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Ensueño de ópera Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum.
L’Upupa und der Triumph der Sohnesliebe (La abubilla y el triunfo del amor filial). Ein deutscher Lustspiel. Una comedia alemana en once cuadros árabes. Música y libreto de Hans Werner Henze (n. 1926). John Mark Ainsley (El Demonio); Alfred Muff (El Anciano); Hanna Schwarz (Malik); Günter Missenhardt (Dijab); Matthias Goerne (Al Kasim); Antón Scharinger (Gharib); Axel Köhler (Adschib); Ofelia Sala (Badi’at). Coro y Orquesta Titular del Teatro Real. Director musical: Paul Daniel. Director de escena: Pieter Dorno. Escenógrafo y figurinista: Jürgen Rose. Nueva producción del Teatro Real en coproducción con el Festival de Salzburgo y la Deutsche Oper Berlin. Teatro Real, Madrid 7 a 23 de diciembre de 2004. Henze ha compuesto una preciosa ópera, sencilla, directa, ingenua... Es como un cuento de niños, con una búsqueda, un viaje, poesía y aventuras. Me recuerda un poco a La flauta mágica, por su concepto literario y escénico, por el uso del alemán, por la presencia de los pájaros. La obra es un juego, una comedia (Lustspiel dice su autor) sin otras pretensiones que buscar la belleza. Es música moderna, pero, en cierto modo, ajena a los “vanguardismos”. Henze se expresa, como tantos otros compositores vivos y consagrados, con libertad y cierto conservadurismo, pues hace un uso consumado de su propio lenguaje musical cuando ya no tiene nada que demostrar ni conquistar, porque ha llegado a la cumbre. El libreto, escrito por el propio compositor, es lineal y previsible. Su fácil comprensibilidad resulta insólita, hoy en día que tantos artistas apuestan por lo críptico, por lo oscuro. Incluso peca de aclaraciones excesivas e innecesarias, pero el texto sirve de perfecto armazón para un bonito espectáculo. La música es igualmente descriptiva, con orquesta y electrónica llena de pájaros. La instrumentación es muy hermosa, mientras que las voces apenas tienen ocasión de lucimiento, pues están escritas con un silabismo, casi recitado, que facilita una perfecta comprensión del alemán. Aún así, los cantantes se lucen, más como intérpretes que por sus cualidades vocales. Triunfan, por su casi constante presencia en escena, Matthias Göerne, como Al Kasim, ese hijo pródigo que es el protagonista absoluto y salva a todos, así como John Mark Ainsley, que le da réplica encarnando a un pobre demonio bueno. Musicalmente, es la orquesta la principal protagonista. La producción, magnífica y primorosa en todos sus detalles, se adecua perfectamente al talante orientalista, fabuloso e cándido de la obra, con unos preciosos decorados de Jürgen Rose, evocadoramente iluminados por Tobias Löffler. La sonorización también fue impecable, y permitió una perfecta fusión del sonido grabado y directo. El éxito fue redondo para el compositor, presente en Madrid y objeto de diversos homenajes, y para todos los participantes. El Teatro Real puede presumir de haberse apuntado un logro importante con una ópera actual como ésta, realizada en coproducción con otros centros tan prestigiosos como son el Festival de Salzburgo (donde tuvo lugar el estreno mundial) y la Ópera Alemana de Berlín. (Fotografía de Javier del Real)
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