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LA CAPILLA DE MÚSICA DE LA CIUDAD DE ALICANTEPor Juan Flores Fuentes. Organista titular de la Basílica de Santa María, Iglesia Parroquial de San Juan Bautista y de la Concatedral de San Nicolás, en Alicante
Una Capilla musical atípica. Estamos ante uno de las casos más extraños de la historia de la música española, una capilla musical dependiente del concejo de una ciudad, cedida en parte a las diversas iglesias y comunidades religiosas de la misma. Es el caso de la Capilla Musical de la Ciudad de Alicante. Cuando los investigadores han intentado profundizar en la evolución musical de nuestra ciudad, se han encontrado con la inexistencia de datos sobre las capillas musicales eclesiásticas pero existiendo abundantes referencias a maestros y músicos que habían ejercido en Alicante, ¿qué es lo que ocurría? ¿dónde estaban los datos que hicieran luz sobre el pasado musical alicantino? Cuando comenzamos nuestros estudios sobre la música en la Colegiata de San Nicolás hacia 1982, nos encontramos con las primeras sorpresas: la capilla musical pertenecía al Concejo de la Ciudad, cedida a la nueva Colegiata erigida en 1606 para “mayor esplendor del culto “, como gesto del Patrón perpetuo de la nueva Colegial. Esto, que en principio parecía dar una estabilidad económica y legislativa, no fue sino fuente de continuos conflictos entre ambas instituciones, la civil, como propietaria de la capilla y “ jefe “ de sus funcionarios músicos, y la eclesiástica, que querían hacer valer sus derechos adquiridos en la “ Bula de erección de la Colegial “. Todos estos datos los guarda el archivo municipal y han sido desgranados minuciosamente en un trabajo de más de veinticinco años, deparando sorpresas muy importantes para el estudio de la música religiosa y profana española. Los orígenes de la Capilla Musical. Los primeros datos nos lo relata el cronista de la ciudad, Viravens, en su crónica de Alicante de 1885, donde nos habla de la intervención de la capilla de músicos de la ciudad en la misa de celebración de la colocación de la primera piedra del pantano de Tibi, en 1575. La segunda noticia aparece en el proceso que se le incoa a Ambrosio de Cotes durante su magisterio en la Capilla Real de Granada, donde menciona a “ la capilla de música de Alicante entre las principales de España “. Realmente Cotes estaba muy bien relacionado con Alicante ya que el maestro de capilla en aquellos tiempos, Nicolás Salinas, estuvo a su servicio como cantor en la iglesia de Santiago de Villena y de ahí que partes e incluso algunas de sus obras se conserven en el actual archivo musical de San Nicolás. Posteriormente ya debemos pasar a lo anteriormente mencionado, cuando el Concejo cede a la nueva Colegial su capilla de músicos para cerca de cien actuaciones anuales, que se especifican en el “ arancel dels musics i llocs a on deven actuar “, tabla que indicaba las actuaciones y los lugares donde debían actuar los músicos, que data de 1616. A partir de este momento comienza la verdadera historia de nuestros músicos. ESTRUCTURA JURÍDICA Y ADMINISTRATIVA DE LA CAPILLA. Nos encontramos en primer lugar, una agrupación formada por músicos profesionales, funcionarios al servicio del concejo, bien por oposición o por méritos en atención a sus habilidades. Con el tiempo estas habilidades se transformaron en “ afinidades políticas “ con el resultado que ya veremos más adelante. Por otra parte estaban los no profesionales: meritorios, agregados, educandos, esperando la convocatoria de oposiciones, cosa difícil ya que los que conseguían plaza en propiedad, no la dejaban sino en caso de fallecimiento, incapacidad o por conseguir plaza en otro lugar, circunstancia que tampoco ocurría fácilmente ya que al ser funcionarios municipales, el sueldo, muy bueno por cierto, estaba asegurado, cosa que en la iglesia no ocurría, sometida a los vaivenes de los tiempos. En último lugar estaban los aficionados, que a juicio del maestro estaban capacitados para actuar. Una curiosidad era que algunas plazas instrumentales, en especial de viento-metal, eran desempeñadas por músicos militares por un acuerdo por el cual la capilla actuaba en los actos castrenses a cambio de la participación de sus músicos y de eximir a los miembros de la capilla de “prestar servicios de armas “, lo cual representaba otro aliciente para pertenecer a la misma. Este hecho aclara el que aparezcan estos instrumentos en bastantes obras pero sin constar la existencia de músicos especializados en estos instrumentos. Las plazas eran ofertadas por el concejo, el cual convocaba las oposiciones pertinentes, las cuales no diferían del resto de las capillas españolas: ejercicios teóricos, repentización ( echar voces al aire ), dirigir