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RETORNO A LA SENCILLEZ
Por
Angel Riego
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Cada año, por las
fechas veraniegas, Claudio Abbado acude al Festival de Lucerna, uno de los
poquísimos compromisos musicales que aún mantiene en su actual situación
de "semi-retiro", desde que abandonó la titularidad de la Filarmónica de
Berlín. El director milanés, que en estos momentos bien puede ser la
batuta más prestigiosa en activo, sólo dirige ahora lo que le apetece y
donde le apetece, y da unos pocos conciertos al año, pero nunca falta a su
cita con Lucerna.
Para tocar bajo su dirección se ha formado una orquesta propia del
Festival, y, leyendo los nombres de sus integrantes, uno puede llegar a
sentir vértigo, pues están muchos músicos famosos de orquestas como la
Filarmónica de Berlín, la de Viena o incluso solistas de prestigio. Así,
encontramos aquí al violín a Kolja Blacher o Renaud Capuçon, a la viola a
Wolfram Christ, al cello a Natalia Gutman o Gautier Capuçon, al contrabajo
a Alois Posch, a todo el Cuarteto Hagen... a Emmanuel Pahud a la flauta,
Sabine Meyer al clarinete, Myron Bloom o Manfred Klier a la trompa... Es
inevitable, al leer tantos nombres famosos, acordarse de las orquestas que
se formaban alrededor de Pau Casals en el Festival de Prades. Aunque, como
en aquellas ocasiones, pueda cumplirse que la suma de muchos grandes
nombres no necesariamente sea igual a una gran orquesta.
En este caso, pese a que gran parte de los músicos proceden de la
Filarmónica de Berlín, el conjunto de Lucerna no suena como el berlinés.
Parece que no es lo mismo una orquesta estable, con músicos habituados a
tocar juntos, que un conjunto reunido "ad hoc" aunque sean todo
primerísimas figuras. Aunque tal vez sea eso lo que haya pretendido
Abbado: prescindir de una orquesta "profesional" que tocaría con mucha más
perfección, pero también tendría aprendida una visión fija de cómo tocar
una obra, y empezar de nuevo con una orquesta formada desde cero, a la que
pueda moldear según sus criterios. Y esto se nota en las interpretaciones
aquí incluidas.
La Sinfonía nº 2 "Resurrección" de Mahler es para Abbado una obra
muy especial: fue la que eligió en 1965 para su debut en el Festival de
Salzburgo, causando sensación, lo que le supondría su consagración a la
fama y un contrato de grabaciones con la DG. Existe grabación de aquel
evento, que ha circulado en sellos "piratas", y que nos muestra a un
Abbado joven, técnicamente perfecto y pletórico de energía. En 1976
vendría su primera grabación de esta obra para la DG, con la Sinfónica de
Chicago, que para muchos críticos sigue siendo la mejor de las que hizo, y
en 1992 la volvería a grabar en digital con la Filarmónica de Viena,
siendo esta última versión la que se incluyó en la caja del ciclo completo
de sinfonías de Mahler por Abbado. Por tanto, la presente grabación con la
orquesta del Festival de Lucerna supone ya la tercera vez que Abbado graba
esta obra para el mismo sello, siempre la DG.
Abbado es hombre de fuertes contrastes y suele bascular de un extremo a
otro con facilidad. No hay más que comparar la grabación vienesa de 1992
de la "Resurrección" con esta de Lucerna. En la de Viena
encontrábamos una sutileza y una sofisticación llevadas al extremo, como
buscando matices nuevos en una obra que, si se tocara "como siempre",
parece como si estuviera ya "demasiado vista". En esta de Lucerna por el
contrario, la sencillez es total, parece un Mahler "explicado para
escolares". Todo es muy directo, no se pierde en sutilezas, es una versión
hecha con "nervio", con tempi generalmente rápidos, que puede ser
atractiva para un gran público, ya que la obra le queda así muy amena y se
entiende bien; claro está, a cambio sacrifica la riqueza de matices que
otros directores (y él mismo en ocasiones anteriores) extraen de la
Sinfonía.
¿Puede deberse esto al carácter "no estable" de su orquesta? Tal vez el
hecho de no estar acostumbrados a tocar juntos haga que se hayan tenido
que aprender de nuevo la obra "desde cero", y el director les haya
enseñado lo más esencial de la obra. De todos modos, los "escolares" son
aquí todos de altísimo nivel.
