|
|
MÁS SABE EL DIABLO...Córdoba, Gran Teatro. 10 de Abril de 2005.
Donizetti: Don Pasquale. Solistas: Bruno de Simone (Don Pasquale),
Elena de la Merced (Norina), Ismael Jordi (Ernesto), Juan Jesús Rodríguez
(Malatesta), Francisco Jesús Pérez Rojas (Notario). Coro de Ópera de
Córdoba. Orquesta de
Córdoba. Dirección musical: Fabrizio Carminati. Producción del Gran Teatro
de Córdoba. Dirección de escena: Francisco López. Aforo: aproximadamente
tres cuartos de entrada. Por Bardolfo.
Si Don Pasquale representa
como pocas obras el triunfo de la juventud frente a los deseos de la
vejez, tema muy recurrente en el teatro lírico (desde El barbero de
Sevilla de Rossini a Doña Francisquita de Vives, pasando por el
tratamiento más trágico del Ernani de Verdi), bien puede decirse
que en esta aparición en el escenario del Gran Teatro de Córdoba el viejo
enamorado se ha tomado su particular revancha por la excelente
caracterización realizada por el también veterano Bruno de Simone, un
ejemplo de la tradición del mejor basso buffo italiano. Un cantante capaz
de aunar el canto vertiginoso de su aria de salida con las melancólicas
frases legato del dúo con Adina, de muy variado frase y con una excelente
proyección de la voz, no demasiado interesante a priori, en los pasajes de
conjunto. Hay que sumarle, para redondear su palmarés, la soltura y
naturalidad del gesto escénico, que aúna la comicidad con la contención
evitando caer en el terreno resbaladizo de la payasada: una gran creación
del simpático intérprete de Nápoles, que se manifestaba encantado con la
producción a la caída del telón.
Frente a este claro ejemplo del mejor belcantismo cómico el
resto del reparto, mucho más joven e íntegramente español, se mantuvo en
un nivel poco menos que correcto. Ismael Jordi, que retomaba el rol que
marcó su debut operístico, no tuvo su noche: cantando muy fuerte en el
primer acto, tuvo frecuentes estrangulamientos en los dos restantes,
aunque sus descensos al graves fueron mejores que en ocasiones anteriores;
quizás no sea ya papel para una voz que evoluciona con rapidez. Muchos
halagos había escuchado referidos a Elena de la Merced, que para mi
constituyó una gran decepción: caudal pequeño, emisión muy atrás, agudos
metálicos y graves inexistentes, se vio además muy perjudicada por la
artificiosidad de su creación escénica, rozando peligrosamente la
cursilería. Como Malatesta, la torrencial voz de Juan Jesús Rodríguez y su
desenvoltura en las tablas no fueron suficientes para paliar su escasa
compenetración con Donizetti, tratado de un modo llamémosle “verista”.
Cumplidor y divertido el notario de Francisco Jesús Pérez Rojas. Bien el
coro.
El otro puntal de la función lo constituyó la excelente
labor directorial de Fabrizio Carminati al frente de la dúctil Orquesta de
Córdoba, con una versión de tempi rápidos pero sin descuidar para nada el
fraseo, acompañando bien a los cantantes y dándole a la obra la chispa
necesaria: el foso cantaba tanto o más que la escena. La producción de
Francisco López, muy rodada, sigue funcionando por su adecuación al
espíritu de la commedia dell’arte que subyace en el texto. Ofrecida en
repetidas ocasiones (me comentaron que era la cuarta vez) en la capital de
la Mezquita , quizás eso explique los numerosos huecos observados en el
aforo del Gran Teatro: una pena, porque la creación de De Simone merecía
mejor acogida.
|