Revista mensual de publicación en Internet
Número 73º - Febrero 2.006


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Cabelo branco é saudade

Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum. 

Cabelo Branco é saudade. Recital de Argentina Santos, Celeste Rodrígues, Acindino de Carvlaho, Ricardo Ribeiro. Guitarra portuguesa: Bernardo Couto. Viola baja: Nando Aráujo. Guitarra clásica y dirección musical: Diogo Clemente. Creación y dirección escénica: Ricardo Pais. Producción del Teatro Nacional São João de Oporto y Lado B – Produções Artísticas. Teatro de la Abadía, Madrid, del 3 al 5 de febrero de 2006. 

La oferta del Teatro de la Abadía y dinámica y variada. Además de producciones propias e invitadas, siempre interesantes, ofrece de vez en cuando algunos conciertos singulares. En febrero ofreció un par de conciertos de fados, como complemento al Wozzek vanguardista del Teatro Nacional de Oporto que esos días visitaba la Abadía. La convocatoria, digna de un festival, despertó un gran interés, llenó y fue un éxito. Es raro escuchar en Madrid esta apasionante música de nuestros hermanos peninsulares. El recital fue un homenaje al género y a Portugal.  Las interpretaciones, impecables, estuvieron a cargo de viejas glorias y de una joven promesa: Argentina Santos, Celeste Rodrígues, Acindino de Carvlaho, Ricardo Ribeiro. Se reunieron cuatro grandes y excelentes artistas, de personalidades y voces bien distintas. Además del escenario compartieron un común criterio de sobriedad, señorío y dignidad, como conviene al género. Acindino de Carvlaho aportó calidez y hondura; Celeste Rodrígues, comunicatividad; Argentaria Santos, autenticidad; Ricardo Ribeiro, humildad. El repertorio escogido fue algo monótono y unitario. Más que por clasicismo, por concesión a la edad y condiciones de la mayoría de los cantantes. Un joven trío de excelentes músicos estuvo encargado de acompañar con tacto y tino. La sonorización fue delicada, aunque proyectó el sonido desde altas esferas, lejanas a lo que se supone eran las fuentes sonoras. La actuación estuvo escenificada con una disposición que recordaba un velatorio, iluminación sutil y movimientos casi imperceptibles. Hubo emoción: conmovió la música, conmovieron los intérpretes. El público disfrutó y aplaudió con muchas ganas.