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BRUCKNER HISTORICISTA
Por
Rubén Flórez
Bande
Está claro que,
una vez muertos Tintner y Wand, intentar encontrar la "esencia
bruckneriana" a día de hoy, parece harto difícil, por no decir imposible;
yo aún ando en ello. Viendo el panorama bruckneriano actual, parece uno
deprimirse: cansino el Bruckner de Haitink; para muchos original, para
otros bochornoso, el Bruckner de Harnoncourt (a mí sólo me deja
indiferente); aséptico, salvo excepciones, el Bruckner de Chailly; Boulez
parece que puede decir algo (a su manera), interesante su 8ª;
Gielen aún motiva algo más, muy buena su 7ª; Barenboim
excesivamente sobrevalorado... Así andan las cosas.
Pues bien, ahora les toca a los historicistas. Herreweghe se lanza al
mundo bruckneriano de cabeza, con el propósito de grabar el ciclo completo
en 10 años. Y la primera entrega, la "archiconocida" 7ª.
Directores historicistas que se hayan acercado a Bruckner ha habido
alguno, por ejemplo Norrington o Harnoncourt, con resultados bien
diferentes entre sí, pero ambos con orquestas modernas. Herreweghe es el
primero que utiliza una orquesta historicista (salvo las tubas wagnerianas
y la tuba contrabajo, que son instrumentos modernos) Los resultados pueden
espantar a muchos y atraer a otros.
Herreweghe propone un Bruckner ligero, su interpretación no llega a la
hora de duración, similar a las duraciones de directores tan dispares como
Gielen, Kabasta o Schuricht. No es un Bruckner pesado, más bien va directo
al grano. Ausencia completa del vibrato, ausencia exagerada de agónicas,
poco rubato, sequedad en muchos ataques, etc.; plantamientos que poco se
asocian con Bruckner. Herreweghe no descubre América, pero sí, con cierta
lógica, intenta convencer.
En el primer movimiento juega con la multitud de contrastes que existen,
pero no hay descanso, todo sucede demasiado deprisa, el fraseo en
ocasiones suena forzado, aun así le quita trascendencia, y lo hace
accesible, cosa difícil en este primer tiempo. Las entradas de los metales
en un principio molestan, pero a medida que avanza la obra, y en
siguientes audiciones, uno acaba familiarizándose con esta sonoridad, tan
poco frecuente en este tipo de obras. La coda del mismo, quizá sea lo que
sale peor parado. Herreweghe reduce el ritmo y el tempo, en cierto modo, y
el resultado es un final, para un servidor, algo ligero, casi sin
trascendencia, como si el movimiento no concluyese ahí... uno espera algo
más, acostumbrado, claro, a otras cosas.
En el Adagio, donde es imposible no recrearse, Herreweghe no cae en el
lado lírico, siempre asociado con el Romanticismo. Más bien nos da una
"versión de cámara": todo se escucha muy claro, las familias dialogan
entre sí, atención sobre todo a las familias de la cuerda, cómo Herreweghe
(dentro de lo que cabe) intenta jugar con la tímbrica de estos
instrumentos. Los tutti, por lo general, quedan algo "postizos" en estos
diálogos, al igual que los acelerados crescendos. Pero, aun así, todo
parece tener una lógica.
El Scherzo no suena demoníaco, ni siquiera suena tenebroso, demasiado
marcial para mi gusto, incluso algo inflado. Mucho mejor el Trío, que
vuelve a llevarnos a ese sonido camerístico (gracias también al número de
instrumentistas, inferior al habitual) con un toque bucólico, quizá una de
las pocas licencias románticas que se permite Herreweghe.
En el Finale, Herreweghe juega con esos temas que parecen no tener sentido
ni coherencia, en ocasiones suena algo basto, algo de "brocha gorda", muy
"kapellmeister" (todo hay que decirlo), pero sin fuerza en muchos de
ellos. La coda vuelve, al igual que en el primer movimiento, a pecar de
ligera, aunque eso sí, aquí con un sonido más majestuoso, más de "punto
final" que de quedar en el aire.
El sonido es otra característica, hablar del color orquestal sería un poco
difícil, parece más bien un maremagno de tímbricas diferentes. Lo más
molesto, quizá el sonido "roto" de los metales, que pierden ese toque
"heroico", "potente", que se da normalmente en versiones románticas. El
conjunto, en cierto modo "camerístico", si en cierto modo hace perder
también ese toque de grandeza, nos permite apreciar detalles, que en tan
magnas dimensiones son difíciles de percibir: por ejemplo, partes de
violines primeros y violines segundos, los tempi elegidos, no pienso que
sean un problema tampoco, ya que la intensidad de la interpretación se
mantiene continuamente, no caben las originalidades.
Aun así, un servidor prefiere quedarse con las interpretaciones "de toda
la vida", no sin negarle méritos a esta interpretación, arriesgada, y
coherente en su estilo. Herreweghe es un gran profesional, a estas alturas
no digo nada nuevo, y con esa sensatez interpreta esta obra. Ahora...
elijan ustedes.
REFERENCIAS:
BRUCKNER: Sinfonía nº 7 en re mayor.
Orquesta de los Campos Elíseos. Dir: Philippe Herreweghe.
Harmonia Mundi HCM 801857
(Super Audio CD híbrido, compatible con los lectores de CD)
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