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Número 65º - Junio 2.005


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RETORNO A LA SENCILLEZ

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.

          

Cada año, por las fechas veraniegas, Claudio Abbado acude al Festival de Lucerna, uno de los poquísimos compromisos musicales que aún mantiene en su actual situación de "semi-retiro", desde que abandonó la titularidad de la Filarmónica de Berlín. El director milanés, que en estos momentos bien puede ser la batuta más prestigiosa en activo, sólo dirige ahora lo que le apetece y donde le apetece, y da unos pocos conciertos al año, pero nunca falta a su cita con Lucerna.

Para tocar bajo su dirección se ha formado una orquesta propia del Festival, y, leyendo los nombres de sus integrantes, uno puede llegar a sentir vértigo, pues están muchos músicos famosos de orquestas como la Filarmónica de Berlín, la de Viena o incluso solistas de prestigio. Así, encontramos aquí al violín a Kolja Blacher o Renaud Capuçon, a la viola a Wolfram Christ, al cello a Natalia Gutman o Gautier Capuçon, al contrabajo a Alois Posch, a todo el Cuarteto Hagen... a Emmanuel Pahud a la flauta, Sabine Meyer al clarinete, Myron Bloom o Manfred Klier a la trompa... Es inevitable, al leer tantos nombres famosos, acordarse de las orquestas que se formaban alrededor de Pau Casals en el Festival de Prades. Aunque, como en aquellas ocasiones, pueda cumplirse que la suma de muchos grandes nombres no necesariamente sea igual a una gran orquesta.

En este caso, pese a que gran parte de los músicos proceden de la Filarmónica de Berlín, el conjunto de Lucerna no suena como el berlinés. Parece que no es lo mismo una orquesta estable, con músicos habituados a tocar juntos, que un conjunto reunido "ad hoc" aunque sean todo primerísimas figuras. Aunque tal vez sea eso lo que haya pretendido Abbado: prescindir de una orquesta "profesional" que tocaría con mucha más perfección, pero también tendría aprendida una visión fija de cómo tocar una obra, y empezar de nuevo con una orquesta formada desde cero, a la que pueda moldear según sus criterios. Y esto se nota en las interpretaciones aquí incluidas.

La Sinfonía nº 2 "Resurrección" de Mahler es para Abbado una obra muy especial: fue la que eligió en 1965 para su debut en el Festival de Salzburgo, causando sensación, lo que le supondría su consagración a la fama y un contrato de grabaciones con la DG. Existe grabación de aquel evento, que ha circulado en sellos "piratas", y que nos muestra a un Abbado joven, técnicamente perfecto y pletórico de energía. En 1976 vendría su primera grabación de esta obra para la DG, con la Sinfónica de Chicago, que para muchos críticos sigue siendo la mejor de las que hizo, y en 1992 la volvería a grabar en digital con la Filarmónica de Viena, siendo esta última versión la que se incluyó en la caja del ciclo completo de sinfonías de Mahler por Abbado. Por tanto, la presente grabación con la orquesta del Festival de Lucerna supone ya la tercera vez que Abbado graba esta obra para el mismo sello, siempre la DG.

Abbado es hombre de fuertes contrastes y suele bascular de un extremo a otro con facilidad. No hay más que comparar la grabación vienesa de 1992 de la "Resurrección" con esta de Lucerna. En la de Viena encontrábamos una sutileza y una sofisticación llevadas al extremo, como buscando matices nuevos en una obra que, si se tocara "como siempre", parece como si estuviera ya "demasiado vista". En esta de Lucerna por el contrario, la sencillez es total, parece un Mahler "explicado para escolares". Todo es muy directo, no se pierde en sutilezas, es una versión hecha con "nervio", con tempi generalmente rápidos, que puede ser atractiva para un gran público, ya que la obra le queda así muy amena y se entiende bien; claro está, a cambio sacrifica la riqueza de matices que otros directores (y él mismo en ocasiones anteriores) extraen de la Sinfonía.

¿Puede deberse esto al carácter "no estable" de su orquesta? Tal vez el hecho de no estar acostumbrados a tocar juntos haga que se hayan tenido que aprender de nuevo la obra "desde cero", y el director les haya enseñado lo más esencial de la obra. De todos modos, los "escolares" son aquí todos de altísimo nivel.