o tocar a primera vista y componer en el caso del maestro y del organista y arpista. Una vez elegido el aspirante, el concejo se limitaba a dar noticia al Cabildo de la Colegial, el cual acataba la decisión sin poder de reclamar. Con el tiempo y ante las protestas del Cabildo se permitió a los Capitulares asistir con voz y voto a los actos de oposición, pero reservándose el Concejo el derecho de veto, con lo cual se daban paradojas de resultar elegido el segundo en votos ya que el Concejo obviaba los votos del Cabildo. Las actuaciones se repartían entre la nueva Colegial, unas cien al año, iglesia de Santa María con unas treinta, Monasterio de la Verónica con diez a doce según circunstancias, ermitas de San Roque, San Blas, Santa Ana y San Antón en sus fiestas propias, conventos de la ciudad y actos propios del Concejo. Estas actuaciones podían tener carácter litúrgico, concertístico o de entretenimiento, bien festivo o teatral. Todo un reto para estos músicos. Los pagos hasta principios del S. XVIII se realizaban por tercias según la plaza que se ocupaba. El encargado de los pagos era el colector, un miembro de la capilla elegido por sus componentes y que hacía las veces de “ representante sindical “. A partir de 1714, coincidiendo con una reforma de la misma, se cambia el sistema de pagos por mensualidades a cargo del, digamos, administrador del Concejo. Independientemente se realizaban pagos, llamados “ limosnas o propinas “ por actuaciones extras. Los músicos no funcionarios cobraban por actuación según sus habilidades. Por otra parte aquellos que ocupaban plazas de racioneros de la Colegial, percibían sus raciones, no demasiado abultadas, por las actuaciones que tenían en la misma al margen de las oficiales señaladas en el “ arancel “. Tenían derecho a subsidio de jubilación e incapacidad física, certificada por dos médicos, uno propuesto por el interesado y otro por el Concejo, así como pensión de viudedad y de orfandad, caso único en el devenir de las capillas musicales eclesiásticas. Lógicamente disfrutaban de vacaciones ( licencias ) y permisos para ejercer en otras capillas, como se hacía habitualmente en la de Santa María de Elche, para reforzar a la propia para las representaciones del célebre Misterio de la Asunción de la Virgen o bien para actuar en teatros, compañías de ópera y zarzuela e incluso la Capilla Real privada de Carlos IV, como fue el caso del violinista Antonio Ximénez. En estos casos, que llenaban de orgullo al Concejo y producía dolores de cabeza al maestro y a la Colegial, por la marcha eventual de sus mejores músicos, se obligaba al titular a poner un sustituto. Los músicos estaban sometidos a un rígido reglamento común a los funcionarios del Concejo, dando lugar a continuos pleitos, suspensiones, plantes e incluso encarcelamientos, pero no debemos dejar a un lado la actitud de una plantilla con músicos afamados y jóvenes amantes de la vida bohemia del artista. Por otra parte el Cabildo amenazaba con excomuniones, pero nunca se llevaban a efecto por las rápidas intervenciones del Concejo donde fuera conveniente con tal de dejar claro quien tenía el poder sobre la capilla. Cuando se producía algún conflicto entre ambas instituciones, el cabildo siempre echaba mano a la Bula de Erección, donde se explicita que los miembros del Cabildo y ciertas plazas de racioneros, entre ellos los músicos, debían ser desempeñadas por “clérigos de la ciudad y de su huerta “, pero según las constituciones de patronazgo del Concejo, la capilla de música era la de la Ciudad, por lo cual éste era el que decidía, siendo elegidos en su mayoría seglares. A esto debemos unir que ciertas plazas de racioneros clérigos eran ocupadas por miembros de la capilla a fin de evitar duplicidades y que algunos regidores solían tener hermanos en el Cabildo, con lo cual queda claro quien tenía el poder absoluto en el terreno musical. Cuando el Cabildo recordaba la condición de clérigos de algunas de las plazas, el Concejo recordaba que algunos capitulares no eran clérigos, ya que debemos mencionar que para ocupar alguna de esas plazas no se requería la condición de estar ordenado ni tan siquiera de menores, con lo cual resultaba chocante encontrar a seglares casados y con hijos ocupando sitiales en el coro por delante de sacerdotes y con mejores salarios y raciones. Este estado de la cuestión acabó estallando con el magisterio de Iranzo, obligando a intervenir al Consejo Real, el cual siempre daba la razón al Concejo de la ciudad, aunque en este caso, como veremos, la chispa saltó por intentar el Cabildo “ colar “ a un recomendado, Juan Acuña, sobrino del que fuera organista Fernando, que dejó muy buenas relaciones con el Cabildo. Acuña quedó el primero pero Iranzo obtuvo el magisterio