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Pensamiento musical
contemporáneo (IV): ADORNO
Por
David Martín Sánchez, (Licenciado en Historia y Ciencias de la Música,
Ávila).
Adorno
Theodor Wiesengrund
Adorno (1903-1969) estudió filosofía, sociología, psicología y música, fue
alumno de Alban Berg y emigró a Inglaterra y a Estados Unidos huyendo del
nazismo. Entre sus obras más importantes se encuentran: Teoría de la
Estética (la última que escribió), Dialéctica de la Ilustración
(en colaboración con Horkheimer), Minima moralia y
Dialéctica
negativa.
La filosofía de Adorno
se enmarca en la corriente hegeliano-marxista en que se mueven todos los
miembros de la teoría crítica; para él la sociedad industrializada
presenta una estructura que niega al pensamiento su tarea más genuina: la
tarea crítica. En esta situación la filosofía se hace cada vez más
necesaria como pensamiento crítico para atenuar la apariencia de libertad
y mostrar la “cosificación” reinante.
Pertenece a
la Escuela de Frankfurt, movimiento filosófico y sociológico fundado en
1923 y asociado al Instituto de Investigación Social de la Universidad de
Frankfurt. Su portavoz fue en un principio Max Horkheimer, quien sería
nombrado director del Instituto en 1930 y que expuso la “teoría crítica”
de esta escuela en su periódico Zeitschrift für Sozialforschung,
cuyos artículos están recopilados en la Teoría crítica, publicada
en 1968.
A pesar de ser una
escuela de inspiración marxista sostenían que esta doctrina, al igual que
cualquier otra, debía someterse a la crítica argumentando que la sociedad
moderna sufre enfermedades que sólo pueden “curarse” con una
transformación radical de la teoría y la práctica. Frente al marxismo
defenderán que la revolución proletaria que habría de liberar a la
humanidad no era inevitable y que el pensamiento teórico no era del todo
independiente de las fuerzas sociales y económicas; la
tecnología
sería una de esas enfermedades de la sociedad moderna y no una solución,
como había supuesto
Marx.
La función
de la teoría crítica era analizar detalladamente los orígenes de las
teorías en los procesos sociales, sin aceptarlas de inmediato como hacían
los
empiristas
y
positivistas
ya que ello sería aceptar implícitamente procesos y condiciones de los que
el hombre ha de emanciparse. Afirmaban que las ciencias no están libres de
valores sino que conllevan supuestos implícitos cuya condición de valor
está oculta por su evidente obviedad. Estos juicios de valor, como la
conveniencia de dominar la naturaleza mediante la tecnología, debían
“desenmascararse” y exponerse a la crítica.
Adorno es consciente de
que en el contexto soviético de la URSS la cultura se contempla como “un
medio de soberanía política” debido a que no se acepta “el arte por el
arte” sino que éste debe mostrar una ideología al servicio del pueblo. Del
mismo modo señala que la cultura impuesta no es tomada en serio por nadie
aunque sí se teme cualquier “brote” no autorizado, cualquier “disonancia”
(como el título de su obra) que vaya en contra de lo establecido.
Desde su punto de
vista, la sociedad es consciente de la crisis cultural pero el arte debe
ser algo “no problemático”, algo carente de peligro para la conformidad
general, es decir, el arte no debe llegar a ser un arma que desestabilice
el sistema implantado pero tampoco debe reflejar orden o tranquilidad sino
que ha de mostrar lo que se esconde bajo la apariencia de estabilidad.
El aspecto negativo lo
encuentra en que los elementos de la música seria han perdido la
proporción quedando la melodía en inferior importancia en relación al
elemento rítmico y armónico de forma que si la música no quiere degradarse
deberá tomar conciencia de sus contradicciones e insuficiencias.
Con respecto al tema de
la complicación, en principio no es buena ni mala pero la incapacidad de
las masas para entender lo complicado se explica por su exclusión forzosa
de la cultura, a lo que se suma el hecho de que, en su tiempo libre, no
sean capaces de comprender lo que no se asemeja a su trabajo. Está
convencido de que en la defensa y exigencia de lo sencillo, en principio a
favor de las masas, se oculta un menosprecio a éstas. La idea que estará
presente será la de promover que los compositores abandonen su
subjetivismo y que su música exprese las ideas y emociones de la masa
aunque este objetivo resulte contradictorio con la búsqueda de calidad
musical, objetiva y auténtica que se defendía. Es preciso crear música
bien compuesta pero que se adapte a los intereses de aquellos para los que
ha sido escrita.
Por último, reconoce
que la producción musical es objeto de manipulación al quererse controlar
a los hombres en un momento de decadencia de la sociedad individualista.
CONCLUSIONES
La Escuela de Frankfurt contempla el arte como sublimación,
como una creación humana del más alto nivel, debido a que la música nueva
sólo podía durar mientras fuera vanguardista porque sólo era recibida por
una intelectualidad y no cumplía una función masiva, mientras que en
Estados Unidos se hablaba de “cosificación del arte” al haberse convertido
en un producto mercantil.
En relación a los elementos de forma y contenido Adorno valora
ambos, criticando a los formalistas la idea de que el contenido no tenía
ninguna importancia. Una de las ideas fundamentales que expone es que “el
arte no debe ser libre” ya que expresaría que los hombres no lo son pero
tampoco debe ser negativo sino que debe mostrar equilibrio sin dejar lugar
a ninguna expresión de sufrimiento.
Hace referencia al fenómeno de la comercialización de la
música en línea con la “cosificación” del arte que se estaba viviendo en
aquel momento, al tiempo que también es consciente del peligro al que está
expuesta la nueva música por su aislamiento social, a lo que se suma que
la música y la cultura en general están en crisis. Para evitar la crisis
en la cultura Adorno propone que los músicos eviten el subjetivismo.
Por último señalar que
para Adorno “la música más avanzada producida en una cultura es, a un
tiempo, una crítica social y una descripción estética de la sociedad que
la ha producido”[1].
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contemporáneas, Ed. Visor, La Balsa de la medusa, Madrid, 1996, Vol.
II,
pp. 165-169.
NOTAS:
[1]
WILL, Patrick T.: “Sociología de la música”, en RANDEL, Don:
Diccionario Harvard de la Música, Alianza, Madrid, 1997 [1986].
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