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Música en movimiento
Por
Víctor Pliego de Andrés. Lee
su curriculum. Nasciturus, de Yoko Taira; Cuarteto núm. 8 de Örjan Andersson; Tabulae de Nacho Duato. Compañía Nacional de Danza. Director: Nacho Duato. Madrid, Teatro de la Zarzuela, 16 de octubre a 1 de noviembre de 2003. La Compañía Nacional de Danza ha presentado un programa formado por tres creaciones muy distintas, pero que tienen en común la estrecha relación entre la música y la coreografía, un tema en el que Nacho Duato profundiza cada día más. Aparte de eso, las piezas son muy distintas entre si. La primera era un estreno absoluto de Yoko Taira, primera bailarina de compañía y asistente de su director que debuta aquí como creadora. Taira ha creado en Nasciturus un universo sutil, lleno de belleza, basado en un lenguaje gestual delicado. Cuatro parejas exploran sus relaciones desde diversos ángulos emocionales cargados de melancolía. El movimiento, la música de Tujiro Noriko, Susumo Yokota y David Edwards, y las proyecciones de Tomás Muñoz resultan hipnóticas. Concebidos sin prisa, alargan la noción del tiempo en una escala psicológica e introspectiva. El Cuarteto núm. 8 de Örjan Andersson fue estrenado hace dos años por el Netherlands Dance Theatre y llega ahora a España con la Compañía Nacional de Danza. Se trata de una pieza inspirada en el obra homónima de Dmitri Shostakovich en versión orquestal, así como en la pintura Rojo sobre marrón de Mark Rothko. Las conexiones interdisciplinares son evidentes y se resuelven con rotundidad en una obra redonda y sólida, donde los bailarines establecen un diálogo sugerente con la impresionantes música del compositor ruso. Finalmente llegó Tabulae, el gran éxito del programa, una creación excepcional concebida por el coreógrafo Nacho Duato y el compositor Alberto Iglesias mano a mano, en una fructífera simbiosis hace ahora casi diez años. La obra fu estrenada el 14 de abril de 1994. El resultado es de una fuerza y un rigor deslumbrante. La unión de danza y música genera un juego fantástico: van juntas, a veces una detrás de la otra, en ocasiones al revés. La visión visual y sonora se potencian a través de un dinamismo lleno de contrastes e imaginación desbordante. Los grupos y los solistas contribuye con su alternancia a impulsar una variedad que, sin embargo, está llena de coherencia dinámica. Duato sabe mucha música, e Iglesias, compositor fundamentalmente cinematográfico, demuestra conocer a la perfección los resortes musicales de la escena teatral. Cabe destacar un decorado de telones muy acertado y el hermoso vestuario diseñado por el propio Duato en colaboración con Ismael Aznar. El nivel de entusiasmo fue subiendo a lo largo de la representación para culminar con esta pieza que nos atrevemos a calificar de maestra, que se ha repuesto muy merecidamente.
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