Esforzada Götterdämmerung

Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum. 

Götterdämmerung. Tercera jornada en un prólogo y tres actos del festival escénico Der Ring des Nibelungen. Música y libreto de Richard Wagner. Allan Woodrow (Siefried), Hans-Joachim Ketelsen (Gunther), Eric Halfvarson (Hagen), Hartmut Welker (Alberich), Luana DeVol (Brünnhilde), Elizabeth Whitehouse (Gutrune), Lioba Braun (Waltraute y 3ª Norna), Elena Zhidkova (1ª Norna), Lani Poulson (2ª Norna), María Rey-Joly (Woglinde), Cecilia Díaz (Wellgunde), Francisca Beaumont (Flosshilde). Coro y Orquesta Titular del Teatro Real. Director musical: Peter Schneider. Director de escena: Willy Decker. Nueva producción del Teatro Real en coproducción con la Sächsische Staatsoper Dresden Semperoper. Teatro Real, 20 de febrero al 16 de marzo 2004.

El Anillo del Nibelungo llegó a su puerto en el Teatro Real con El ocaso de los dioses, la tercera y última jornada del festival escénico. La obra de Wagner es impresionante y este título es de una enorme intensidad dramática, producto de la madura maestría del autor. El esfuerzo a sido colosal y el resultado irregular. Tras lo visto en los espectáculos precedentes, cabía esperar ya pocas novedades musicales o teatrales. Willy Decker persiste en una línea extraordinariamente abstracta, eficaz pero progresivamente menos espectacular. En este caso la propuesta plástica era un poco más bella que la demostrada en anteriores ocasiones, pero también de una sobriedad alejada de la fantasía wagneriana y poco atenta a las acotaciones del autor. Aún así hubo algunas imágenes originales e impactantes: menos de las que cabría esperar. Los movimientos y ademanes marcados a los intérpretes fueron algo toscos y, a veces, innecesarios. En la parte musical, Peter Schneider no consiguió refinar la orquesta, que tiene un papel durísimo en esta obra y que mostró notorios desajustes en momentos muy comprometidos, especialmente en los metales. La complejidad y longitud de la partitura desbordó a la Sinfónica de Madrid. El coro estuvo tenso y calló en una áspera euforia. Lo mejor fueron las voces solistas, todas ellas grandes, aunque muy distintas y personales. Destacó por encima de todos el bajo Eric Halfvarson, que hizo una interpretación sensacional de Hagen y que recibió los mayores aplausos. Lioba Braun y Hans-Joachim Ketelsen también hicieron un trabajo como Gunther y Waltruate no tan sobresaliente pero sí excelente. Por otro lado, el tenor suplente Allan Woodrow, que sucedió a Alfons Eberz en mitad del estreno en un rocambolesco episodio, hizo en las sucesivas funciones un Sigfrido impecable y seguro a pesar de su precipitada incorporación. El público también superó con paciencia e interés la prueba de permanecer horas sentado, a veces con calor y estrechez, sin sufrir el síndrome de “la clase turista”. Ha quedado demostrado, entre luces y sombras, que el Teatro Real es capaz de montar una Tetralogía solvente. Y pasará algún tiempo hasta vuelva a acometerse una empresa de esta envergadura.

(Fotografía de Javier del Real)