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CINE
Y MUSICA: CITA CON VENUS (Y CON WAGNER)
Por Ángel
Riego Cue
Alrededor de la
puesta en escena de una ópera se mueve todo un mundo,
que en su mayoría no trasciende al gran público. Este
ve sólo el resultado final, ignorante a menudo de la
"trastienda" que ha tenido lugar durante los
preparativos del montaje.
En su película "Cita con Venus" (Meeting
Venus, 1991), el cineasta húngaro István Szabó ha
querido reflejar su experiencia real como director escénico
de ópera, y para ello ha elegido una imaginaria
representación en París del "Tannhäuser" de
Wagner, los mismos lugar y obra que le supusieron al
compositor una verdadera batalla con motivo de su
representación en 1861.
En el argumento, "Tannhäuser" va a ser
representado en París en una producción de una sociedad
llamada "Opera Europa". En un principio, los
elementos con que se cuenta parecen inmejorables: el
director de orquesta, Zoltán Szanto, viene de Hungría;
los intérpretes de Tannhäuser y Venus son cantantes
descubiertos por Karajan; el Tannhäuser suplente ha
cantado en el "Met" de Nueva York. Falta aún
por llegar la gran diva, Karin Anderson, que hará la
Elisabeth.
Pero las cosas empiezan a fallar nada más comenzar los
ensayos, y Szanto (que por su apellido parece ser un
trasunto del propio director de la película, y expresar
su punto de vista) descubre amargamente que a los intérpretes
les interesan más otras cosas que la música. Así, los
miembros de la orquesta no siempre son los mismos en
todos los ensayos, sino que se van turnando según lo
indicado por un gráfico, con el resultado de que el
director da unas indicaciones un día, y al siguiente
debe repetirlas, pues los músicos en su mayoría son
distintos. El coro se marcha de los ensayos en el minuto
exacto que termina su horario, aunque sea el momento más
inoportuno; el Tannhäuser titular, Herr Schneider,
aprovecha su estancia en París para comprar pintura para
coches, pensando en un negocio "paralelo" que
tiene montado en la antigua Alemania del Este.
Aunque todos los nombres de los intérpretes son
ficticios, alguno se parece vagamente a otros de la vida
real: así, la Elisabeth la canta una soprano llamada
Karin Anderson (interpretada por Glenn Close), cuyo
nombre nos recuerda a June Anderson, o quizás más a la
wagneriana Karan Armstrong (Elsa en el Lohengrin grabado
por W. Nelsson). Su llegada es la propia de una diva,
subiendo inmediatamente al escenario y empezando a cantar
su aria "Dich, teure Halle".
Al principio la relación entre director y diva es
tirante, pero terminarán por enamorarse y vivir un
idilio (parece que en toda película ha de haber uno). Él
descubre que ella ha sido amante de otros directores,
entre ellos de Ignazio Sarto (personaje asimismo ficticio),
un gran maestro fallecido diez años atrás, y que para
Szanto es más que un ídolo. Al final, llega a
preguntarse si el acostarse con los directores es en ella
una costumbre para que le dén el protagonismo de la
función, lo que ocasionará la ruptura entre ambos;
previamente, también ha roto con su mujer, que se ha
enterado de su historia con Karin, y llegará incluso a
conocerla en un recital de lied que da la soprano en
Budapest, a donde viaja acompañada por el director,
interrumpiendo ambos los ensayos en París.
La ruptura con su esposa rompe también la estructura
narrativa de la película, que hasta entonces se apoyaba
en las cartas que él le escribía. A partir de entonces
se abandona el género epistolar y se vive todo en "presente",
mientras se acerca el día del estreno de la producción.
Los otros personajes principales del film parecen
responder a los tópicos que se escuchan habitualmente
sobre el mundo de la música (como el de la cultura en
general), en el sentido de estar dominado por ciertas
"familias" que promocionan a los suyos.
Recuerdo una entrevista de hace años al director de
orquesta suizo Peter Maag, donde decía que para triunfar
en la música había que ser judío, homosexual o
comunista, pues estos eran los grupos sociales con mayor
influencia en ese mundo. Si la visión que nos da la película
es cierta, al menos los dos últimos colectivos sí se
hallan bien representados.
En primer lugar, el máximo responsable de la producción
es un tal Picabia, antiguo comunista que luchó en la
Guerra Civil española en el bando republicano (donde
incluso se atribuye el haber compuesto la canción "Ay,
Carmela"), y que rompió con el partido tras la
invasión soviética de Hungría en 1956. Luego están
los poderosos representantes sindicales, que aprovechan
cualquier circunstancia para politizar los ensayos y que
por supuesto, pueden hacer lo que quieran, puesto que es
imposible despedirlos. En una discusión con un cantante
norteamericano, uno de ellos saca a relucir el bombardeo
de Libia de 1986, o la invasión de Panamá del 89.
El llamado "lobby gay" está asimismo bien
representado, comenzando por el gerente del teatro, Jean
Gabor, húngaro huido de su país en 1956, y al que le
gustan los jovencitos. Pero, sobre todo, con el director
escénico Hans von Binder, que se presenta desde el
comienzo embutido en un traje de cuero ajustado (un
"look" muy típico) y del que sabremos más
tarde que es el amante del Tannhäuser suplente, Stephen
Taylor, con quien tiene una discusión por celos, a
gritos, en la que el segundo termina perdiendo la voz,
con lo que no puede cantar en el estreno como estaba
previsto. Se volverá a recurrir entonces a Schneider,
descartado antes al quedarse afónico por las corrientes
de aire que sufría en sus largos viajes en Metro,
destinados a comprar pintura para coches.
