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MÚSICA PARA LA VIDA Por Daniel López Fidalgo (Madrid, Grupo Scialoja-Branca).
La vida este mes de Marzo ha sido despreciada en Madrid y por ende en el resto de España y del mundo. El desprecio sólo puede encontrar cobijo en la maldad de quienes han sido un error de la naturaleza, albergando en sus absurdas entrañas la esencia de un alacrán que pica al sapo aun cuando así él también perezca, como en la fábula de Esopo. Las esencias no cambian, ni se puede esperar que cambien. El ser humano siempre ha sufrido los umbrales más altos de dolor cuando otro “ser humano” se lo ha provocado, y aún así ha encontrado consuelo. El ser humano ha soportado la miseria de sus congéneres y siempre salió adelante. No debemos caer en la trampa de buscar justificaciones y coartadas, ni siquiera causas que no existen ni han existido nunca para justificar la aberración más abominable, en la que el hombre pierde su esencia bipedestada para volver al árbol e involucionar hasta retrotraer a Darwin y convertirlo en un guiñapo de la ciencia. El hombre ha estado en campos de concentración, ha sido rebajado por otros hombres, y cosificado haciéndose perder la dignidad de serlo por la sola culpa de haber nacido. El hombre ha estado sometido al designio de un ser igual que se ha erigido en deidad para disponer de su vida y de su muerte. El hombre ha estado en Nueva York el 11 de Septiembre. El hombre ha estado en Madrid el 11 de Marzo. El consuelo es imposible, y casi ofende buscarlo. Víctimas de los campos de exterminio aseguraban encontrarlo al tararear alguna canción de la infancia, tal vez una nana en la conciliaron sus primeros sueños, ignorantes tal vez de su súbito despertar para hacerlos carne de una pesadilla eterna. La música es bálsamo y hoy debe hacernos sentir hombres. Como en una Sinfonía de Beethoven, como en un concierto de Mozart, como en una nota de Mahler, como en un compás de Bach, como en una canción de la infancia no podremos encontrar el consuelo de saber que algunos hombres pasaron por la vida tratando de hacer mejores las nuestras. Hoy recuerdo las notas de Zbignew Preisner y su maravillosa Canción para la unificación de Europa. Del destrozo más inhumano puede seguir surgiendo la vida. MADRID 11 DE MARZO DE 2004
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