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Póquer para Donizetti Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum.
Don Pasquale. Dramma buffo en tres actos. Música de Gaetano Donizetti. Libreto de Giovanni Ruffini y Gaetano Donizetti basado en el libreto de Angelo Anelli para la ópera Ser Marcantonio de Stefano Pavesi. José Van Dam (Don Pasquale), Carlos Bergasa (Doctor Malatesa), Marc Laho (Ernesto), Milagros Poblador (Norina). Coro y Orquesta Titular del Teatro Real. Director musical: Giuliano Carella. Director de escena: Grischa Asagaroff. Producción de la Opernhaus de Zürich. Teatro Real, Madrid, 13 al 30 de marzo de 2004. Este Don Pasquale traído de Zürich al Teatro Real de Madrid ha tenido en las voces su punto fuerte. Son la calve de estilo belcantista que Gaetano Donizetti elevó a su máxima perfección. La elección del reparto que pude escuchar (había dos) fue un acierto pleno, un póquer de cuatro ases. José Van Dam, un maravilloso y legendario cantante, encabezaba el cartel, con su preciosa voz, su magistral fraseo y su apabullante seguridad. Por alguna circunstancia desconocida, Van Dam no desplegó en esta ocasión toda la fuerza que recordamos de otras ocasiones no muy lejanas e incluso manisfestó cierta falta de agilidad vocal. Aún así su presencia es impresionante. Su Don Pasquale es perfectamente verosímil. Estuvo teñido de cierta melancolía, algo romántica, que nos descubrió los matices más líricos de este afrentado solterón. Milagros Poblador bordó el papel múltiple y picarón de Norina, con unos agudos escalofriantes y una interpretación musical y escénica igual de excelentes. La combinación de su voz, su figura y sus gestos cierran en un círculo perfecto el difícil maridaje entre música y teatro que exige la ópera. Carlos Bergasa fue menos pícaro en la creación de Malatesta, que es el verdadero factótum del enredo y el protagonista principal de este drama bufo, pero lució sus estupendas cualidades vocales. Recreó con un timbre cálido y potente el personaje del doctor con toda la inteligencia y el humor que requiere. Laho es un tenor ágil y brillante, con un registro amplio e igualado, perfectamente identificable con el enamorado Ernesto. Se deslizó con por todas las melodías con facilidad y jovialidad. El director musical Giuliano Carella condujo la Orquesta del Teatro Real con tanta seguridad como sensibilidad, atento a las voces, conteniendo algo el carácter histriónico de la pieza. El solo de trompeta en escena, interpretado por Andrés Micó, fue magnífico. Una ingeniosa arquitectura giratoria y desplegable de Luigi Perego constituyó la escenografía, que a pesar de su opulencia tuvo un carácter tristón a causa de una sombría iluminación. La puesta en escena de Asagaroff fue formularia y eficiente. Optó por introducir detalles de modernidad convencionales y algunos efectos humorísticos comedidos. La representación funcionó perfectamente porque la pieza (no hace falta decirlo) es un perfecto mecanismo escénico y musical. La producción se cimentó sobre todo en las interpretaciones del cuarteto vocal y el resultado fue muy bueno, aunque algo falto de luz, de chispa, de burbujeo... (Fotografía de Javier del Real)
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