|   | LUCREZIA BORGIA EN 
      OVIEDO
       Oviedo, Teatro Campoamor. 19 de diciembre de 2004. Donizetti: Lucrezia 
      Borgia. M. Devia, J. Bros, J. Pérez, G. Surjan, J.L. Sola, F. Santiago, E. 
      Morillo, M. Atxalandabaso, J.M. Díaz, A. Rodríguez, C. Varela, J. 
      González, A. Villa. Coro de la Asociación Asturiana de Amigos de la Ópera. 
      Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA). Dir. musical: Paolo 
      Arrrivabeni. Dir. de escena: Emilio Sagi.
 
 
 
 No podía faltar un título donizettiano en la presente temporada de la 
      Ópera de Oviedo, pues el autor de Bergamo ha sido tradicionalmente uno de 
      los más programados en el Campoamor (el que más, junto con Verdi). Hoy 
      día, aunque el repertorio del teatro se ha ampliado hasta nuevos títulos 
      que nunca habían subido a su escenario (como la Elektra de este 
      año), no deja de tener su mérito que también se conserven tradiciones más 
      añejas.
 
 No puede haber obra belcantista sin diva, y en este caso la Lucrezia 
      Borgia (que tal fue el título representado) contó con una de las 
      pocas cantantes que en nuestra época merecen tal título: Mariella Devia, 
      una de las pocas que pueden mantener en alto el pabellón de digna sucesora 
      de una Sutherland, una Gencer o una Caballé. Su encarnación de Lucrezia 
      fue magistral de principio a fin, perfecta en lo vocal, con "filados" 
      conmovedores que mostraban la ternura que sentía hacia su hijo, y con la 
      carga dramática requerida cuando se muestra vengativa hacia sus enemigos.
 
 La réplica se la dio, en el papel de Gennaro, el tenor José Bros, bien 
      conocido en Oviedo por actuaciones anteriores (las dos últimas en 
      Lucia di Lammermoor y L'Amico Fritz) y uno de los más 
      sólidos valores para el repertorio belcantista de tenor que se pueden 
      encontrar hoy día sobre un escenario. Bros prestó a Gennaro su voz 
      bellísima, y su sensibilidad para el matiz, superando incluso sus notables 
      anteriores prestaciones en este teatro.
 
 Sin llegar a la altura superlativa de la pareja protagonista (sobre todo 
      de la Devia) es obligatorio mencionar cuanto menos al Orsini de la mezzo 
      puertorriqueña Jossie Pérez, vocalmente más que suficiente y de muy bella 
      presencia escénica, pese a cierto histrionismo habitual en cantantes 
      jóvenes, y al Don Alfonso del bajo Giorgio Surjan, si no vocalmente 
      impecable, sí encarnando a la perfección su carácter de personaje 
      "malvado". El resto de los innumerables secundarios cumplió a buen nivel, 
      así como el coro de la AAAO. La dirección orquestal de Paolo Arrivabeni 
      mostró su indudable oficio en estos cometidos, fue teatral y eficaz, y 
      extrajo un sonido de la OSPA.
 
 
 En cuanto a la puesta en escena, todo el que hubiera presenciado la 
      Lucia del 2001 con el mismo Bros reconocería inmediatamente la 
      autoría de Emilio Sagi con ver unos pocos detalles, como el sillón que 
      sube y baja (a Bros lo elevaron más de 5 metros sobre el escenario al 
      comienzo del segundo acto, para separar la intervención de Rustighello y 
      sus bandidos del dúo Gennaro-Orsini) o los trajes negros de todos los 
      personajes, con dos excepciones: blanco para la adolescente que aparecía 
      durante la escenificación de la Obertura, que supuestamente representaba a 
      Lucrezia de joven cuando su hijo es secuestrado, y rojo para Lucrezia 
      vengativa, cuando aparece para anunciar a la banda de Orsini que todos 
      están envenenados. El vestuario pasaba por ser aceptablemente 
      renacentista, aunque algunos modelos de cuero pudieran sonar algo 
      "galácticos", con algún pequeño anacronismo (hoy habitual, y perfectamente 
      justificable) como bombillas en la escena del Brindis o linternas en lugar 
      de antorchas. En general, una escena que sirvió eficazmente a la obra, que 
      era lo que se trataba.
 
 En resumen, una producción que se mantuvo a la altura que cabría esperar 
      en un teatro de tanta tradición donizettiana como el Campoamor.
 
     |