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Número 77º - Agosto 2.006


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GIOACHINO ROSSINI: ADELAIDE DI BORGOGNA
ASPECTOS HISTÓRICOS, ARGUMENTALES Y MUSICALES

Por Antonio Domínguez Luque. Estudiante de Psicología, Universidad de Málaga.

 

  

1. Adelaide di Borgogna: desde su estreno hasta nuestros días

Adelaide di Borgogna es uno de los títulos más infrecuentes en la producción operística de Rossini, siendo ésta la número 23 de las 39 que el compositor llegó a escribir. Se trata de una composición de escritura musical no muy habitual en el pesarés, resultando bastante sobria y austera en lo que a canto canoro se refiere, haciendo primar sobre ello un equilibrio vocal, sobre todo en lo tocante a los roles de Adelaide y Ottone. 

Estrenada el 27 de diciembre de 1817 en el Teatro Torre Argentina de Roma (el mismo que casi dos años antes fue testigo del sonado estreno del famoso Barbiere), la acogida por parte de crítica y público fue francamente fría: libreto aburrido y poca inspiración musical fueron las principales faltas que recibió la composición. Con toda probabilidad fue esto lo que propició que la obra cayera en el olvido en tan poco tiempo tras varias representaciones en Italia y Portugal.  Y en este olvido se mantendría durante más de siglo y medio. 

Hubo que esperar hasta la anhelada Rossini Rennaisance para poder escuchar de nuevo esta ópera. El primer documento sonoro proviene de una interpretación de 1978 en el Queen Elizabeth Hall londinense con Eiddwen Harrhy, Della Jones, Ernesto Palacio y Armistead Wilkinson, dirigidos por Leslie Head. Interpretación correcta a lo que las voces femeninas se refiere y muy notable en lo tocante a las voces masculinas, se añade al aria de Berengario “Se prottege amica sorte” la cabaletta del aria de concierto rossiniana “Alle voci della gloria”, parte que sería eliminada por Gabriele Gravagna y Alberto Zedda en la revisión que realizarían de la obra. 

Dicha revisión llegaría seis años más tarde, con motivo de la presentación de la obra en el Festival de Martina Franca con un homogéneo reparto que reunía bajo la batuta del mismo Zedda a unas extraordinarias Mariella Devia y Martine Dupuy junto a unos notables Aldo Bertolo y Armando Caforio. La ópera seguiría interpretándose a lo largo de los años ochenta por diversas ciudades europeas con reparto similar, salvo en lo tocante al tenor, siendo sustituido Aldo Bertolo por el peruano Ernesto Palacio.  

Durante la década de los noventa decae de nuevo el interés por este título y no es hasta la llegada del nuevo siglo cuando el título vuelve a ser objeto de interés. De tal manera, la obra es cantada en Edimburgo en 2005 con un reparto que incluye a Majella Cullagh, Jennifer Larmore, Bruce Ford y Mirco Palazzi comandados por Giuliano Carella y será de nuevo escuchada en 2006 en el tradicional festival veraniego de Pesaro con las voces de Patrizia Ciofi, Daniela Barcellona, José Manuel Zapata y Lorenzo Regazzo, dirigidos por Riccardo Frizza. 

2. Sístesis argumental 

Adelaide, reina de Italia (soprano seria); Ottone, emperador de Alemania (contralto músico); Adalberto, enemigo de Ottone (tenor contraltino); Berengario, su padre (bajo noble); Eurice, esposa de Berengario (mezzosoprano); Iroldo, gobernador de Canosso (tenor); Ernesto, oficial de Ottone (tenor).  

Acto I. Fortaleza de Canosso. Las tropas de Berengario han conseguido tomar la ciudad y con ella, todo el reino de Italia. Iroldo y los habitantes se lamentan mientras el vencedor hace su entrada triunfal junto a su hijo Adalberto (Coro: Misera patria offesa). Aparece a continuación Adelaide, muy compungida por la derrota de Canosso y por la muerte de su esposo Lotario en la batalla. Adalberto la consuela y le ofrece compartir el reino a cambio de que se una a él en matrimonio. Adelaide rechaza la propuesta y con gran valor asegura a los opresores que recobrará el trono perdido. Las palabras de la reina encolerizan a Berengario y ordena a sus soldados que la apresen de inmediato. Los ciudadanos no pueden hacer otra cosa que observar con tristeza la escena (Terceto: Lasciami, in te del padre). 

