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Número 46º - Noviembre 2.003


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AL PÚBLICO, LO QUE PIDE

 

Por Fernando López Vargas-Machuca.

Valencia, Palau de la Música. 15 de noviembre. Orquesta de Valencia. Bernarda Fink, mezzosoprano. Escolanía de Nuestra Señora de los Desamparados. Coro femenino y Orquesta Sinfónica de la Radio de Colonia. Semyon Bychkov, director. Tercera Sinfonía de Mahler.

Anda afirmando uno de los responsables de cierta orquesta española que el concepto de cultura anda pasado de moda y que se deben atender mucho antes las demandas del gran público que las de las minorías, por muy selectas que éstas sean. Vamos, que hay que darle a la gente lo que pide, y dejarse de abrir horizontes y de utopías por el estilo. Hay que vender, y punto. No es mala filosofía ésta para quienes buscan el éxito rápido y seguro. Por ello no podemos extrañarnos de que numerosos artistas olviden la aventura de explorar nuevos territorios, resguardándose en el repertorio más trillado, y que en lo interpretativo acudan a trucos que garanticen el aplauso fácil por mucho que éstos disten de convencer a los oídos más experimentados.

Viene esto a cuento por el concierto ofrecido en varias ciudades españolas por Semyon Bychkov al frente de su Sinfónica de la Radio de Colonia. Ya de entrada, el interés por garantizarse el aplauso quedaba de manifiesto en la elección de una obra tan comercial como la Tercera de Mahler. En Valencia, donde pudimos escucharle, el triunfo fue monumental, y es de suponer que lo mismo ocurrió en el resto de la gira. Sin embargo se trató de una lectura extremadamente irregular. Lo mejor fue el primer movimiento, recreado de manera brillante y decidida sin abusar de los decibelios y atendiendo tanto al discurso general como al detalle. La orquesta, no de primera magnitud pero sí muy notable, respondió a las mil maravillas con un sonido homogéneo y empastado, pero también incisivo y ácido cuando las circunstancias lo requerían.

En la segunda parte de esta tan extensa y espectacular como deslavazada partitura la cosa cambió. Ya se sabe lo bonitas que son las florecillas del campo y lo tiernos que resultan los animalillos del bosque: recreándose en mil y un detalles de dudoso gusto, Bychkov se decantó por una dulzura extremadamente empalagosa que sacó a flote lo peor de los que precisamente son los más flojos movimientos de la obra. Por descontado, y a despecho de algún que otro desajuste, todo un placer escuchar a orquesta de tan buen nivel. Mejoraron cuarto y quinto, en los que se contó con la a priori lujosísima presencia de Bernarda Fink, más emocionalmente ausente de lo que hubiera sido deseable pero en todo caso gran artista. En el acongojante adagio final se recurrió de nuevo, ay, a la sobredosis de azúcar, siendo el resultado mucho más ensoñador (léase soporífero) que sincero y emotivo. El público, encantadísimo. "Que boniiiiito", decían las señoras a la salida. Pues eso, hay que darle a la gente lo que pide.