|
UN BRUCKNERIANO EN LA SOMBRA
Por
Rubén Flórez
Bande.
Entre los
directores que mejor comprendieron a Bruckner, en cuanto a la tradición se
refiere, siempre suele citarse a Eugen Jochum como el valedor de
transmitir el mensaje tal cual se había heredado de Nikisch, Richter,
Schalk... un Bruckner más en concordancia con los valores
místico-religiosos de su forma de ser, y de ver la vida. Jochum evitaba
todo experimento que se alejara de este mensaje, y de esta forma de ver la
música (vida) del compositor austríaco. A lo largo del siglo XX se
abordaron de diferente forma las sinfonías de Bruckner, desde la
crispación primero a la resignación después de un Furtwängler, el sentido
apocalíptico de un Horenstein, el lirismo de un Giulini, el objetivismo de
un Rosbaud, el preciosismo de un Karajan... incluso hoy tenemos a
Herreweghe desde el punto de vista historicista (¡). Pero pocos han sido
los que se han mantenido fieles a esa "tradición": Jochum, Wand,
Tintner... y Lovro von Matacic.
Es el suyo, como el de los mencionados, un Bruckner quizá más ensimismado
en el estatismo místico-religioso (con ciertos arrebatos de furia) y más
lírico que pasional, más sesudo que mundano. Matacic, de la generación de
Jochum, pocas veces aparece mencionado en las discografías recomendadas de
Bruckner, aunque ha quedado constancia fonográfica de sus quehaceres con
este compositor: se conservan grabaciones de las sinfonías 3ª,
4ª, 5ª, 7ª, 8ª, 9ª, aparte
del Scherzo de la "Cero" y la Obertura en Sol menor de
1863.
Matacic siempre fue un director relegado en la sombra, sin ninguna gran
titularidad, casi siempre director itinerante, de una orquesta a otra, y
donde las grandes compañías, la mayor parte de las veces, le daban un
papel de acompañante en conciertos o en óperas. Pero, al menos en Bruckner
(y también en otros compositores) poco a poco se va haciendo un hueco -el
que le correspondía- en su día ocupado por otros que no lo valían tanto.
Pues bien, el sello francés Naïve, nos remite, de sus grabaciones
históricas de Radio France, el concierto celebrado en el Teatro de los
Campos Elíseos el 21 de Mayo de 1979, donde se interpretaba una única
obra, la 5ª Sinfonía en Si bemol Mayor de Anton Bruckner, con la
Orquesta Nacional de Francia, y el protagonista absoluto del registro:
Lovro von Matacic.
Hay que partir de que la orquesta no es la más bruckneriana de todas (como
era de esperar) y que la sinfonía de Bruckner le queda muy grande. Quizá
este sea el "handicap" que hay que tener más en cuenta. No posee un sonido
rotundo, ni redondo: los metales, en muchas ocasiones (por no decir
siempre) "chirrían" demasiado, la cuerda es bastante corta. Otro handicap
(para muchos puristas sobre todo) son las ediciones que utiliza von
Matacic: para esta interpretación (lo que no viene indicado en el libreto)
el director utiliza una adaptación de la (¿definitiva?) edición Nowak,
pero con añadiduras de la "espuria" edición Schalk, las cuales son: en la
coda del primer movimiento se sutituyen los tresillos de las trompas por
los golpes de timbal, y en la coda de último movimiento, a partir del
compás 543, se añaden los llamados "Once Apóstoles" (que consisten en
reforzar los metales con 11 instrumentistas más), algo que también solía
añadir Jochum en sus grabaciones, para darle un carácter, o impresión, más
de órgano-coral. Hechas estas advertencias vamos con la interpretación.
El primer movimiento se mueve entre lo explicativo y la crispación,
consigue ya en la introducción meternos en ese mundo oscuro y misterioso,
ya sólo con escuchar los pizzicati de la cuerda grave (muy sutilmente por
cierto). El encanto tiende a desaparecer cuando aparecen los arpegios,
unos metales chirriantes y fríos que desempañan este oscurantismo. El
Allegro que le sucede, von Matacic se lo toma al pie de la letra, como
Allegro; otros directores prefieren hacer este pasaje más acorde con un
Andante, como una especie de transición (Klemperer, Jochum, Karajan...)
pero el director croata entra impetuosamente, no hay transición, hay
tensión; y esto con algún matiz, hay algún pasaje en el que parece que se
modera, pero que es sin duda para coger carrerilla, y seguir con ese ritmo
frenético, es una constante crispación, en la que sólo falta que salten
las chispas.
