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Melodía de seducción Por Antonio
Pérez Vázquez. Lee su curriculum. Día gris, llovizna, hace frío y tienes que ir a trabajar. Ni siquiera tu canción favorita es capaz de levantarte el ánimo (Canon de Pachelbel) y sales de casa con los pies arrastrando. En el coche la cosa no mejora, ni siquiera algo ligero de Verdi puede hacer que el día mejore. Para colmo de males la lluvia provoca grandes retenciones en todas las carreteras y llegas tarde al trabajo. A través del hilo musical de la oficina se puede oír la quinta sinfonía de Beethoven -muy apropiado-. La maZana comienza a fluir y parece ser que la rutina puede con la falta de ánimo. Pero justo en ese momento cuando empiezas a sentir una sensación de humedad en el bolsillo de la camisa... por desgracia no es agua: la pluma estilográfica se ha quedado sin una gota de tinta. La culpa la tiene tu camisa blanca, que se la ha quedado toda todita toda. La cosa ya no tiene remedio. El resto del día tienes que quedarte con la chaqueta puesta y el aire acondicionado se ha roto. Te has convertido en una persona con la que es mejor no cruzar palabra. Ninguna de las canciones que suena en la radio te gusta, cambias de emisora compulsivamente hasta que finalmente terminas por guardarla al final del cajón. Y cuando parece que nada más puede ir peor aparece el jefe con ganas de echar una buena bronca. Te la llevas por ser el único que tiene puesta la chaqueta con el aire acondicionado, por decir algo. Ruegas al cielo para que llegue la hora de terminar la jornada sin que ninguna otra fatalidad se sume al cúmulo de infortunio que te ha sacudido durante todo el día. Llega la hora de salir y, por primera vez en el día, te acuerdas que es viernes y has quedado con los amigos para tomar unas copas. Tienes que cambiarte. El tráfico sigue colapsado y temes no llegar a tiempo. Al menos es viernes. Tras conseguir no perder los nervios en la caravana y poder ponerte algo limpio, consigues llegar a tiempo a la reunión. Te sientes algo mejor por estar con una camisa limpia después de un día de perros. En el local hay música en directo y el pianista toca la banda sonora de "El piano". Por fin todo parece alcanzar la tranquilidad. Al rato de estar charlando, llega un grupo de personas al local de entre las cuales reconoces a una. Hace mucho que no la ves y te alegras de encontrarla de nuevo. Ella también se alegra y comenzáis una alegre conversación que os aísla de vuestras respectivas amistades y os mantiene despiertos toda la noche. Por la maZana, veis juntos el amanecer, desde el coche, donde tienes puesta "Las cuatro estaciones". La borrasca ha pasado y el Sol brilla dominante en el cielo. Cuando te acuestas ni siquiera al quedarte profundamente dormido se te quita la sonrisa de la cara. Ya no eres el mismo y no volverás a serlo nunca. Esto mismo fue un sueZo que tuve una vez, lo malo es que al final me caí de la cama y me dí de bruces con la dura realidad (aparte del suelo). Pero quien sabe...
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