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Número 65º - Junio 2.005


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D'ARTAGNAN Y LOS TRES MOSQUETEROS 

Por Rubén Flórez Bande

          

"Uno para todos, y todos para uno" era el grito de estos Mosqueteros de la guardia del rey Luis XIII de Francia. Y esa es la conclusión a la que yo llego tras escuchar este disco.

D´Artagnan:

Boulez sigue, por segunda vez en muchos casos, volviendo al mundo bartokiano, donde vemos que últimamente se encuentra muy a gusto, y con unos resultados muchas veces envidiables, superiores casi siempre (por no decir siempre) a sus primeras lecturas para CBS/SONY. Ahora en DG, con las orquestas que él quiere, y los interpretes que él elige, redondea el que quizá sea "el Bartók de nuestros días"

Le llega el turno a los Conciertos para piano. En su origen, iban a ser los tres interpretados por Krystian Zimerman, o eso se había anunciado en su día. Pero, conociendo al divo como se le conoce, poco hay que creerse hasta que no se vea; en este caso, hasta que no se escuche. Pues bien, Zimerman no pasó de grabar el Primer Concierto, los siguientes son interpretados por Leif Ove Andsnes (), cedido por la EMI, y Hélène Grimaud (), la nueva estrella de la casa. Y dados los resultados, vuelvo a reafirmarme, en que este sea quizá "el Bartók de nuestros días".

Boulez ya había grabado para EMI, en 1969, junto con Daniel Barenboim, y la New Philharmonia, los Conciertos Primero y Tercero, dejando fuera el Segundo, ya que el pianista argentino no se veía (y sigue sin verse) capacitado para interpretarlo (en su día lo justificó diciendo que sus manos no conseguían abarcar la extensión de muchos de los acordes del Concierto). Obviando la labor del joven pianista, en esta ocasión más perdido que un pulpo en un garaje (en ambos Conciertos) cabría destacar la ya madura recreación que hace Boulez, que en relación con el reciente registro nos permite ver que después de más de 30 años sigue manteniendo sus criterios sin inmutarlos. Quizá esté hoy más pendiente de la tímbrica orquestal, o de cierto mimo o displicencia hacia los solistas. Pero el criterio sigue siendo el mismo.

Es la suya una lectura cuidadosa en la forma, pocas libertades se permite el director francés, rubato nulo, excesos "nacionalistas" nulos, a no ser los propiamente escritos, atención al detalle escrupuloso, fuera las medias tintas y las sofisticaciones. Para muchos puede que suene demasiado "explícito", si uno recurre a la "escuela húngara" de directores, véase Solti, Fricsay... que al lado de Boulez, quizá tengan algo más de "raza", o de pasión (no siempre bien medida) pero que despreocupan, a mi modo de ver, ese lado formal, esa forma, que siempre cuidó Bartók.

Porthos:

En el Primer Concierto destaca la rotundidad casi obsesiva que le da Boulez, incluso en el Andante (sin ser explícita) se intuye esa sensación de rotundidad, de que algo ominoso ahí dentro va a suceder. A eso también ayuda, en esta ocasión, el piano siempre "inesperado" de Zimerman, uno no sabe lo que le espera a la vuelta de compás, siempre manteniendo esa tensión, en muchas ocasiones agobiante. La respuesta orquestal, de primera fila, donde los metales y percusión de Chicago lo dan todo de sí. En ocasiones, Zimerman participa de esa arrogancia orquestal, utilizando su piano como un verdadero instrumento percutido, no como hiciera Barenboim también con Boulez, que sólo se limita a "meter ruido"; Zimerman participa de esa "coherencia" orquestal. En cierto modo, es la misma sensación que uno percibe al escuchar la grabación de Pollini con Abbado y la misma orquesta (también DG), una homogeneidad orquesta/solista a la misma altura. Boulez no sepulta al pianista, todo lo contrario, lo integra. Para los que tenemos "asociado" a Zimerman a otro repertorio, nos choca escucharle aquí, con esa agresividad casi obscena, pero que sin duda impresiona, y marca su propio estilo. Un detalle que me llamó la atención, y que no he escuchado en otras versiones, es lo que sucede en el Andante, y que luego sucederá en el Adagio-Presto-Adagio del Segundo Concierto, y es esa "sensación debussística" (si me permiten el término) que se percibe, ese toque de nocturno orquestal, muchas veces, ese cuidado de la tímbrica, y sobre todo en la cuerda, me trajo a la memoria las Fêtes de Debussy. ¿Una licencia de Boulez? ¿Un guiño?

