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Saber música, privilegio para ser monja en el siglo XVII
Por
David Martín Sánchez (Licenciado en
Historias y Ciencias de la Música, Ávila).
El presente
artículo trata del privilegio del que disfrutaban algunas mujeres que
querían ingresar en un convento en el siglo XVII y no tenían posibilidades
económicas; el requisito que debían cumplir era saber música, lo que les
permitiría no sólo entrar sin dote sino además tener una posición
ventajosa con respecto a las demás monjas.
En la historia
de los conventos españoles, y concretamente en el siglo XVII, las mujeres
que querían ser religiosas se veían obligadas a entregar una “dote”, es
decir, pagar una cantidad de dinero o entregar bienes que contribuyeran al
sostenimiento económico de la congregación.
Ante esta
necesaria medida había dos excepciones posibles: por un lado, que el
obispo fundador eximiese del pago a determinadas personas y por otro, que
las monjas que deseasen ingresar en la orden supieran música; según
Sánchez Lora, “fuera de estos casos, la legislación canónica no contempla
otro eximente”[1].
En el caso del “Real
Monasterio de Santa Ana de Ávila” –estudiado por don Alfonso de Vicente-
se produjeron ambas situaciones excepcionales que evitaron el pago de una
dote a algunas monjas, quienes “habrían de tener una voz educada, leer
bien la partitura a primera vista y saber improvisar un acompañamiento que
aunara a un coro de varias voces”[2].
Este monasterio
se forma a comienzos del siglo XVI con la unión de los tres conventos
femeninos que existían en la ciudad (Santa Escolástica, San Millán y
Santa Ana) y desde sus comienzos estuvo formado por monjas de las
familias más poderosas de la ciudad, hecho que explica la gran riqueza que
tuvo, debido principalmente a las donaciones que realizaban los familiares
de las mencionadas religiosas.
Con respecto al
tema que nos ocupa hay que destacar que su obispo fundador, Carrillo de
Albornoz, estableció que cualquier persona de su familia –los Dávila-
pudiera ingresar en el monasterio que él había fundado aunque no tuviera
dote[3],
con lo que nos encontramos con la primera de las exenciones de pago
mencionadas.
La segunda
forma de evitar la dote consistía en dedicarse a la música ya que, como
señala De Vicente, el monasterio de Santa Ana admitía sin dote a jóvenes
que se dedicasen a la música debido a la necesidad de que hubiera personas
encargadas del canto en el convento. De esta forma, aquellas mujeres que
tuvieran “aptitudes musicales” y quisieran dedicarse a la vida religiosa
sabían que no estarían condicionadas por la falta de recursos porque al
tiempo que se evitaban la dote, recibirían un salario por su trabajo.
A diferencia de lo que
pudiera pensarse, las monjas que ingresaban de esta forma no eran mal
vistas por sus compañeras sino todo lo contrario, eran muy valoradas y
tenían ciertos privilegios como librarse de determinadas tareas para “no
malograr su voz con el trabajo”[4].
El monasterio
de Santa Ana fue uno de los que más monjas músicas tuvo, quienes tenían
procedencia muy diversa y generalmente habían recibido clases particulares
de música con anterioridad; a esto hay que añadir que dentro del
monasterio continuaban ampliando su formación, tanto con otras religiosas
como con músicos de la catedral o de la ciudad de Ávila lo que, en opinión
de Alfonso de Vicente, explicaría que se conserven tratados y métodos de
canto llano, órgano, arpa, solfeo, piano, etc. A medida que fue pasando el
tiempo, la capilla musical del monasterio fue decayendo y se hizo
necesario recurrir a músicos del exterior.
Como conclusión
podemos señalar que el convento de Santa Ana de Ávila -y en general los
conventos femeninos de clausura durante el siglo XVII, puesto que no era
algo exclusivo de esta institución- representan un importante foco de
cultura musical por el hecho de contar con una capilla estable en la que
se interpretaban repertorios novedosos; al frente de ella había una monja
cualificada que cobraba un sueldo por su trabajo -lo que se suma a la
exención del pago de la dote al ingresar en el convento- y que se traducía
en independencia económica con respecto a la familia
[5].
NOTAS:
[1]
SÁNCHEZ LORA, José L.: Mujeres, conventos y formas de la
religiosidad barroca, Fundación Universitaria Española, Madrid,
1988, pp. 111 – 112. Citado por OLARTE MARTÍNEZ, Matilde: “Las monjas
músicas en los conventos españoles del Barroco. Una aproximación
etnohistórica”, en Revista de Folklore, nº 146, 1993, p. 57.
[2]
OLARTE MARTÍNEZ, Matilde: Op. Cit. p. 56.
[3]
Cfr. VICENTE DELGADO, Alfonso de: La música en el Monasterio de
Santa Ana de Ávila (s. XVI – XVIII), Sociedad Española de
Musicología, Madrid, 1989, p. 13.
[4]
Escrito por el obispo abulense fray Pedro de Ayala, citado por VICENTE
DELGADO Op. Cit. p. 15.
[5]
OLARTE MARTÍNEZ, Matilde: Op. Cit. p. 56.
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