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AIDA EN OVIEDO
Oviedo, Teatro Campoamor. 28 de enero de 2005. Verdi: Aida. M. Carosi, R.
Margison, L. Diadkova, S. Palatchi, D.R. Albert, F. Bou, J. Fadó, P. Lueje.
Coro de la Asociación Asturiana de Amigos de la Ópera. Orquesta Sinfónica
del Principado de Asturias (OSPA). Dir. musical: Stefano Ranzani. Dir. de
escena: José Antonio Gutiérrez, sobre una escenografía de Josep Mestres
Cabanes, recuperada por Jordi Castells.
Terminó la temporada ovetense con la representación de uno de los títulos
más populares del repertorio, la Aida de Verdi, una ópera que
gusta a todo tipo de aficionados. Para la ocasión se habían exhumado los
decorados de una producción de los años 40 firmada por el legendario
Mestres Cabanes, y fue esta posibilidad de ver una Aida "a la
antigua" después de tanto experimento y tanta "trasposición" como se ve
hoy día por los escenarios lo que le daba su mayor atractivo, y no
precisamente el reparto, en el cual no había ningún nombre "estelar".
Vayamos en primer lugar con los cantantes: entre ellos, lo mejor de la
noche fue sin duda la Aida de Micaela Carosi, poseedora de una voz bella y
de gran volumen, el cual a veces no sabe dosificar, pero que nos regaló
muchos momentos de gran dulzura en los pasajes intimistas, en los que debe
cantar "pianisimo". Muy bien su aria "O patria mia" y el dúo final. A su
lado el Radamés de Richard Margison fallaba no en lo puramente vocal (la
voz tenía cierta belleza y volumen suficiente) sino en lo interpretativo,
tanto en la matización del texto, pues a veces parecía que pasaba
corriendo encima de cada palabra, como en el acartonamiento escénico
total: ¿se puede, a estas alturas, cantar el "Celeste Aida" mirando hacia
el público en posición de firmes, sin apenas moverse? Incluso teniendo en
cuenta que la producción era "a la antigua"... Con todo, no puede decirse
que defraudara, e incluso fue mejorando acto por acto, siendo lo más
satisfactorio su dúo final con Aida, "La fatal pietra".
En el resto del reparto nos quedamos con el Amonasro de Donnie Ray Albert,
que cantó con gran autoridad su intervención en el segundo acto, durante
la escena triunfal, pero que luego fue vocalmente a menos en su dúo con
Aida en el tercero. El veterano Stefano Palatchi cumplió bien como Ramfis,
mientras que Larissa Diadkova fue una Amneris de voz insegura y
tremolante, sin llegar tampoco a defraudar, Felipe Bou fue un Rey de
Egipto de voz poco majestuosa aparte de ser muy joven para representar al
padre de Amneris, y cumplieron el Mensajero de Josep Fadó y la Sacerdotisa
de Paula Lueje. Muy buen nivel el del coro de la AAAO, no sólo en la
famosa escena triunfal sino en la escena del templo del acto 1, un
"Inmenso Fhtà" realmente exquisito.
En la parte orquestal, la OSPA y Stefano Ranzani mostraron sus
limitaciones en los momentos triunfales, como el "Su del Nilo" o el
"Gloria all'Egitto", donde la obra pide más grandiosidad de la que podían
dar; en cambio los momentos intimistas estuvieron en general bien
conseguidos. Recordaba mejor la labor de Ranzani en la Tosca de
hace dos temporadas.
Queda por hablar de los decorados de Mestres Cabanes, la técnica del
"telón pintado" que se utilizaba en los años 30-40, y que después de la
guerra fue poco a poco relegado por los avances técnicos. Con unas
pinturas de gran belleza plástica, recargadas de esfinges, jeroglíficos,
estatuas... toda una recopilación del Egipto más tópico que no pretendía
ninguna originalidad y que conseguía la impresión de relieve (pese a ser
plano) excepto en los contados momentos en que una ráfaga de viento hacía
ondear el telón. El resultado fue algo deliciosamente "kitsch" que
recordaba aquella película de los años 50 en que la Sofía Loren encarnaba
a Aida con la voz de Renata Tebaldi, algo asimismo apoyado por un ballet y
coreografía tan "demodé" como la que se vio en Oviedo. A pesar de estar
pensada para un escenario mucho mayor, como es el del Liceo de Barcelona,
con lo que en el Campoamor se vio sólo una parte del total, la belleza de
los escenarios imaginados por Mestres Cabanes (de un Egipto tópico y de
postal romántica, si se quiere, pero igualmente bellos) será lo que quede
en la memoria de los espectadores que presenciaron esta Aida.
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