|
|
Homenaje a Nijinsky
Por
Víctor Pliego de Andrés. Lee
su curriculum.
Nikjinsky. Ballet de John Neumeier. Música de Chopin, Schumann, Rimsky-Korsakov y Shostakovich. The Hamburg Ballet - John Neumeier. Bailarines: Jiri Bubenicek, Anna Polikarpova, Elizabeth Loscavio, Yukichi Hattori, Ivan Urban, Joëlle Boulogne, Peter Dingle, Heather Jurgensen, Thiago Bordin. Orquesta Titular del Teatro Real. Julia Malkova (viola) y Richard Hoynes (piano). Director musical: Rainer Mühlbach. Teatro Real, 8 al 14 de septiembre de 2003. La Editorial Acantilado ha publicado este mismo año el diario de Nijinsky en su versión íntegra, que aparece por primera vez en castellano directamente traducido del ruso por Helena-Diana Moradell. Es un texto humano, extraño y conmovedor. Y, casualmente, el Teatro Real ha inaugurado la presente temporada con ballet dedicado a Nijinsky. El mejor homenaje que se puede hacer a la memoria de un bailarín es un ballet. John Neumeier se ha volcado en esta creación con toda la pasión y con el gran conocimiento que ha reunido a lo largo de su vida sobre la figura de Vaslav Nijinsky. El resultado es una pieza monumental y deslumbrante, que reúne datos históricos y biográficos, con lo onírico y lo sentimental. La línea narrativa y biográfica es la que predomina, con multitud de personajes claros e identificables en sus papeles. Hay un alarde de documentación rigurosa y muy evocadora de los ballets de comienzos del siglo pasado, sobre todo en el vestuario -basado en diseños originales de León Bakst y Alexandre Benois- y en la reconstrucción de coreografías originales de Nijinsky, así como de sus personajes con los que el homenajeado se mezcla, dialoga y termina por confundir para convertirse en leyenda. Ello basta para dotar al espectáculo de un altísimo interés, pero además tiene emoción, sensualidad y erostismo. También se advierte un énfasis melodramático en algún momento, una cierta ampulosidad, inevitable consecuencia del entusiasmo volcado en este homenaje. El Ballet de Hamburgo es uno de los mejores del mundo y sus componentes bailan con una perfección unida a una particular fluidez y naturalidad. Hay en todos los bailarines una expresión y entrega permanente, contagiosa. Además del excelente vestuario, la iluminación fue exquisita, con elementos escenográficos austeros y funcionales. La Orquesta Titular del Teatro Real respondió con eficacia y precisión a las órdenes del director Rainer Mülhbach, con su calidad habitual. Julia Malkova, profesora de la orquesta, ofreció, acompañada por Richard Hoynes, una magistral interpretación del tercer movimiento de la Sonata para viola y piano opus 147 de Dimitri Shostakovich, que formaba parte, junto con otras piezas sinfónicas y coreográficas, de la música seleccionada. Este ballet, estrenado hace tres años en Hamburgo, no es rabiosamente moderno, ni histórico, ni tampoco clásico: es un homenaje nacido de una sincera y serena devoción. La recepción en Madrid, como apertura de la temporada, fue fría, demasiado fría a mi juicio. La pieza, la compañía y la producción deberían hacer merecido una acogida mucho más calurosa. Madrid es así.
(Fotografía
de Javier del Real)
|