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A LA MEMORIA DE UN GRAN ARTISTA
Por
Rubén Flórez
Bande
Así subtituló
Tchaikovsky una de las grandes obras del género camerístico, y "única en
su especie" de su catálogo, el Trío para piano Op.50 (1882), en
homenaje a su profesor y amigo Nikolai Rubinstein, muerto el año anterior.
Bien, pues "a la memoria de un gran artista" también está dedicada esta
nueva grabación de este Trío. En Abril de 2004 moría el
violoncellista ruso Boris Pergamenschikow, una de las "alma mater" del
interesante "Festival de Cámara de Heimbach" (http://www.spannungen.de/).
Allí, ese mismo verano de 2004 sus compañeros, con Lars Vogt a la cabeza,
uno de los alumnos de Pergamenschikov, el cellista brasileño Claudio
Bohórquez, y la joven violinista alemana, Antje Weinthaus, le rindieron su
merecido homenaje, interpretando esta poderosa música de Tchaikovsky. Del
mismo Festival es de donde procede esta grabación, hecha en el recinto
donde se celebran los conciertos (que, curiosamente, es una antigua
central hidroeléctrica, pero con una acústica maravillosa). EMI, que es
quien edita este registro, lleva grabando conciertos de este Festival
desde 2002.
Grande y propagado es el defecto de muchos intérpretes (sobre todo con
apellidos pesados) que se toman este Trío como si de una obra de
lucimiento personal se tratase. Gran error, pienso yo. Bien es cierto el
carácter "sinfónico" del mismo, incluso en ocasiones el papel predominante
que da Tchaikovsky a ciertos instrumentos. Pero más que eso, es música de
cámara, de conjunto, y lo ideal es combinarlo todo. En este registro no
hay virtuosismo gratuito, ni lucimiento personal, quizás puedan
criticársele a Vogt sus "arrebatos" y cierta contundencia, pero me imagino
que sería el encargado (por experiencia) de llevar esta interpretación a
buen puerto. El carácter "sinfónico" también parece algo "cortado", salvo
excepciones como veremos. Pero, en conjunto, consiguen una interpretación
bien compacta, incluso intimista. Y creo que es la mejor opción esta, la
intimista, para este "Réquiem en miniatura"
El primer movimiento, el "Pezzo elegiaco" que comienza con ese conocido
"tema triste", empieza muy sutilmente, parece que el sonido no está
redondeado a posta, casi parece una música impresionista, hasta que los
tres instrumentistas empiezan a tocar a un tiempo, causando un efecto
sorprendente. La mayoría de las interpretaciones ya empiezan con la
negrura, sin jugar con las intensidades. Y en ese juego de dinámicas,
agógicas, regulaciones, se mueve todo este movimiento, incluso en el
"leve" segundo tema, pero todo bien empastado, no hay una voz más alta que
la otra. Quizá en ocasiones el violín de la Weithaas, parece algo
"chirriante" en el registro grave, pero son pequeños estos errores de
afinación. Lo más interesante, sin duda, es cómo termina este primer
movimiento, casi igual que como empezó, con las notas propagándose en el
aire.
El segundo movimiento, el de más peso, tiene aquí una interpretación
ciertamente pausada (sobrepasa los 30 minutos) y donde los tres
intérpretes, pese a su juventud, lo dan todo. El tema y las variaciones
están muy bien recreados. Esta primera parte del movimiento se asocia con
"Tchaikovsky y Rubinstein compartiendo un día cualquiera". La vitalidad se
siente en esta música, son 11 variaciones, con 11 percepciones distintas,
la arrogancia, la frivolidad (del vals y la mazurca, por cierto,
finísimamente tocadas por Bohórquez y la Weithaas), la juventud o
inocencia en la tercera variación, con las cuerdas en pizzicato, como si
sonasen unas pequeñas campanillas (aquí el encanto se rompe en parte por
la contundencia de Vogt, como si él también quisiese participar de ese
juego), las "clases del conservatorio" como es la fuga (aquí sí se refleja
el carácter "sinfónico" de la obra) y donde estos tres intérpretes la
desgranan al máximo, se oye todo y nadie sepulta a nadie, el equilibrio de
los tres es impecable, el mejor clímax de esta interpretación. Las partes
lentas no están tan conseguidas, no sin tener importancia: se encuentran
incómodos, o condicionados, intentan alargarlas al máximo (como en el
Andante flebile) y el discurso queda algo forzado.
El día entre los dos compañeros desaparece cuando aparece la muerte,
introducida por el primer tema del primer movimiento sobre los acordes
machacones del piano (demasiado machacones con Vogt) y donde todo declina
hasta una pequeña e intimista marcha fúnebre (muy interesante aquí, los
ligados del cello de Bohórquez, y los tenebrosos pizzicatti finales).
Interpretación condicionada por el homenaje, sentida en muchos aspectos
(incluso el público espera a que se propague el sonido para romper a
aplaudir), con los altibajos ya mencionados. Pero en la que podemos
escuchar a las nuevas generaciones, haciendo buena música. No defraudará,
claro que también están los históricos: Piatigorsky-Heifetz-Rubinstein
(RCA), du Pré-Zukerman-Barenboim (EMI), Trío Borodin (Chandos),
Gutman-Kagan-Richter (Live Classics)...
El disco se completa con la Sonatina para violín y piano Op.100
de Dvorak a cargo de la Weithaas y Vogt. Quizá esta obra familiar quede
algo "frívola" al lado del Trío de Tchaikovsky, me imagino la
incluirían porque el año pasado fue el centenario de Dvorak; aun así, para
quitar hierro, es una buena inclusión. La interpretación también es
interesante, muy líricos los dos primeros movimientos, sobre todo el
"Larghetto" y muy bromistas los dos últimos, poco más se les puede pedir a
los intérpretes, en esta obra que fue compuesta para "consumo casero"; aun
así, es impresionante el poder melódico que conseguía Dvorak aún en los
"géneros" más pequeños.
Disco interesante para escuchar como se desenvuelven los jóvenes (y no tan
jóvenes) talentos, y que nos permite conocer la música que se hace en un
festival tan poco "difundido" como es el de Spannungen.
REFERENCIAS:
TCHAIKOVSKY: Trío para piano en la menor, Op.50.
DVORAK: Sonatina para violín y piano en sol mayor, Op.100.
Lars Vogt, piano, Antje Weithaas, violín, Claudio Bohórquez, violoncello.
EMI 5 58062 2
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