Adelaide se retira escoltada por los soldados. Berengario dirige a continuación severas palabras a Iroldo, antaño aliado suyo. Lo acusa de traidor por proteger a Adelaide y le ordena que se retire, no sin antes recordarle que ahora es su prisionero.  

Quedan solos Berengario y Adalberto, este último muy preocupado. Su padre le pregunta el motivo de su temor y Adalberto responde que el emperador Ottone y sus temidas tropas han sido vistos cerca de Canosso. La inmediata llegada de Eurice no hace más que confirmar las palabras de Adalberto: Ottone ya ha llegado al lago de Garda, muy cerca de Canosso. Berengario queda muy sorprendido de la noticia pero decide poner en marcha un plan en lugar de proceder directamente a la batalla: fingirá deseos de paz con Ottone y en el momento preciso ordenará a sus tropas que ataquen por sorpresa. De esta forma los ejércitos del alemán no tendrán tiempo de reaccionar y serán aniquilados con facilidad. Padre e hijo se retiran para prepararlo todo.  

Nos trasladamos ahora a las orillas del lago de Garda, donde Ottone ha levantado su campamento. Un grupo de militares comentan los tristes momentos por los que pasa la reina Adelaide (Coro: Giunse a noi la voce e il pianto). Ottone jura vencer a los invasores y devolver Italia a su legítima reina, de la cual está enamorado (Cavatina: Soffri la tua sventura). Aparece a continuación Ernesto e informa a su señor de que el príncipe Adalberto desea entrevistarse con él. Ottone acepta y ordena a su oficial que lo traiga. Adalberto llega y ofrece a Ottone la paz. El emperador la acepta, ya que desea ver feliz a Adelaide pero el príncipe, haciendo uso de la mentira, recomienda al alemán que no confíe demasiado a ella, ya que no es tan buena persona como aparenta. Para apoyar su engaño da todo tipo de argumentos, los cuales son refutados por Ottone. Adalberto decide dejar el tema y, en señal de amistad, le ofrece alojamiento en Canosso. El emperador sospecha demasiado de la hospitalidad de su rival pero acepta. Ambos se encaminan hacia la ciudad (Dúo: Vive Adelaide in pianto).  

De regreso a la fortaleza, Eurice está preocupada por su hijo. Berengario se presenta ante ella y la tranquiliza informándola de que Adalberto y Ottone están a punto de llegar. Además, el emperador no va acompañado de sus tropas, por lo que no hay nada que temer. Acto seguido las puertas de las murallas se abren y Adalberto y Ottone entran mientras Iroldo y el pueblo alaban a este último (Coro: Viva Ottone, il grande, il forte). 

Ottone es recibido por Berengario con gran amabilidad y le pregunta por Adelaide. La reina hace acto de presencia y en señal de respeto se arrodilla ante el emperador. Ottone se apresura a incorporarla y le pide que le comunique sus deseos. Ella no duda un momento en pedir venganza por la muerte de Lotario, cosa que enfada a Adalberto. Berengario le exhorta a su hijo en voz baja que se tranquilice y Adelaide continúa explicándole a Ottone que su esposo murió en un sorpresivo ataque. Desde entonces no ha cesado de lamentarse por ello. Adalberto responde que la muerte de Lotario la provocó el amor pero su padre lo calla de inmediato y continúa diciendo que dicho sentimiento fue amor de patria. Ottone, conmovido por las palabras de Adelaide, jura vengarla y anuncia a todo el pueblo que se casará con ella. Los ciudadanos se alegran ante la inesperada noticia (Coro: Plauda il mondo in sì bel giorno). 

