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ALCINA EN OVIEDO
Por
Angel Riego
Cue. Lee su
Curriculum.
Oviedo, Teatro Campoamor. 25 de septiembre de 2005. Haendel: Alcina. A.
Cherichetti, S. Tró Santafé, Ch. Chialli, O. Sala, E. Bayón, F. Vas, D.
Menéndez. Coro El León de Oro. Orquesta Sinfónica Ciudad de Oviedo (OSCO).
Dirección musical: Paul Dombrecht. Dirección escénica: David Mc Vicar.
En los últimos años hemos
asistido a un renacimiento del interés por las óperas de Haendel, un
verdadero "revival" casi siempre de la mano de las agrupaciones con
instrumentos de época, y que se ha traducido en un aumento de las
representaciones de estas obras. Las escenografías han sido a menudo
innovadoras, pues para un espectador actual, aunque la música de Haendel
sigue conservando su belleza, sus argumentos le quedan ya muy lejanos.
El Teatro Campoamor ya se había apuntado al revival haendeliano en 1999
con la puesta en escena de la ópera más importante de Haendel, Julio
César (existe como precedente más lejano el único ejemplo de la
Almira de 1985). Ahora se ha decidido a abrir la temporada con otra
de las que le siguen en popularidad, al menos entre un público más o menos
"iniciado", como es la Alcina, la historia de una hechicera que
tiene cautivo por amor hacia ella al caballero Ruggiero, al que intenta
recuperar su esposa Bradamante (disfrazada de hombre) ayudada por su tutor
Melisso.
Empezando por la parte vocal, hay que felicitarse de que el nivel fue
bastante homogéneo, sin apenas ningún cantante que desmereciera del
conjunto. Otra cosa es que las coloraturas salieran impecables o la
ornamentación de las arias quedara perfecta; en ese sentido, los mejores
momentos (que se elevaran por encima del buen nivel general) nos los
proporcionó en el papel de Ruggiero (escrito originalmente para
"castrato") la mezzo Silvia Tró Santafé, que encadiló al público en su
aria del segundo acto, "Verdi Prati". No echamos de menos a Jennifer
Larmore, prevista incialmente para el papel, y que canceló a última hora.
El papel titular estaba cantado por la soprano Anna Cherichetti, poseedora
de un instrumento de gran volumen que algunas veces se escapaba a su
control, sin embargo su actuación en conjunto fue muy satisfactoria y tal
vez fuera la cantante que más se esforzaba por "dar todas las notas". Muy
bien la Morgana de Ofelia Sala, aunque en las coloraturas parecía
"comerse" notas lo compensó con creces con una actuación escénica
realmente impagable. También estuvo correcta en lo vocal Chiara Chialli
como Bradamante, y escénicamente era bastante creíble en su papel de mujer
que aparenta ser un hombre. Entre los secundarios, muy bien el Melisso de
David Menéndez, correcto el Oberto de Eliana Bayón, y lo más descuidado
fue el Oronte de Francisco Vas, tratado como un mero papel "de relleno".
El coro "El León de Oro" estuvo a la altura de lo que demandaba la obra, y
la dirección de Paul Dombrecht, aunque pecó de cierto estatismo, tuvo al
menos el mérito de que la OSCO sonara con algún estilo barroco, dentro de
lo que cabe en un conjunto no acostumbrado a estas músicas ni a la
interpretación historicista. La obra se ofreció con cortes (el acto 3º
quedaba reducido a unos 40 minutos, cuando completo duraría al menos 60).
Queda por hablar de la parte escénica, lo más interesante de la
producción. En un intento por hacer creíble la acción, el palacio de
Alcina parecía convertido en un lujoso antro de placer carnal (¿cómo, si
no, puede mantener cautivo a un cabalero enamorado por sus hechizos) y su
hermana Morgana era una "vampiresa" con traje de noche y guantes largos a
lo Rita Hayworth en la película Gilda. Para rellenar los momentos
más "estáticos" de la obra, en los que la acción es mínima, se añadían
números de ballet (por cierto, gran nivel el de los bailarines, casi todos
nombres británicos) y diversos "gags", del que el más recordado
seguramente será el del aria que hablaba de los engaños de las mujeres,
acompañada por un número de ballet de tres damas vestidas a la usanza del
XVIII, pelucas incluidas, y que finalmente se descubre que son tres
hombres.
A algunos detalles parecía difícil encontrarles un sentido: así, por
ejemplo, la urna mágica de Alcina que al romperse hace que desaparezcan
sus hechizos es un busto de Haendel, y los "hechizados" que en teoría
estaban convertidos en animales o piedras, son unos espectadores vestidos
con trajes del XVIII (y con el libreto de Alcina en la mano) que
se ven al principio aprestándose a contemplar la ópera y que se supone que
han permanecido ocultos desde entonces. ¿Quizás el verdadero "hechizo" es
la música de Haendel, y desaparece cuando la ópera acaba? Sea como fuere,
una producción que resultó muy agradable de contemplar, aunque quizás no
sea de las que perduren en el recuerdo del público ovetense; es más
probable que el día de la representación sea más recordado por la noticia
que corría de boca en boca antes de empezar el tercer acto: "Fernando
Alonso, campeón del mundo".
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