra, con un oscurantismo y una voz
cavernosa como si saliera de las entrañas de los Urales.
Posiblemente nos encontremos ante una referencia moderna de esta cantata
sinfónica. Creo que finalmente se hace justicia al "director sin sonrisa"
en lo que se refiere a grabaciones discográficas, donde en general no ha
estado muy acertado, como sí lo ha estado (no siempre) en los conciertos
en vivo. Es uno de esos discos que, después de escuchado, apetece volver a
ponerlo de seguido. A ver si Gergiev se anima y graba más Prokofiev
sinfónico.
REFERENCIAS:
PROKOFIEV: Suite Escita Op.20., Alexander Nevsky Op.78.
Olga Borodina, mezzo-soprano.
Orquesta y Coro Kirov del Teatro Mariinsky, San Petersburgo.
Director: Valery Gergiev.
PHILIPS 473 600-2
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