Todos se retiran, a excepción de Adalberto y Berengario. El príncipe reprocha a su padre que lo haya obligado a callar pero él le asegura que el silencio es necesario para el triunfo de sus planes. A continuación le pide que no tema, ya que está seguro de que la suerte le sonríe y la victoria será una realidad dentro de poco (Aria: Se protegge amica sorte). 

Nos desplazamos ahora a los aposentos de Adelaide. La reina está muy feliz por su boda con Ottone, alegría que comparte con sus doncellas (Cavatina:Occhi miei, piangesti assai). Iroldo entra en la habitación e informa a Adelaide de que ya está preparada la ceremonia que la unirá a Ottone. Le reina pregunta por los enemigos y el gobernador le responde que percibe el nerviosismo que los domina. Iroldo se retira y entra Ottone. La pareja se declara el gran amor que se profesa (Dúo: Mi dai corona e vita). 

En la plaza principal de Canosso todo es alegría y un grupo de ciudadanos pide que se abran las puertas del templo para que la ceremonia dé comienzo. Adalberto es lacerado por los festivos cánticos mientras es consolado por Berengario: dentro de poco podrá poner en práctica su plan. Ottone y Adelaide entran en la plaza entre las alabanzas de los habitantes de Canosso pero cuando están a punto de entrar en el templo se escucha en lotananza el fragor de una gran batalla. Ernesto llega rápidamente e informa a Ottone de que ha sido traicionado por Berengario. Ottone no duda un momento y, espada en mano, corre a dirigir a sus tropas. Berengario y Adalberto juran matar al emperador y Adelaide es apresada por los soldados enemigos. Con el terror de los habitantes de Canosso culmina el acto I  (Coro: Schiude le porte, o tempio). 

Acto II. Continuamos en Canosso. Un grupo de soldados comentan que Ottone ha conseguido huir de la ciudad a pesar de los intentos de Berengario y Adalberto por detenerlo. No obstante las tropas rivales se han visto seriamente mermadas, por lo que consideran que han obtenido una sonada victoria (Coro: Come l´aquila che piomba). El príncipe entra junto a su madre y la informa del éxito obtenido. Eurice se alegra por ello y le asegura que la mano de Adelaide será suya. Adalberto decide que se casará con ella en cuanto su padre regrese del campo de batalla.   

Eurice se retira y aparece Adelaide. Adalberto le dice que Ottone ha sido vencido y vuelve a proponerle matrimonio pero ella se niega una vez más. El príncipe le da a elegir entre el matrimonio y la muerte pero la reina no se muestra vacilante y escoge sin dudarlo la segunda opción. Él intenta convencerla de lo contrario y le recuerda que ahora tiene en sus manos el trono, pero Adelaide se muestra inflexible y le hace saber que no está dispuesta a unirse a un traidor. La tensa conversación se ve interrumpida por un grupo de soldados que llegan con una noticia: Ottone ha presentado batalla y ha conseguido apresar a Berengario. Adelaide se alegra por ello pero Adalberto, presa de los nervios, ordena a los soldados que vuelvan a encarcelar a la reina mientras asegura que prefiere perder la corona y su propia vida antes que renunciar a ella. Adelaide vuelve a anteponer la muerte a ser su esposa mientras los soldados la apresan (Dúo: Della tua patria ai voti). 

La escena se traslada ahora a una dependencia de la fortaleza. Adalberto y Eurice están muy preocupados: un mensajero de Ottone acaba de informarles de que matará a Berengario si no le entregan a Adelaide. Eurice le pide a su hijo que tome una decisión pero él se niega a liberar a la prisionera argumentando que no está dispuesto a echar por tierra todo lo conseguido. Eurice le ruega con lágrimas en los ojos que ceda pero la decisión ya está tomada. La mujer reprocha a Adalberto su actitud y se marcha (Aria: Sì, mi svena, o figlio ingrato). El príncipe se debate ahora entre su amor filial y su amor carnal. Sus soldados intentan convencerle de que libere a su padre pero finalmente parte muy agitado sin tomar una decisión (Aria: Grida, o natura, e desta).  

Eurice regresa acompañada de Iroldo y le hace saber que ha decidido liberar a Adelaide para así poder recobrar a su esposo. El gobernador le agradece a la mujer tan bello gesto y le asegura que el cielo la recompensará. 