Estas líneas generales se siguen en toda la sinfonía y, analizando movimiento por movimiento, se podría añadir respecto al primero que ese carácter "directo" casi de "presencia física" de toda la versión le queda algo efectista, aunque convence, como también el Andante (que es muy veloz, a veces parece casi rossiniano). Muy atractivo el "nervio" que le imprime Abbado al Scherzo. En el "Urlicht" se puede echar en falta algo más de "misterio", y en el final se vuelve a un cierto efectismo "estándar" y algún detalle todavía recuerda al Abbado sofisticado de Viena (como esa entrada lentísima del coro sobre la palabra "Resucitad"). Puede destacarse también la correcta actuación de las dos solistas (sin hacer historia en su parte ninguna de ellas) y la muy buena del Orfeón Donostiarra.

Una interpretación, en suma, que no tiene la riqueza de matices de un Chailly (por citar una de las grabaciones digitales más recomendables), mucho más ortodoxo y con un tempo mucho más lento, con el que consigue desgranar más pausadamente las bellezas de esta obra. Pero que tiene (esta de Abbado), a pesar de ello, un extraño atractivo, pues lo que se pierde en matices se gana en coherencia del conjunto, en la obra entendida como un todo, y así tenemos otra de las grabaciones más interesantes de esta Sinfonía en la era digital. Más interesante, desde luego, que la anterior de Abbado-Viena y que las de los Solti, Rattle, Tennstedt o Sinopoli de turno, e incluso quizá más que la de Bernstein de su última época, que a cada nueva audición parece más caprichosa y arbitraria. Por supuesto, las Segundas más grandes son más antiguas: Klemperer, Walter, Neumann, etc. pero en una obra como esta se agradece una toma sonora digital. Ahora la pregunta es: ¿Será esta la última grabación de Abbado de la Sinfonía "Resurrección"?


Lo que es una novedad absoluta en la discografía de Abbado es el complemento, El Mar de Debussy, pues el intérprete de grabaciones muy apreciadas de obras del autor francés como Nocturnos, Preludio a la siesta de un fauno o La doncella elegida nunca había llevado al disco la obra orquestal más "emblemática" del compositor. Y de ese Mar se pueden predicar las mismas virtudes (y, si se quiere, defectos) que de la Segunda de Mahler: es una versión que va a lo esencial, poco atenta a detalles ni a filigranas, que explica muy bien la obra y consigue un raro equilibrio, donde nunca se pierde la sensualidad tímbrica típicamente "francesa" pese a que el fraseo es muy marcado y en ocasiones hasta contundente; salvando las distancias, nos recuerda al Mar grabado por Inghelbrecht, el director al que muchos (siguiendo en esto los elogios del propio compositor) ven como "la referencia" en la interpretación de Debussy. Aunque hay que decir que Inghelbrecht exprimía de su orquesta bastantes más detalles que Abbado.

Con todo, Abbado consigue un sugerente "Del alba...", un "Juego de olas" pleno de sentido "lúdico" y un "Diálogo" con la espectacularidad justa, sin pasarse. En conjunto, consigue una versión plenamente "idiomática" de Debussy (lo que no consigue, por ejemplo, Muti en Filadelfia, pese a su apabullante derroche de virtuosismo), plenamente comunicativa (a diferencia de un Giulini, algo frío y distante, sobre todo en su última grabación en Sony) y de una tímbrica tan sensual que nos hace pensar que, hoy día, Abbado podría hacer una versión extraordinaria de Sheherezade. Uno de los grandes "Mares", como mínimo, de la era digital, incluso se podría decir de la era estéreo, y que por sí solo ya haría recomendable este doble CD.



REFERENCIAS:

MAHLER: Sinfonía nº 2 "Resurrección"
DEBUSSY: El Mar
Eteri Gvazava, soprano
Anna Larsson, contralto
Orfeón Donostiarra (Director: José Antonio Sainz Alfaro)
Orquesta del Festival de Lucerna
Director: Claudio Abbado
DG 00289 477 5082 (2 CD's)