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Número 62º - Marzo 2.005


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MANZE VUELVE A BIBER

Por Ignacio Deleyto Alcalá. Lee su Curriculum.


Las Sonatas del Rosario de Biber son una de las grandes obras para violín de todo el Barroco. La obra contiene quince sonatas para violín y continuo más la Passacaglia para violín solo. Compuestas hacia 1670 no se conserva la portada del manuscrito -que descansa en la Biblioteca del Estado de Baviera en Munich- por lo que se desconoce el nombre real que pudieron haber tenido estas piezas, de ahí que hayan recibido diferentes denominaciones: Sonatas del Rosario, del Misterio, etc.

La obra está dividida en tres partes y cada una de ellas incluye cinco sonatas con sus correspondientes títulos descriptivos. La primera, "Los Cinco Misterios Jubilosos", trata desde la Anunciación al Nacimiento de Jesús y su infancia. El siguiente grupo, "Los Cinco Misterios Dolorosos", se centra en los diferentes episodios de la Pasión y, las cinco últimas, "Los Cinco Misterios Gloriosos", cubre desde la Resurrección y Ascensión hasta la Coronación de la Virgen. 

Aunque la música no sea estrictamente programática sí se puede percibir el elemento narrativo sin olvidar también el marcado simbolismo. Hay razones para pensar que la obra se podía haber escuchado en el contexto de los rezos del Rosario con numerosas oraciones intercaladas. Se sabe que en aquella época había en Salzburgo numerosas congregaciones que se reunían para contemplar dicho rito. De hecho, tanto el propio compositor como su esposa pertenecían a sendas hermandades religiosas activas en Salzburgo, ciudad en la que viviría y moriría Biber.

Una de las características más llamativas de las Sonatas del Rosario -y que también encontramos en otras obras de Biber- es el uso de la scordatura (afinación desigual) que produce un singular efecto. Excepto la primera y última sonatas, las demás hacen uso de este recurso expresivo por lo que hay hasta quince afinaciones diferentes. El caso más llamativo es la Sonata XI, La Resurrección, en la que las dos cuerdas centrales del instrumento se han de cruzar antes del puente y otra vez en el clavijero formando una especie de doble X.

En esta nueva versión Manze usa un solo violín, un Amati de 1700, para las quince sonatas con el mismo juego de cuerdas de tripa, sin recubrimiento metálico; y a diferencia de otras versiones, el bajo continuo está formado únicamente por clave u órgano. Manze defiende su postura invocando el carácter íntimo y meditativo de la obra. Sólo para la Sonata de la Ascensión, Sonata XII, se añade un violonchelo pues así lo prescribe la partitura. 

Biber se presta a muchos fuegos de artificio lo cual puede empañar la profundidad de mucha de esta música. Consciente de ello, Manze adopta una postura más reflexiva y un tono más contemplativo. Se aproxima a la partitura con una gran sobriedad y sin buscar el efecto por el efecto lo que da a la obra un perfil mucho más intimista que otras versiones. Óigase, por ejemplo, la delicadeza del violín en la "Sarabanda" de la Sonata XV, o el bellísimo inicio del "Aria" de la Sonata X así como las variaciones que le siguen interpretadas con tanta sensibilidad y buen gusto. 

En la "Ciacona" de la Sonata IV Manze demuestra como la scordatura sirve para aportar expresividad y carga emocional a la obra. Además, su acariciante arco, sus ornamentaciones cuales pequeñas pinceladas y el tono elegíaco hace que sea una delicia de principio a fin. De igual modo, la Sonata VI recibe una interpretación etérea, volátil, casi irreal. Como contraste pondremos el inicio de la Sonata XIII donde Manze es capaz de crear una atmósfera que nos lleva a la Bohemia natal de Biber. Puede que este enfoque tan espiritual haga que a veces la interpretación peque de cierta falta de empuje negando al instrumento una mayor fantasía pero, al final, prevalece la imagen de la profundidad y el valor musical que encierran estas partituras. 

Al final del segundo disco Manze explica de viva voz la técnica de la scordatura con sus habituales dotes de comunicador. Excelentes notas a cargo del propio Manze y una toma sonora bien equilibrada aunque a veces el clave adquiera excesivo protagonismo. Dos tirones de orejas para Harmonia Mundi: uno, por la incómoda presentación en digipack con el libreto pegado a la solapa y otro, por la horrorosa portada. 



REFERENCIAS:

H. I. F. BIBER: Die Rosenkranz-Sonaten. Andrew Manze, violín. Richard Egarr, órgano y clave. HARMONIA MUNDI USA. HMU 907321.22. 2 CDs.

Página web: www.harmoniamundi.com