Regresamos al campamento de Ottone, a las orillas del lago de Garda. Ernesto informa a Ottone de que, tal y como le mandó, se ha presentado ante Adalberto ofreciéndole la libertad de Berengario a cambio de la de Adelaide. Ottone ordena que traigan de inmediato a su enemigo. Un grupo de soldados traen a Berengario encadenado y el emperador le pregunta el motivo que llevó a traicionarle. En este preciso momento Adalberto llega al campamento y comunica a Ottone que ha aceptado su trato: liberará a Adelaide a cambio de su padre. No obstante Berengario rechaza el trueque y reprocha a su hijo que haya cedido a la amenaza del enemigo. Adalberto se defiende asegurando que lo imponía su amor filial pero su padre le asegura que prefiere la muerte. Ottone decide ejecutar al prisionero y Berengario pide a Adalberto que lo vengue. La desesperación del príncipe es evidente e insiste en devolver a Adelaide al emperador pero Berengario vuelve a detenerlo y le ordena que no lo haga bajo ningún concepto. De inmediato llega Adelaide al lugar. Berengario y Adalberto quedan muy sorprendidos, ya que ninguno ha ordenado su puesta en libertad. La reina pide al emperador que sea fiel a su promesa y deje en libertad a Berengario. Ottone cede a la petición de su amada y comunica a sus enemigos que antes de que anochezca se librará la batalla definitiva. Berengario y Adalberto regresan a Canosso y Ottone conduce a Adelaide a su tienda (Cuarteto: Oh ciel, che vedo?). 

Ernesto regresa al lugar acompañado por Iroldo, que también ha conseguido escapar de Canosso. El oficial pide a los soldados que protejan a Adelaide en todo momento y comenta con Iroldo la proximidad de la batalla decisiva. Ottone sale de su tienda y pide a Ernesto que se cerciore de que Adalberto y Berengario están ya listos para el enfrentamiento. El oficial obedece y no tarda en regresar con una respuesta afirmativa. Adelaide entrega a Ottone un pañuelo y el emperador, tras despedirse de ella, parte a la contienda junto a sus tropas. La preocupación de la reina es extrema pero un grupo de doncellas se presentan ante ella para darle una feliz noticia: Ottone ha conseguido el triunfo. La alegría que experimenta la reina es inmensa (Aria: Cingi la benda candida). 

La escena final se desarrolla en las murallas de la ciudad de Canosso. Adalberto y Berengario han sido apresados y toda la ciudad vitorea a Ottone (Coro: Serti intrecciar le vergini). Adelaide e Iroldo llegan a la ciudad y Ottone abraza emocionado a su amada. Adalberto y Berengario son torturados por el amor y la vergüenza que sienten. Ottone devuelve a Adelaide el trono que siempre le perteneció y le pide que comparta el gobierno de Alemania con él. La alegría general y la derrota de los enemigos ponen punto y final a la ópera (Rondó: Vieni, tuo sposo e amante). 

3. Comentario musical de la obra

 Se comenta a continuación las principales características de todos los números musicales que componen la ópera.

 Obertura 

La ópera número 23 de Rossini comienza con una obertura de honestas proporciones tomada íntegramente en autopréstamo de su primera farsa en un acto, La cambiale di matrimonio. Al ser este su origen, la pieza destila una atmósfera cómica que no combina de forma adecuada con el dramatismo que preside “Adelaide di Borgogna” (estamos hablando de un “Drama musical”, atendiendo a la definición del libretista de la ópera, Giovanni Schmidt). Este autopréstamo se debe a la premura con la que la obra fue compuesta. Similar explicación puede recibir la utilización del recitativo secco (es decir, con el simple acompañamiento del clavecín) en lugar del recitativo accompagnato (con acompañamiento orquestal). Es preciso comentar que con su Elisabetta, regina d´Inghilterra, Rossini se propuso sustituir en posteriores obras de carácter serio el primer tipo por el segundo, hecho que aquí no se produce por los motivos ya comentados.