Estas líneas generales se siguen en toda la sinfonía y, analizando
movimiento por movimiento, se podría añadir respecto al primero que ese
carácter "directo" casi de "presencia física" de toda la versión le queda
algo efectista, aunque convence, como también el Andante (que es muy
veloz, a veces parece casi rossiniano). Muy atractivo el "nervio" que le
imprime Abbado al Scherzo. En el "Urlicht" se puede echar en falta algo
más de "misterio", y en el final se vuelve a un cierto efectismo
"estándar" y algún detalle todavía recuerda al Abbado sofisticado de Viena
(como esa entrada lentísima del coro sobre la palabra "Resucitad"). Puede
destacarse también la correcta actuación de las dos solistas (sin hacer
historia en su parte ninguna de ellas) y la muy buena del Orfeón
Donostiarra.
Una interpretación, en suma, que no tiene la riqueza de matices de un
Chailly (por citar una de las grabaciones digitales más recomendables),
mucho más ortodoxo y con un tempo mucho más lento, con el que consigue
desgranar más pausadamente las bellezas de esta obra. Pero que tiene (esta
de Abbado), a pesar de ello, un extraño atractivo, pues lo que se pierde
en matices se gana en coherencia del conjunto, en la obra entendida como
un todo, y así tenemos otra de las grabaciones más interesantes de esta
Sinfonía en la era digital. Más interesante, desde luego, que la
anterior de Abbado-Viena y que las de los Solti, Rattle, Tennstedt o
Sinopoli de turno, e incluso quizá más que la de Bernstein de su última
época, que a cada nueva audición parece más caprichosa y arbitraria. Por
supuesto, las Segundas más grandes son más antiguas: Klemperer, Walter,
Neumann, etc. pero en una obra como esta se agradece una toma sonora
digital. Ahora la pregunta es: ¿Será esta la última grabación de Abbado de
la Sinfonía "Resurrección"?
Lo que es una novedad absoluta en la discografía de Abbado es el
complemento, El Mar de Debussy, pues el intérprete de grabaciones
muy apreciadas de obras del autor francés como Nocturnos,
Preludio a la siesta de un fauno o La doncella elegida nunca
había llevado al disco la obra orquestal más "emblemática" del compositor.
Y de ese Mar se pueden predicar las mismas virtudes (y, si se
quiere, defectos) que de la Segunda de Mahler: es una versión que
va a lo esencial, poco atenta a detalles ni a filigranas, que explica muy
bien la obra y consigue un raro equilibrio, donde nunca se pierde la
sensualidad tímbrica típicamente "francesa" pese a que el fraseo es muy
marcado y en ocasiones hasta contundente; salvando las distancias, nos
recuerda al Mar grabado por Inghelbrecht, el director al que
muchos (siguiendo en esto los elogios del propio compositor) ven como "la
referencia" en la interpretación de Debussy. Aunque hay que decir que
Inghelbrecht exprimía de su orquesta bastantes más detalles que Abbado.
Con todo, Abbado consigue un sugerente "Del alba...", un "Juego de olas"
pleno de sentido "lúdico" y un "Diálogo" con la espectacularidad justa,
sin pasarse. En conjunto, consigue una versión plenamente "idiomática" de
Debussy (lo que no consigue, por ejemplo, Muti en Filadelfia, pese a su
apabullante derroche de virtuosismo), plenamente comunicativa (a
diferencia de un Giulini, algo frío y distante, sobre todo en su última
grabación en Sony) y de una tímbrica tan sensual que nos hace pensar que,
hoy día, Abbado podría hacer una versión extraordinaria de Sheherezade.
Uno de los grandes "Mares", como mínimo, de la era digital, incluso se
podría decir de la era estéreo, y que por sí solo ya haría recomendable
este doble CD.
REFERENCIAS:
MAHLER: Sinfonía nº 2 "Resurrección"
DEBUSSY: El Mar
Eteri Gvazava, soprano
Anna Larsson, contralto
Orfeón Donostiarra (Director: José Antonio Sainz Alfaro)
Orquesta del Festival de Lucerna
Director: Claudio Abbado
DG 00289 477 5082 (2 CD's)
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