|
|
INCLASIFICABLEPor Fernando López Vargas-Machuca.
Compuesta en 1971 para la inauguración del John F. Kennedy Centre for the Performings Arts de Washington, la Misa de Leonard Bernstein, subtitulada como "A Theatre Piece for Singers, Players and Dancers", sigue siendo una obra inclasificable. Deudora al cien por cien del particular momento histórico en que vio la luz, permaneciendo no muy distante de determinados planteamientos renovadores de la iglesia católica y emparentada con obras como Godspell o Jesus Christ Superstar, en su partitura se yuxtaponen, más que se integran, elementos musicalmente de lo más dispar, desde la retórica sinfónico-coral a lo Carmina Burana hasta el blues, el soul y el rock, pasando por el sinfonismo de vanguardia, la música de banda para desfiles y, como no, el musical americano, mientras sobrevuelan a lo lejos los espíritus de Ives y Mahler, no en vano dos de las más reconocidas especialidades del Bernstein director. Todo ello sobre un libreto que añade al ordinario de la misa católica, en latín, diversos "tropos" en inglés escritos en su mayoría por Stephen Schwarz (el autor de la citada Godspell), con aportaciones puntuales de Paul Simon y del propio Bernstein, quien no dejó de hacer referencia a su propia religión hebrea. El estreno resultó polémico no sólo desde el punto de vista religioso (no faltaron unos cuantos mojigatos escandalizados que no podían sospechar que la obra se terminaría representando hasta en el Vaticano), sino también desde el puramente estético, recibiendo críticas muy dispares. Hoy día se perpetúa la controversia, enfrentándose los que opinan que aquí hay buenísima música con los que afirman que Mass es auténtica basura. Desde luego el tiempo no le ha sentado bien a la obra, que no sólo ha perdido fuerza en lo que a su planteamiento híbrido se refiere, sino que también ha visto desaparecer el contexto socio-religioso un tanto ingenuo y naif que le daba sentido. De hecho lo peor sigue siendo el texto, presuntamente trasgresor en su momento pero que hoy, con todo lo que ha llovido, puede llegar a producir sonrojo. ¿Y la música? Pues hay de todo, desde lo muy bueno hasta lo mediocre. Y aunque resulte un tópico decirlo, lo cierto es que Bernstein consigue su mejor música cuando adopta un tono festivo y desenfadado, mientras que resulta pretencioso y aburrido cuando se pone serio y trascendental. Por eso aquí consigue brillantes resultados en los momentos más vinculados al pop y al musical, mientras que cuando adopta la pose de compositor serio, de una vanguardia a veces cercana al minimalismo, escribe una música de escaso interés. A destacar como curiosidad el hecho de que la hermosa página "A simple song" fue preparada para su frustrado proyecto de colaboración con el director operístico y cinematográfico Franco Zefirelli para una película sobre San Francisco de Asís (las canciones de Hermano Sol, Hermana Luna las terminaría firmando Donovan). Hasta ahora la única opción en audio era el registro realizado por el propio compositor para CBS, hoy Sony, al frente de las mismas fuerzas que realizaron el estreno mundial, preparadas musicalmente por Maurice Peress. La presente lectura de Nagano, apreciablemente más veloz en sus tempi, es en conjunto de mayor interés, pues aunque no alcanza semejante vuelo lírico (por ejemplo, en la citada "A simple song"), se toma las cosas de manera menos solemne y más extrovertida y logra así una versión de superior brillantez, chispa y sinceridad. El rol del celebrante lo desempeñaba entonces un jovencísimo Alan Titus, algo preferible a Jerry Hadley; tenor favorito de Bernstein en sus últimos años, Hadley ofrece sin duda una voz más juvenil, clara y atractiva, pero últimamente se encuentra aquejado de serios problemas técnicos (basta con escucharle en el DVD del Murciélago perpetrado Minkowski) que aquí, en una partitura sin gran dificultad, asoman de vez en cuando. Por el contrario, resto de los solistas vocales alcanza muy superior nivel en la grabación registrada por Harmonia Mundi. Lo que convierte a esta última en la opción preferible es el sonido. Ante todo, claro está, porque suena muchísimo mejor. Pero también por una curiosa cuestión técnica: esta edición ofrece una pista alternativa en Super Audio CD que, leída en un reproductor de SACD conectado a varios altavoces satélites (sirven a tal efecto, por ejemplo, la mayoría de los Home Cinema de Sony), ofrece la posibilidad de escuchar la muy abundante música pregrabada que incluye la partitura en formato cuadrafónico, esto es, procedente de cada uno de los cuatro lados de la sala, tal y como Bernstein había dispuesto para el estreno. Por otra parte estos dos discos son compatibles con cualquier lector normal de cedés, de tal modo que si usted aún no dispone de reproductor de SACDs bien puede disfrutarlos en estéreo hasta que llegue el momento de aprovechar los adelantos de la técnica. En definitiva, esta es sin duda la versión que hay que comprar para conocer Mass. Y sinceramente creo que, a pesar de todas sus irregularidades, merece mucho la pena: confieso que tras su repetida escucha me he quedado enganchado.
REFERENCIAS BERNSTEIN: Mass.
|