 Acto I

 Pasando al primer acto en sí, el primer número musical es el coro “Misera patria offessa” con pequeñas intervenciones de Iroldo y Berengario. Se trata de un pequeño número coral con tintes melancólicos destinado simplemente a la introducción dramática de la obra en el que se informa al oyente de los antecedentes a la narración argumental (toma de la fortaleza de Canosso por parte de Berengario y sentimientos de tristeza y culpabilidad de los vencidos).  

Se produce a continuación la aparición de Adelaide y Adalberto en el terceto “Lasciami, in te del padre” compartido con Berengario. Se trata de la pieza que da la entrada propiamente dicha al verdadero argumento del drama. De duración generosa (unos siete minutos) se divide en tres secciones. La primera sección no es particularmente exigente, moviéndose en su mayor parte en el registro medio de los intérpretes. En lo que respecta a la segunda sección, destaca el bello final en piano destinado a la soprano. La tercera y última sección, de ritmo más frenético, presenta frases de extensión media con ornamentación vocal, significativamente mayor en la soprano que en el tenor y el bajo, cuya participación en la totalidad de la pieza está, en resumen, carente de dificultades a destacar. 

Tras un pequeño coro de salutación a Ottone, se inicia la primera intervención del emperador. La entrada se puede dividir en tres partes claramente diferenciadas. La primera de ellas se corresponde con el recitativo acompañado “O sacra la virtú”. Tras dicho recitativo tiene lugar la cavatina “Soffri la tua sventura”, iniciada por un sencilla pero bellísima introducción orquestal con un destacadísimo solo destinado madera. De marcado tono sentimental y enamoradizo, culmina con un ascenso al agudo tras la emisión de coloratura. La tercera y última parte corresponde a la cabaletta “Amica speme”. Con la orquesta como testigo del optimismo de Ottone, es algo austera en ornamentación vocal en comparación con otras piezas de similares características de la producción operística del compositor.  

El primer acto de la ópera continúa con el dúo “Vive Adelaide in pianto” entre Ottone y Adalberto que puede considerarse como fundamental en el desarrollo dramático de la obra. Dividido en tres partes, domina el tono autoritario por parte de ambas voces, con mayor exigencia para el tenor que para la contralto. Destáquese los repetidos ascensos al agudo de Adalberto en las tres partes que exigen una emisión clara y segura, sin la cual el dúo carecería de la unidad necesaria para la consecución óptima de la pieza. Se precisa también en la tercera y última parte del dúo un correcto dominio de la coloratura y control del fiato para la emisión de la frase final solista de ambos personajes.   

Tras este dúo, podemos dejar de lado el coro “Schiude le porte” con intervención del secundario rol de Iroldo, de mero trámite argumental y pasar al aria, carente de interés por otra parte, de Berengario “Se protegge amica sorte”, la cual, atendiendo a la tesitura central sobre la que se desarrolla y a la práctica carencia de coloratura, podría calificarse de aria di sorbetto. Llama la atención que Rossini tan sólo le dedicara esta pieza solista a este rol protagonista.  

Mucho más interesante es la cavatina de Adelaide “Occhi miei piangesti”, precedida por el coro “Oh rettiro che soggiorno” que crea de forma muy certera y adecuada el clima intimista, recogido y melancólico que da paso a la mencionada cavatina. Destáquese de este número el extraordinario acompañamiento del metal que da paso a la soprano, la cual ha de hacer frente a frases largas con coloratura en la parte final de la pieza, con ascenso en piano al agudo y  emisión de pequeños trinos. 

Continúa la ópera con el dúo “Mi dai corona e vita” entre las dos voces feméninas, de ocho minutos de duración. La ternura interpretativa de los personajes contrasta con la aparición intermitente de nerviosos (a la par de inteligentes) pasajes musicales que sirven de precedente al final del acto. Señálese la exigente coordinación vocal que debe existir entre ambas voces para no romper con la armonía musical al final de la parte lenta del dúo y sobre todo en la parte final de la pieza, recurso éste utilizado en varias ocasiones por el compositor en piezas de similares características (sirva como ejemplo el dúo que da comienzo al acto II de Sigismondo entre la soprano y la contralto).  

