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EL FESTIVAL D’ÒPERA DE BUTXACA ESTRENA JUANA DE E. PALOMAR Por Ovidi Cobacho Closa, Historiador del arte (Catalunya).
El pasado viernes 18 de noviembre tuvo lugar el estreno estatal de la ópera de cámara musicada por Enric Palomar por encargo del Festival d’Òpera de Butxaca. En realidad se trata de una coproducción entre este Festival, el Gran Teatre del Liceu y la Opernhaus Halle (teatro que acogió su estrena absoluta el pasado mes de junio), con la colaboración del Goethe – Institut de Barcelona y la Fundació Teatre Romea. Una obra que toma como argumento la historia de Juana I de Castilla, más conocida como “Juana la Loca”, desde una lectura que tiende a dibujar este personaje como víctima de las conspiraciones de su entorno. La dramaturgia de la historia, con libreto a cargo de Rebecca Simpson, tiende a una excesiva narratividad y al uso descriptivo de los monólogos, cosa que quita fluidez a la acción y tampoco logra el pretendido efecto dramático. La puesta en escena se valió de una elaborada escenografía que permitía un juego escénico a cuatro niveles distintos (con foso de agua incluido), aunque ello también reducía parte de la movilidad espacial en cada una de las superficies. En el vestuario, se optó por una más o menos fiel recreación de la época. La partitura de Enric Palomar se nos rebeló bastante en la línea de lo que acostumbra a suceder en los casos de reconocidos compositores de la música instrumental: una escritura rica e interesante en el foso, sugerente en muchos casos con la escena, pero de nula trascendencia comunicativa en las líneas vocales. Entiéndase, una música construida con laboriosa maestría en su textura instrumental pero sin concesiones a la lírica, al sentido melódico; con más vocación de estilo propio que proyección expresiva. Los intérpretes vocales tuvieron que enfrentarse a una exigente partitura, especialmente en la castigada Juana de Hesse von den Steinen (brillante y entregadísima tanto escénica como vocalmente) y en el inclemente papel del comunero Juan de Padilla que puso a prueba los límites del tenor valenciano Germán Villar. Deliciosa la Catalina de Marija Kuhar, apurando al máximo los escasos pasajes de musicalidad y lirismo de la partitura. El resto del reparto, junto a unos impecables solistas instrumentales, cumplió con dignidad su cometido. Al final, más aplausos de complicidad que de entusiasmo, para una obra más orientada al auditorio de conservatorios que a un público general (naturalmente, esnobistas a parte).
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