Todo esto limitado por la orquesta, claro, aunque Matacic lo intenta, y
consigue sacarles algo de expresividad, labor que se ve empañada en las
partes solistas, por ejemplo las tres llamadas de las trompas, nunca las
he escuchado yo tan pobres (la trompeta siempre con un sonido hiriente) y
tan poco matizadas, las fanfarrias parecen estar rebajadas, ya que un
"fff" rajaría el sonido, y no se sabría si es mejor el remedio que la
enfermedad. Aun así, Matacic consigue llegar a la coda con la orquesta en
tensión (y también los oyentes): al igual que en la transición al Allegro
los pizzicati de la coda, comienzan a todo correr. A mí me recordó a lo
que hacía Jochum en su grabación para el ciclo de DG (tan criticado tantas
veces) pero que aquí culmina un final muy espectacular, como si el
director se estuviese guardando para esta parte, donde despliega todos los
planos sonoros y toda la artillería pesada. Parece aquí también que los
metales esperasen para lucirse, y ciertamente lo hacen (con las
limitaciones ya mencionadas); al final parece que aquí acaba la sinfonía,
con ese sentido tan apocalíptico, y tanta rotundidad.
El segundo movimiento tiene un arranque, a cargo del oboe, algo "leñoso",
muy forzado, no es el oboe quejumbroso que siempre se asocia con este
pasaje, más bien parece un oboe quejica. Hay que esperar al segundo
movimiento para que Matacic pueda desplegar en las cuerdas todo ese
lirismo reservado. No tienen estas el vuelo de una gran orquesta, pero aun
así, con su rusticidad, consiguen convencerme, con un lirismo religioso,
de oración. No cae Matacic en el sonido hedonista y es de agradecer. Así
prosigue todo el movimiento, salvo alguna incorporación de los metales,
algo "fuera de tono" y que mantiene ese diálogo entre el primer tema,
triste, con el lirismo del segundo, contrastándolo, sin perder un ápice de
coherencia. La sección final, ese diálogo entre la trompa, oboe y flauta,
sobre el soporte armónico de las cuerdas y los timbales, es el más lento,
y quizá uno de los más emotivos que he escuchado, cómo cada uno va
entonando su breve frase, como si la música se fuese "cayendo"... un gran
descubrimiento tímbrico, y un preciso broche a este movimiento, quizá el
más conseguido de toda la versión.
El tercer movimiento quizá le quedara a von Matacic demasiado
"estandarizado", no hace uso del rubato en la segunda sección del primer
tema, ni en el Trío. Queda algo metronómico y cuadriculado. El breve Trío
se mueve por los mismos derroteros, demasiado constreñido. Eso sí, imprime
otra vez aquí un ritmo frenético (machacón para muchos) en el que a los
metales en ocasiones les cuesta seguirle.
En el cuarto movimiento vuelve el director a envolvernos en esa aura
místico-religiosa, pero que quizá queda menos "profunda" que en manos de
un inspirado Jochum, o un no siempre acertado (aquí sí) Celibidache.
Vuelve a adoptar von Matacic un ritmo decidido, pero sin perder ese toque
intimista, salvo, otra vez, por culpa de los metales, que estropean unas
fanfarrias muy bien diseñadas, pero en las que a los músicos les cuesta
hasta afinar. La doble fuga vuelve a jugar, como en el primer movimiento,
entre lo explicativo y la crispación. La primera parte de la misma se
mueve en una línea muy contrapuntística y, a medida que va avanzando, va
consiguiendo esa sensación de crispación y angustia, un gran logro
dramático, a mi modo de ver. La entrada de los "Once Apóstoles" es
verdaderamente colosal (cómo se nota la frescura de los nuevos
instrumentos que se añaden, y el cansancio de los que ya estaban). Al
llegar a este punto, el director ralentiza el tiempo, y va construyendo la
coda con gran solemnidad, sin carreras, verdaderamente grande e imponente.
Y donde al final el público aplaude literalmente a rabiar.
Versión que podría competir con las grandes interpretaciones de esta
sinfonía como son Jochum, Klemperer, Solti, Furtwängler... si no fuera por
la orquesta. Una verdadera pena el no haber contando con otra orquesta
mejor. Aun así, permite conocer el quehacer de un director (bruckneriano)
que tenía bastante que decir en este repertorio, pero que fue ocultado
(justa o injustamente) por otros. Esperemos que las compañías
discográficas sigan en esta línea de rescatar estos "tesoros" perdidos,
reeditándolos, y dejando un poco de lado la grabación de nuevos ciclos, si
lo que se tiene que decir es nada, como viene ocurriendo últimamente.
REFERENCIAS:
BRUCKNER: Sinfonía nº5 en Si bemol mayor.
Orquesta Nacional de Francia. Dir: Lovro von Matacic.
(Grabación en vivo 21 de Mayo de 1979)
Naïve V5000
Distribuidor en España: DIVERDI
E-mail:
diverdi@diverdi.com
Página web:
www.diverdi.com
|