El final del acto viene precipitado por el ataque de Adalberto en el cuarteto “O degli´itali regnante” y stretta “Quale improvviso strepito”. Se trata de un final de acto característico de las óperas rossinianas, en cuya parte central los personajes comentan la acción para dar paso a una frenética stretta que da lugar a la incertidumbre ante los hechos futuros, alegría de los invasores y deseos de venganza de los invadidos. 

 Acto II 

El segundo acto de esta infrecuente ópera comienza con el coro “Come l´aquila che piomba”, cuya principal función es introducir al oyente en el contexto argumental sobre el que se desarrollará el acto. Es esta una práctica que suele repetirse en otros títulos rossinianos. Pueden mencionarse como ejemplos los comienzos del segundo acto de Aureliano in Palmira, Torvaldo e Dorliska o Sigismondo.  

Nos encontramos a continuación con el dúo “Della tua patria ai voti” entre el tenor y la soprano, de marcados tintes dramáticos. Se trata de un dúo particularmente exigente en su primera sección, con importantes ascensos al agudo para ambos, con mayor vigor para el personaje masculino que para el femenino. Tras el cuerpo central de la pieza, más descansado vocalmente hablando, la bravura musical vuelve a hacer acto de presencia en la cabaletta del dúo después de breve intervención coral, si bien vocalmente no presenta grandes exigencias, salvo la aplicación adecuada de matices dramáticos acordes al texto del libreto.   

Tras el aria di sorbetto de Eurice “Si, mi svena, o figlio ingrato” y unas brevísimas intervenciones corales, tiene lugar la pieza solista para el rol tenoril, el aria “Ridi natura” con intervenciones del coro. Carente de grandes dosis de ornamentación vocal,  no se trata de una pieza especialmente complicada, aunque posee varios sbalzos en la frase “io ritorno a vacillar” que han de ser resueltos satisfactoriamente evitando forzarlos para no romper la línea melódica de la pieza.  

Tiene lugar a continuación el cuarteto “Oh ciel, che vedo” para los personajes protagonistas, de características muy similares a “O degli´itali regnante” con el que culminaba el acto I. Dividido básicamente en dos partes separadas entre sí por un intervalo con participación de las cuatro voces solistas cuya principal función es la de servir de nexo argumental entre ambas partes del cuarteto permitiendo la continuidad del mismo con la consabida stretta, la primera de ellas antepone las voces femeninas frente a las masculinas, teniendo que enfrentarse las primeras a frases largas frente al lento canto sillabato de los segundos. La stretta del cuarteto no presenta gran interés musical, e incluso destila cierto regusto cómico al estar tomada en parte en autopréstamo del final del acto I de la ópera buffa La pietra del paragone. Por tanto podría afirmarse que su principal función es la de dar paso a la última escena que precipitará el final de la ópera.

Nos encontramos ahora con el mejor y más conocido número de la ópera: el aria con coro de Adelaide “Cingi la benda candida”, pieza de considerable longitud (aproximadamente ocho minutos) que requiere por parte de la soprano la puesta en juego de todo tipo de recursos vocales, ya que estamos ante una pieza canora en toda regla. El aria puede ser dividida en tres partes claras: la primera de ellas, muy parecida a la primera sección del “Cessa di più resistire” de Almaviva en “Il barbiere di Siviglia” precisa de la emisión nítida de coloratura con un buen control sobre el fiato para la resolución óptima de la misma. El andante “Se grate son le lagrime” posee un sencillo pero bello y efectivo acompañamiento orquestal que incrementa el efecto de recogimiento de la sección. De carácter melancólico, el canto virtuosístico cede aquí paso a la elegante línea de canto con el que deben ser interpretadas las largas frases de la partitura. La cabaletta “Questo è il maggior piacer d´amore” vuelve a exigir a la soprano la exhibición de facultades canoras para la óptima resolución de escalas ascendentes y descendentes con emisión de coloratura y numerosos ascensos al agudo.

