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BARENBOIM VUELVE A SCHUMANN
Por
Rubén Flórez
Bande
En marzo de 1977
terminaba Daniel Barenboim con la Sinfónica de Chicago su primer
acercamiento al universo sinfónico de Robert Schumann, junto con la
Obertura Manfredo y la Konzertstück para cuatro trompas,
esto último aún no editado en CD. Estas lecturas de Barenboim venían a
sumarse a la decena larga de ciclos de estas sinfonías que pululaban por
aquella época, como los de Klemperer, Szell, Karajan, Kubelik, Bernstein,
Sawallisch, y pocos más, dado que en general los directores del pasado
poco se habían interesado por estas partituras: Furtwängler sólo posee una
1ª y una 4ª, Toscanini una 2ª y una 3ª
"Renana", a Walter le falta la 2ª... pero ninguno de ellos
tiene un ciclo completo, quizás por el manido tópico de las carencias (que
sí, que alguna tiene) de Schumann como compositor de masas orquestales.
¡Menuda tontería!.
Aquel primer ciclo del maestro argentino, para la DG, si bien no era una
referencia -para eso ya estaban, y siguen estando, un Szell o un Klemperer-
sí tenía puntos de gran interés. El primero, claro está, la orquesta plena
de facultades, de un lirismo, intensidad y grandeza que pocas orquestas
tienen: qué añadir de más a todos los calificativos se han dicho sobre
ella... Las lecturas de Barenboim tenían esa "garra" e insolencia
juveniles que, poco a poco, por desgracia, ha perdido con los años: se
mostraba delicado en los movimientos lentos, y bravo y temperamental en
los extremos. El final de la Primera Sinfonía, realmente bárbaro,
más que adelantar a un Brahms como muchos se empeñan, nos tendía un puente
hacia Bruckner. Quizás la "insolencia juvenil" le venga mal a la
Cuarta Sinfonía, donde se requiere, más sosiego y concentración "a lo
Böhm", al menos para mi gusto, y quizás sea este el garbanzo negro de su
primer ciclo.
También había, claro está, cosas menos buenas, como el característico (de
aquella época, 1977) "no saber qué hacer" barenboimiano. Me explico:
Barenboim en ciertos pasajes se ve como "perdido", sin dar una idea al
desarrollo, como no sabiendo qué camino seguir, como no queriendo aportar
una idea nueva (¿por miedo tal vez?, ¿por falta de técnica?, ¿por qué?)
sólo limitándose a marcar el compás y dar las indicaciones justas. Este
"defecto" a la larga y en muchas de sus versiones se convierte en el "handicap"
de sus grabaciones de aquella época.
Veinticinco años después, ¿qué es lo que hace el pianista-director con
este mismo ciclo Schumann? Pues para decirlo finamente, y en mi más
modesta opinión y sin que nadie se ofenda: una grabación que no aporta
nada respecto a la suya anterior. Barenboim se nos muestra aquí ya sin el
espíritu juvenil de antaño, y se nos convierte en un "pseudo-Kapellmeister".
La orquesta (la Staatskapelle de Berlín), aquí más homogénea que la
Sinfónica de Chicago, pero menos motivante, se rinde ante las órdenes de
su titular. Orquesta sin color en definitiva, pero de gran virtuosismo.
El concepto de Barenboim en estas obras es más compacto que en Chicago,
más redondo (en el sentido de forma, no de contenido). El "no saber qué
hacer" ha desaparecido, aunque asoman otros defectos: brusquedad en los
arranques, efectismos de mala escuela en los finales de los movimientos
rápidos, como si tuviera prisa por terminar, desmadejándolos y
convirtiéndolos en una amalgama de sonidos sin un orden, sonido
encorsetado (en la Primera Sinfonía, por ejemplo), preponderancia
del timbal hasta el aburrimiento (¡qué manera de destrozar el primer
movimiento de la "Renana"!), nulo uso del "rubato"... y así una
lista de "defectos", cosa que sorprende porque parece que uno ha escuchado
a directores diferentes en las dos versiones. Quizás lo peor del ciclo sea
la "Renana", carente de lirismo y de sentido bucólico, demasiado
rotunda y que en el cuarto movimiento, en vez de extasiarse con la visión
de la catedral de Colonia, se extasía con la simple mirada de una capilla
de aldea.
Claro está, también hay momentos mejores, o menos malos, pero no abundan:
la delicadeza con la que frasea el Larghetto de la "Primavera" o
la "tenebrosidad" del primer movimiento de la Segunda Sinfonía
que recuerdan claramente a un Celibidache. Lo mejor, sin duda, el
oscurantismo de esa Segunda Sinfonía, el misterioso arranque, el
diabólico Scherzo, el lírico Adagio y el optimista Finale, pero que no
llegan a la altura de su primer ciclo, ni mucho menos a la grandeza de un
Szell. La Primera sí está bien construida, en momentos suena
demasiado encorsetada, le falta vuelo y la Cuarta, al igual que
en su primer ciclo, demasiado precipitada.
Barenboim, quiero entender, tiene la intención o la convicción de hacernos
oír un Schumann en la tradición de la interpretación alemana, pero los
resultados distan mucho de los conseguidos por Sawallisch o Haitink con
los mismos o parecidos conceptos interpretativos.
En definitiva un ciclo sólo para incondicionales de Barenboim. Preferibles
antes, claro está, los ya citados Szell, Klemperer (salvo por la
Segunda), Sawallisch, Haitink o Bernstein en su ciclo para la
Deutsche Grammophon... y también el propio Barenboim de años atrás. Si ya
se sabe, cualquier tiempo pasado fue mejor.
Correctas notas al disco de Ángel Carrascosa, todas ellas en castellano.
REFERENCIAS:
SCHUMANN: Sinfonías.
Orquesta de la Staatskapelle de Berlín. Director: Daniel Barenboim.
2564604222 WEA Warner (2 CDs)
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