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BUTTERFLY EN SEVILLA,
O EL TRIUNFO DEL FOSO
Por
Fernando López Vargas-Machuca.
Sevilla, Teatro de la Maestranza. 13 y 14 de mayo de 2005.
Puccini:
Madama Butterfly. Xiuwei Sun/Rafaella Angeletti (Cio-Cio-San), Aquiles
Machado/Dante Alcalá (Pinkerton), Juan Jesús Rodríguez/Ángel Ódena
(Sharpless), Enkelejda Shkosa/Elena Belfiore (Suzuki), Eduardo Santamaría
(Goro), Maxin Mikhailov (Tío Bonzo), Vicenç Esteve (Yamadori), Silvia
Vázquez (Kate Pinkerton), Francisco Santiago (Comisario Imperial), Jesús
Becerra (Tío Yakusidé). Coro de la A. A. del Teatro de la Maestranza. Real
Orquesta Sinfónica de Sevilla. Dirección musical: Carlo Rizzi. Dirección
escénica: Giancarlo del Monaco. Producción del Teatro San Carlo de
Nápoles.
Esta
Butterfly hispalense con doble reparto -circunstancia inusual en el
Maestranza- y retrasmisión simultanea en la Sala Manuel García para
atender la espectacular demanda de entradas ha supuesto, más que una serie
de representaciones realmente satisfactorias, un espectacular triunfo de
la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla y de la batuta que en esta ocasión
se encargaba de conducirla. Y es que Carlo Rizzi (ya saben, el mismo que
fuera hace no mucho rechazado por la Orquesta de Valencia como director
titular) ha sido el responsable de una de las mejores prestaciones de foso
que se han escuchado en la historia del teatro sevillano. Y no sólo por
hacer sonar a la ROSS como hacía mucho tiempo que no sonaba en lo que a
perfección técnica, empaste y equilibrio se refiere, sino también por
ofrecer un Puccini de todo punto convincente. Le faltó, eso sí, un grado
más de inspiración y personalidad para alcanzar la altura de los logros
discográficos que ofrecieran algunos genios de la batuta (Barbirolli,
Karajan o el injustamente denostado Sinopoli), pero el maestro italiano
convenció por su acercamiento a un tiempo intenso y sobrio que no sólo
realzaba los portentosos hallazgos de la partitura en lo que a armonía y
orquestación se refiere, sino que también borraba de un plumazo cualquier
rastro de sensiblería, blandura y hedonismo insincero que pudiera
aparecer. Una propuesta realizada mucho antes para servir al compositor
que para obtener el aplauso fácil, pues, y que estando magníficamente
llevada a cabo merced a la prodigiosa técnica del director y a la inmensa
potencialidad de una ROSS que por una vez dio lo mejor de sí misma,
convenció plenamente e hizo alcanzar a estas funciones un sólido nivel
musical.
Lástima que de esa solidez no se pasara a la genialidad por
culpa de unas voces nada bien escogidas. Y es que por mucho que el foso
estuviera espléndido, una Butterfly sin Butterfly difícilmente
terminará de convencer. Xiuwei Sun posee un instrumento demasiado ligero
para el rol, nada cómodo en los extremos de la tesitura y una técnica no
muy sólida (fue bastante problemática su entrada en la función del viernes
13 de mayo); eso sí, la soprano china canta con emoción y actúa con cierta
naturalidad, no tanto en el primer acto -algo ñoña- como en los dos
últimos. Por ello cumplió al menos, cosa que no puede decirse de Rafaella
Angeletti. La joven cantante italiana se halla sin duda dotada de una voz
mucho más adecuada e interesante, si bien de nuevo con problemas por
arriba y por abajo, pero resultó ser una artista de palmaria mediocridad:
deficiente actriz e insensible cantante, con ella el rol de Butterfly no
se hizo creíble en ningún momento. Su esperado 'Un bel dì', bajo mínimos
expresivos y rematado (comentamos la función del sábado 14) con un breve e
insatisfactorio agudo. Total, que por una razón o por otra ninguna de las
dos Cio-Cio-San congregadas dio la talla.
Sí que hubo Pinkerton: el del segundo reparto. Dante Alcalá
no pasará a la historia por la proyección de su voz ni por su personalidad
interpretativa, pero al menos posee un instrumento de gran hermosura,
canta con mucho estilo y calidez y se cree lo que hace. Porque en el
primer reparto el otrora magnífico Aquiles Machado (inolvidable su Hoffman
sevillano de hace unos años) volvía a evidenciar problemas técnicos que,
ojalá nos equivoquemos, pueden deberse no sólo a la rápida evolución de
una voz privilegiada cuya belleza ya no se evidencia en todo momento. En
todo caso, y salvando las desigualdades, cantó con entrega e hizo todo lo
que pudo para sortear su inadecuación física para encarnar al despreciable
marino estadounidense. Los comprimarios sí que convencieron bastante más
en el primer reparto: a pesar de su tosquedad expresiva Juan Jesús
Rodríguez, dotado de una poderosa y rotunda voz, hizo un Sharpless
bastante mejor cantado y mucho más creíble que el del otras veces
admirable Ángel Ódena, que parece prematuramente envejecido, mientras que
la Suzuki de Enkelejda Shkosa, no muy italiana pero vocalmente opulenta,
fue más interesante que la de Elena Belfiore, artista muy voluntariosa y
centrada pero cantante aún verde: desde la estupenda localidad que el
Maestranza tuvo la gentileza de facilitarnos no era fácil escucharla. Fue
magnífico el Goro de Eduardo Santamaría, tanto en lo vocal como en el
plano escénico, mientras que en el resto de los papeles hubo cantantes
correctos, malos y horrendos. El que estuvo espléndido fue el coro, muy
bien aleccionado por su director Valentino Metti y el citado Rizzi.
La producción de Giancarlo del Monaco no alcanza ni mucho
menos los niveles de genialidad de sus Cuentos de Hoffmann
(precisamente los que cantara aquí Machado), pero está resuelta con gran
soltura -perfectos los movimientos del coro- y analiza con gran acierto el
carácter de cada uno de los personajes, evitando casi siempre caer en los
tópicos tan peligrosos en este título. Por desgracia fue insuficiente la
escenografía de Michael Scott, y no sólo por su escasa belleza, sino quizá
también por fracasar en su búsqueda de un punto de equilibrio entre el
respeto a las convenciones y una visión personal mucho menos colorista,
más esencial y al mismo tiempo más digamos "siniestro". En todo caso, la
muy apreciable dirección escénica del hijo del afamado tenor y la
espléndida batuta de Rizzi galvanizaron los resultados de esta
Butterfly que, de haber contado con una soprano convincente, podía
haber alcanzado mucho más que esta sólida corrección. ¿Conclusiones de
cara al futuro? Pues que el Maestranza debe volver a prestar atención a la
elección de los elencos, aspecto muy descuidado también en las otras
producciones (Onegin, Poppea y Boccanegra) de la
presente temporada. Y que debería contratar a Carlo Rizzi para las nueve o
diez próximas. Por lo menos.
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