La puesta en escena diseñada por Binder para esa
producción cumple todos los requisitos de "innovación"
y "originalidad" que de un tiempo a esta parte
parece la norma en el mundo de la escenografía operística,
donde lo "convencional" no vende. Wagner es un
blanco favorito de los "cráneos privilegidos"
de los escenógrafos actuales, y el último ejemplo hasta
la fecha es el "Lohengrin" escenificado por
Peter Konwitschny este año en el Liceo de Barcelona, que
se desarrollaba en un colegio, con niños de pantalón
corto luchando con espadas de madera, y con un final en
el que Gottfried, el hermano de Elsa, tras dejar de ser
cisne (a tal lo había convertido la malvada Ortrud)
regresa como Duque de Brabante con uniforme nazi, casco y
ametralladora incluidos. Sin llegar a tanta "originalidad",
en la película vemos un Venusberg que parece el "Salón
Kitty" de la película de Tinto Brass, o unos
peregrinos a Roma vestidos como mineros.
En fin, que la gama de tipos humanos, con sus
particularidades, sus virtudes o sus defectos, es muy
amplia: desde la gorda intérprete de Venus, que en los
ensayos cuando no canta aprovecha el tiempo para hacer
punto (y su hija para meter ruido mascando chicle), y
mantiene un romance con el cantante que encarna a Wolfram
von Eschenbach (apellido "complicado" que no
sabe pronunciar la locutora de TV el día del estreno)...
hasta el joven tramoyista que quiere ser cantante y pide
una prueba, la joven intérprete del "Pastor"
que intenta seducir al director (le gustan "maduritos")
en su apartamento lleno de posters del Che Guevara, o el
mismo director escénico, que se droga siempre la víspera
de sus estrenos, por no soportar la tensión del momento.
En las discusiones, Szanto está a punto de irse y
abandonarlo todo: de hecho hasta que no amenaza con irse,
la burocracia del teatro no le empieza a pagar sus
honorarios, aunque el contrato decía "la mitad al
comenzar los ensayos". Incluso traen a otro director
para sustituirle, pero para entonces ya se ha ganado el
respeto de la orquesta, y esta se niega a ser dirigida
por otro.
Cuando llega la fecha del estreno, televisado, y parece
que todos los problemas, casi milagrosamente, se han
solucionado, falta aún la "traca final": el
sindicato al que pertenece el encargado de levantar el
telón ha decretado una huelga a partir de ese día, y
por tanto el telón no se levanta. Pero el arte, y el
entusiasmo de los intérpretes, vencen incluso este
inconveniente, y la ópera se ofrece en versión de
concierto, con gran éxito. Esta "victoria del espíritu
sobre la materia" (un tema, por cierto, que es el
propio argumento de "Tannhäuser") lo expresa
Szabó de forma un tanto cursi al final de la película:
al igual que el Papa le había dicho al peregrino Tannhäuser
que el perdón de sus pecados era tan imposible como que
de su viejo báculo volvieran a brotar ramas, y sin
embargo el milagro se produce, así también las
dificultades de llevar a buen puerto la representación
parecían insalvables salvo por un milagro, y este acaba
ocurriendo: como un símbolo, se ve florecer la propia
batuta del maestro.
El director de "Cita con Venus", István Szabó,
es bien conocido por cualquier aficionado al cine por sus
reconstrucciones históricas del pasado centroeuropeo,
tanto de la época del Imperio Austrohúngaro como del
período nazi: recordemos "Mephisto" (1981),
"Coronel Redl" (1985) o "Hanussen" (1988),
un cine de realización muy correcta, aunque a veces plúmbeo,
y que más recientemente ha narrado la precaria situación
en la que quedan los países del Este tras la caída de
los regímenes comunistas (un tema ya apuntado en "Cita
con Venus") en una de sus mejores películas, "Dulce
Emma, querida Böbe" (1992).
Entre las virtudes el film están buenas interpretaciones
como la de la mencionada Glenn Close como Karin, o la de
Niels Arestrup como Zoltan Szanto, en quien por
caracterización, peinado, etc. parece que se hubiera
buscado evocar un parecido con el propio Wagner, aunque
el resultado nos recuerda más bien al actor Rutger
Hauer, conocido por su papel de "replicante" en
la película "Blade Runner". Pero sobre todo,
hay que destacar la banda sonora, pues la música es aquí
la gran protagonista.
La selección de "Tannhäuser" que se escucha
está dirigida a la orquesta Philharmonia por Marek
Janowksi, director que tiene en su haber un "Anillo
del Nibelungo" completo, el primero grabado íntegramente
con sonido digital. Entre los intérpretes, Kiri Te
Kanawa como Elisabeth, René Kollo como Tannhäuser,
Waltraud Meier como Venus y Hakan Hagegard (recordado
siempre como el Papageno de la "Flauta Mágica"
filmada por Bergman) en el papel de Wolfram. Todo un lujo
para los tiempos que corren. El disco, publicado por
Teldec, incluye también el lied de Schumann "Du
bist wie eine Blume" (Tú eres como una flor),
cantado por Kiri, y correspondiente a aquel concierto que
dio Karin en Budapest, donde llegaría a conocer a la
esposa de Szanto y originaría la ruptura del matrimonio.
En conclusión, "Cita con Venus" no será una
película que levante grandes entusiasmos en los no
aficionados a la ópera, pero para los aficionados ofrece
un retrato muy verídico de lo que se mueve en ese
ambiente, y de ahí que se deje ver con agrado.
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