El final de la ópera está destinado a la contralto con el rondó “Vieni, tuo sposo e amante”, el cual tiene lugar tras la marcha y coro “Serti intrecciar la vergine” cuya única función es la introducción a dicha escena. Se trata de una pieza eminentemente virtuosística con considerable cantidad de coloratura que sirve como lieto fine a la obra, siendo ésta una característica compartida por otros finales de óperas rossinianas (sirvan como ejemplo los finales de La Cenerentola, Zelmira o La donna del lago). 

4. Resumen de autopréstamos 

Si bien a lo largo del comentario musical se han ido señalando varios momentos que la ópera toma en autopréstamo de otros títulos, se detalla a continuación el total de piezas que este título toma en autopréstamo así como la música que cede a óperas posteriores.  

Música tomada de otras óperas

1. La cambiale di matrimonio. Las oberturas son similares. 

2. La pietra del paragone. En ciertos momentos del final del acto I de La pietra del paragone, la música se asemeja al cuarteto de Adelaide, Ottone, Berengario y Adalberto del acto II de Adelaide di Borgogna (“Oh ciel, che vedo”). 

3. Torvaldo e Dorliska. Los compases que dan paso a la parte lenta del quinteto de Il Duca, Torvaldo, Dorliska, Carlotta y Giorgio en el acto II de Torvaldo e Dorliska (“Alme ree, tremate invano”) son similares a los que dan paso a la parte lenta del aria de Adelaide en el acto II de Adelaide di Borgogna (“Cingi la benda candida”). 

4. Il barbiere di Siviglia. Existe cierta similitud entre el inicio y parte lenta del aria final de Almaviva en Il barbiere di Siviglia (“Cessa di più resistire”) y el aria de Adelaide del acto II en Adelaide di Borgogna (“Cingi la benda candida”).

5. La gazza ladra. El recitativo acompañado que precede al dúo de Ninetta y Pippo del acto II de La gazza ladra (“Deh, pensa domani”) es similar al recitativo acompañado que precede al aria de Adelaide del acto II de Adelaide di Borgogna (“Si vanne, addio, un altro istante”). 

Música cedida a otras óperas

1. Mosè in Egitto. El coro de egipcios con el que comienza la última escena del acto II de Mosè in Egitto (“Se a mitigar tue cure”) es similar al coro que da paso al final del acto I de Adelaide di Borgogna (“Schiudi le porte al tempio”).

2. Edoardo e Cristina. La escena introductoria y terceto de Adelaide, Adalberto y Berengario en Adelaide di Borgogna (“Misera patria oppressa” · “Lasciami, in te del padre”) es similar a la introducción y terceto de Cristina, Giacomo e Carlo en Eduardo e Cristina (“Giubila, o patria” · “Innanzi al padre”). El coro general acompañado por Iroldo del acto I de Adelaide di Borgogna (“Plauda il mondo in sì bel giorno”) es similar al coro previo a el aria de Carlo del acto I (“Vieni al tempio, principessa”). La cabaletta del dúo de Adelaide y Ottone del acto I de Adelaide di Borgogna (“Tu che i puri e casti affetti”) es similar a la del dúo del mismo acto de Eduardo e Cristina (“Tu che i puri e dolci affetti”).

5. Discografía

La discografía de esta ópera es muy escasa, encontrándose actualmente a la venta tan sólo la siguiente grabación: 

  • Mariella Devia (Adelaide), Martine Dupuy (Ottone), Aldo Bertolo (Adalberto), Armando Caforio (Berengario). Orchestra del Festival di Martina Franca. New Cambridge Chorus. Fonit Cetra. 1984. 2CDs.

No obstante la oferta discográfica se verá incrementada a finales de año con una toma en directo realizada por Opera Rara de la presentación en concierto que tuvo lugar en el Festival de Edimburgo en agosto de 2005: 

  • Majella Cullagh (Adelaide), Jennifer Larmore (Ottone), Bruce Ford (Adalberto), Mirco Palazzi (Berengario). Scottish Chamber Orchestra and Chorus. Giuliano Carella. Opera Rara. 2005. 2CDs.