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Janáček posmoderno
Por
Víctor Pliego de Andrés. Lee su
curriculum. Osud (El destino). "Fragmentos de la novela de una vida". Ópera en tres actos. Música de Leoš Janáček y libreto de Leoš Janáček y Fedora Bartosová. Sona Cervená (El destino), Stefan Mardita (Zivny), Iveta Jiriková (Mílá Valková), Eva Urbanová (La madre), Jaroslav Brezina (Doctor Suda), Ivan Kusnjer (Lhotský), Ludek Vele (Konecný), Yvona Skvárová (Señorita Stuhlá). Coro y Orquesta Titular del Teatro Real. Director musical: José Ramón Encinar. Director de escena, escenógrafo y diseñador de iluminación: Robert Wilson. Nueva producción del Teatro Real en coproducción con el Teatro Nacional de Praga. Teatro Real, 1 al 19 de noviembre de 2003.
El compositor Leoš Janáček
se suele clasificar como nacionalista. Su música se aleja sin embargo de
lo vernáculo para presentarse con un lenguaje personal y moderno. La ópera
Osud es un buen ejemplo de este vanguardismo atemperado y, en
cierto modo, arriesgado, por estar en un terreno neutral, equidistante de
otros polos. El Teatro Real ha presentado en Madrid un montaje coproducido
con el Teatro de Praga, cuando la partitura cumple cien años. Con la
perspectiva del tiempo, la pieza se me antoja posmoderna y en cierto modo
obra avanzada de un hacer entonces aún desconocido. Es como si estuviera
de vuelta de unas audacias desconocidas, aún inéditas. Son los caprichos
de nuestra percepción histórica, de la perspectiva del tiempo. Esta noción
se ve sin duda reforzada por la puesta en escena del genial Robert Wilson,
que se rinde homenaje a sí mismo (bien lo merece sin duda), sin añadir
nada nuevo a su particular gramática escénica. Recrea una imaginaria
modernidad resaltando los rasgos más irónicos y pragmáticos del libreto
original, que es bastante decimonónico. La plástica de Wilson recurre a su
vocabulario habitual: espacios libres, casi desnudos, excelente
iluminación, siluetas a contraluz, movimientos mecánicos, ángulos sobre el
plano... El maestro José Ramón Encinar, también opta desde la dirección
musical por una interpretación moderna y exacta de la música, sin
concesiones melodramáticas, enfatizando igualmente ese futurismo
inquietante sugerido por el material del que probablemente el compositor,
autor asimismo del libreto, no debía ser muy consciente. La orquesta
respondió cómodamente ante este estilo, obedeciendo al rigor
interpretativo del director. Sin ser brillante, el reparto tuvo altura.
Destacó en el papel del protagonista el tenor Stefan Margita, con una voz
grande, timbrada y bella. La soprano Iveta Jiřiková le dio réplica
sensible, con una delicadeza adecuada a su atormentado personaje. Las
intervenciones de Eva Urbanová en el papel de la madre tuvieron
dramatismo, y la presencia muda de Sona Cervená, representando al Destino,
fue imponente. Ha sido en conjunto una propuesta arriesgada e interesante,
muy bien diseñada y ejecutada, sobre todo desde el punto de vista
escénico.
(Fotografía
de Javier del Real)
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