La flauta demediada

Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum. 

La flauta mágica. Singspiel en dos actos. Música: Wolfgang Amadeus Mozart. Libreto: Emanuel Schikaneder, con textos adicionales de Rafael Argullol. Reparto: Daniel Borowski (Sarastro); Toby Spence (Tamino); François Lis (orador); Joseph Miquel Ribor, Eduardo Santamaría (dos sacerdotes); Erika Miklósa (La Reina de la Noche); Marie Arnet (Pamina); Ana Ibarra, Cecilia Díaz, Francisca Beaumont (tres damas); Brett Polegato (Papageno); Emmanuelle Goizé (Papagena); Markus Brutscher (Monostatos). Coro y Orquesta Titular del Teatro Real. Director musical: Marc Minkoswki. Proyecto escénico: Jaume Plensa, La Fura dels Baus. Dirección de escena: Alex Ollé, Carlos Padrissa, La Fura dels Baus. Director del coro: Jordi Casas. Iluminador: Albert Faura. Producción del Teatro Real, Ópera Nacional de París y Ruhr Triennale. Teatro Real de Madrid, 5 al 18 de julio de 2005.

“Singspiel” es el término alemán compuesto de las palabras “canto” (Singen) y “función” (Spiel) para aludir al género que mezcla ópera cantada y teatro hablado. Esa fusión fue impulsada por las ideas ilustradas de Rosseau encaminadas a la búsqueda de mayor naturalidad. La flauta mágica es el más celebrado y singular Singspiel de toda la historia. La presentación en el Teatro Real de Madrid del montaje de La Fura dels Baus estuvo rodeado de expectación y ha sido, como cabía de esperar, polémico. Lo más notorio es la supresión de toda la parte hablada, para dejar solo música e imágenes. Esta mutilación rompe completamente el frágil hilo argumental de la obra. En una recreación abiertamente vanguardista podría haber tenido sentido, pero no así en esta producción que, por lo demás es bastante convencional: hay geometrías abstractas (como es tantas óperas de las últimas décadas), estrellitas para la Reina de la Noche y plumas para Papageno. La puesta en escena está lejos de ser innovadora y emplea un lenguaje actual, en contacto con el de Robert Wilson, Luca Ronconi o Carles Santos, por citar tres figuras que no hace mucho hemos visto por Madrid. La escenografía de Jaume Plensa es sugerente, pero no sirve a la obra ni termina por aprovechar las muchas ideas que derrocha. Los textos adicionales de Rafael Argullol, susurrados por altavoces, están completamente fuera de lugar. La iluminación del maestro Albert Faura y los vídeos de Franc Aleu son impecables, como todos los aspectos técnicos del escenario. La parte artística y la musical fueron los puntos más débiles. La orquesta, dirigida  por Marc Minkowski, sonó con pesadez y el coro estuvo algo rudo. [Recordamos a Minkowski por su magnífica actuación del año pasado al frente de Les Musicien du Louvre. Interpretaron entonces un oratorio de Haendel dentro del Festival de Verano del Teatro Real con muy buen criterio.] Los cantantes de “la flauta” estuvieron correctos y entregados. En el reparto que pude escuchar (había dos) estuvieron fantásticos los tres niños –seguros, afinados, potentes– solistas del Tölzer Knabenchor. Fueron muy apreciables las voces de Toby Spencer y Marie Arntet, como Tamino y Pamona. Por su parte, Erika Miklósa resuelvió con holgura las coloraturas de la Reina de la noche. La función divierte por algunas de sus ocurrencias visuales y acrobáticas, pero éstas no bastan para sostener una ópera. La fura dels Baus es un grupo magnífico pero, definitivamente, la ópera no es lo suyo. Dicho esto con toda mi admiración.

(Fotografía de Úrsula Kaufmann, Ruhr Triennale)