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... Y LAYER EL CEREBRALPor Fernando López Vargas-Machuca. Sevilla, Teatro de la Maestranza. 30 de septiembre de 2005. Temporada de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Friedemann Layer, director. Obras de Eneko Vadillo, Tchaikovsky y Berlioz.
Si en el primer concierto de la temporada -comentado en este mismo número- era la velocidad el rasgo más distintivo de quien entonces se hallaba sobre el podio, Günter Neuhold, cierto carácter cerebral y distanciado ha marcado la labor del que ha tomado la batuta en el segundo, el también austriaco Friedemann Layer. Solo que con unos resultados musicales mucho menos censurables, gracias a Dios. Poseedor de un interesante currículo en el que se incluyen repetidas colaboraciones con las tres casas de ópera de Berlín y con el Festival de Salzburgo, Layer posee un gesto sobrio y claro que se corresponde con la naturaleza de sus lecturas, perfectamente construidas en lo arquitectónico y certeramente enfocadas en lo expresivo, aun manteniendo un tanto las distancias emocionales. Lógicamente, esto puede no convencer del todo si se tienen por delante nada menos que dos Romeo y Julieta: los de Tchaikovsky y Berlioz, concretamente. Así las cosas, su lectura de la fantasía sinfónica del compositor ruso fue sin duda correctísima, pero le faltó un poco de alma. Tras una introducción adecuadamente sombría y concentrada, la partitura fue expuesta con más atención a la estructura global que al detalle, en una lectura que evitó en todo momento tanto la grandilocuencia como el sentimentalismo barato a los que en manos de otros directores podría prestarse, pero en la que se echaron de menos algo más de la ternura y la pasión que albergan los pentagramas. El mismo distanciamiento presidió la lectura de las páginas orquestales de la sinfonía dramática de Berlioz, aunque aquí sedujeron la garra y la brillantez de la escena de la fiesta y Layer extrajo de los magníficos chelos de la ROSS una muy hermosa sonoridad en la acongojante escena de amor, llevada con muy buen pulso. Un punto más de fantasía y elocuencia no hubieran venido mal, como tampoco una tímbrica más sensual y opulenta. Lo menos bueno de la noche estuvo en el scherzo de la Reina Mab, un tanto grueso en la ejecución y carente de su imprescindible carácter feérico. En cualquier caso en las dos partituras Layer realizó una estimable y profesional labor, presidida -eso sí- antes por el cerebro que por el corazón. El concierto se había abierto con el tradicional estreno del premio Joaquín Turina del correspondiente año, un galardón que otorga el Ayuntamiento de Sevilla con frecuencia en medio -como no podía ser menos- de cierta controversia alrededor de la calidad las obras galardonadas. La del malagueño Eneko Vadillo ha resultado ser interesante, pero más por lo que promete que por lo que es: su Concierto para orquesta demuestra un excepcional dominio de la paleta orquestal y un profundo conocimiento de los clásicos del último tercio del siglo XX, pero por detrás de tan soberbio despliegue instrumental no se termina de percibir un contenido expresivo claro. La obra de Zulema de la Cruz que escuchábamos la semana pasada, El color del cuarzo, enganchaba desde el primer momento, cosa que ésta no consigue. Por otra parte intuimos que Layer no terminó de involucrarse a la hora de indagar en las sugerencias de la partitura, aunque se preocupara de exponerla con claridad y precisión y la Sinfónica de Sevilla diera buena cuenta de su virtuosismo. Sea como fuere, buen concierto y apreciable muestra del talento de un compositor aún joven que aún puede dar mucho de sí.
Enlaces recomendados: Web de la ROSS (con notas al programa y ficha artística): http://www.rossevilla.com
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