Athos:

En el Segundo Concierto ocurre casi lo mismo. No creo que sea un despropósito, a estas alturas comparar de igual a igual, técnicamente, a Zimerman con Andsnes; si es un despropósito, que creo que no, espero me perdonen. No creo que el pianista noruego tenga que envidiarle técnicamente nada al polaco. Otra cosa es interpretativamente. Andsnes participa de nuevo en esa rotundidad del Primer Concierto, pero quizá más comedida, más "redonda" En este caso la compañera es la Filarmónica de Berlín, mucho más empastada (sobre todo los metales y maderas) que Chicago, pero de una brillantez envidiable. Andsnes aborda el Concierto como una obra stravinskiana, no carga las tintas en ese sonido bartokiano, misterioso si se quiere, opresivo, quizá sea más despreocupado. Más pendiente de lo expresivo, sobre todo en el primer y tercer movimiento, que meditado. No quiero decir con esto que sea la suya una lectura frívola, no. Sino que algo más de implicación "emocional" (si se quiere) no le habría venido mal. El segundo movimiento es lo más conseguido, aquí el pianista extrae con sumo cuidado todo el poder tímbrico de su instrumento. Boulez juega con las dinámicas que es un primor (no se asusten del bombo al comienzo, por ejemplo) mantiene esa idea de rotundidad, aquí no vale andarse con medias tintas.

Aramis:

El Tercer Concierto difiere bastante de los dos anteriores. Más intimista que "expresionista", más melódico que rítmico, más sosegado que impetuoso, más comedido que expeditivo. Boulez, al igual que hiciera en su anterior registro (y aquí más) saca ese lado "íntimo" de la obra. Aquí no vale sorprender, hay que convencer. Y para muestra un botón. En el "Adagio religioso" hay que escuchar cómo modula la cuerda de la Sinfónica de Londres, donde les extrae ese sonido aterciopelado, casi mimoso. Uno se sorprende que sea Boulez el que dirige (para que después se metan con su "frialdad"), todo un dominio técnico y expresivo, que a mí me ha dejado con la boca abierta. No suena "religioso", suena "personal", hay que escucharlo. En este caso, la parte del piano le toca a la Grimaud, que participa de ese aire sosegado que le imprime Boulez. Quizá sea el suyo un piano demasiado "sensual" (evito la palabra romántico) en el que se la nota incómoda en las partes "hirientes", que las hay, pero que en cambio disfruta del lado melódico que es el que más abunda. Boulez la mima bien en esas partes melódicas, pero él no se amedrenta cuando hay que darlo todo. Quizá ahí sí se quede algo corta la Grimaud. La orquesta, una de las más dúctiles del mundo, quizá no posea la "contundencia" de las otras dos, pero se adapta bien, a las ideas "camaleónicas" del director francés. En este caso, la sencillez.

En resumen, un disco disfrutable del principio a fin. Apto para todos los públicos, con una selección de orquestas y pianistas bastante coherente, y donde el nexo de unión entre ellos y Bartók es un "joven" de 80 años Boulez, quien lo diría...


REFERENCIAS:

BARTOK: Conciertos para piano nºs 1, 2 y 3
(nº 1) Piano: Krystian Zimerman. Orquesta Sinfónica de Chicago
(nº 2) Piano: Leif Ove Andsnes. Orquesta Filarmónica de Berlín
(nº 3) Piano: Hélène Grimaud. Orquesta Sinfónica de Londres
Director: Pierre Boulez.
DG 477 533-0