por el derecho a veto del Concejo. Todo esto se mantuvo incluso después de la desaparición de la capilla municipal en 1868, ya que la misma se mantuvo gracias a las aportaciones del Ayuntamiento para fiestas, cantidades que solían variar según la actitud del Cabildo. Un caso sonado, que se mantuvo tapado por la prensa de la época, pero que el autor de estas líneas ha tenido ocasión de constatar con la lectura de cartas cruzadas entre alicantinos defensores de la fé y Cabildo y Ayuntamiento, acerca de un miserere estrenado en 1909 por el maestro Ernesto Villar, conocido masón. En este escrito se exige al Abad Pons, que prohiba la ejecución del mismo. El Abad no tuvo más remedio que encogerse de hombros y callar, por lo que fue acusado de masón, pero la verdadera razón es que estaba cogido de pies y manos por un ayuntamiento dirigido por masones, como se ha demostrado por recientes estudios sobre la masonería en Alicante. El como del haber encontrado esos documentos, es debido a la desidia capitular que imperó a principios del S. XX, el cual abandonó y malvendió como papeles viejos y sin valor a una serie de documentos y partituras que hoy en día se pueden adquirir en anticuarios y rastrillos. Triste destino para una historia musical. Todo esto siguió inalterable hasta la Guerra Civil, ya que en tiempos de la república, el ayuntamiento alicantino estuvo en manos de la derecha republicana católica, el cual siguió prestando su apoyo económico a la Colegiata. Tras la contienda, el Movimiento, por medio de su brazo católico, la Acción Católica, y la Sección Femenina, se ocuparon de la capilla hasta 1947, que con la llegada del nuevo abad, Antonio Fernández Helguera, formado en el seminario de Comillas y con las nuevas ideas musicales adquiridas con sus estudios con Goicoechea, Otaño y otros, dio un giro al estilo musical de la Colegial, dejando de sonar las obras de sus maestros y oyéndose las piezas de los maestros del “ Motus Propio “ y de los polifonistas del Siglo de Oro. La capilla desapareció para dar lugar a una escolanía de tiples, que se mantuvo hasta el año 2.000, que en realidad eran los propios infantillos de siempre pero potenciados y aumentados, y una capilla musical formada por miembros de la anterior adaptados a los nuevos tiempos. Los nostálgicos formaron una coral, la Coral Santa Cecilia, de grato recuerdo en Alicante y que mantuvieron vivo el recuerdo del glorioso pasado musical de Alicante. Es obligado decir que con la remodelación de la capilla musical, desaparecieron todos sus fondos musicales, llevándose cada uno lo que quiso y pudo, materiales que en algunos casos han sido recuperados para formar por al autor de estas líneas el nuevo archivo musical, pero otras siguen en manos de particulares y otras, como ya he mencionado, están siendo vendidas en Almonedas, librerías de lance y anticuarios ante la pasividad de Cabildo, Instituciones, etc. EVOLUCIÓN ESTÉTICA Y FORMAL DE LA CAPILLA. Las primeras noticias acerca de la constitución formal de la plantilla de músicos se remontan al ya mencionado “ arancel “ de 1616. en el mismo se detalla la relación de instrumentos y cantores, no mencionando desgraciadamente los nombres. Así encontramos dos tiples, dos contraltos, dos tenores, un sochantre, un corneta, dos violones, dos bajones, un arpista, un organista y el maestro. Los tiples podían ser niños, falsetistas o castratttis, circunstancia ésta propiciada por las relaciones comerciales con Italia, la constante presencia de compañías de ópera o la estancia en Italia del Deán Martí, personaje de la ilustración que vivió la mayor parte de su vida en Roma y Nápoles pero que no descuidó el decoro de su iglesia. También existen noticias de la presencia, aunque poco claras, de alguna niña como tiple, caso raro, pero posible dadas las penurias de voces agudas de la capilla en algunas etapas. Aparte existía una capilla de ministriles, también municipal y que actuaba conjuntamente, pero que por alguna razón, que desconocemos, mantenía su independencia respecto a la principal. Estaba formada por dos chirimías, un sacabuche y dos bajones. No tenemos constancia de la presencia de cuerda de forma habitual, pero es posible que esporádicamente actuara un cuarteto de violas de gamba, al menos las obras conservadas de Escorihuela y Jordi Rodríguez, así lo sugiere. En la reforma de 1714 aparece la cuerda aguda como miembros de derecho de la capilla, el segundo cuarteto vocal desaparece como miembros natos y la plaza de arpista se refunde con la de organista. Hemos de mencionar que la Colegial, aparte de los racioneros maestro de capilla, organista, sochantre, contralto, tenor y corneta, miembros de la capilla de la ciudad, tenía a su servicio un vicesochantre, dos organistas, dos salmistas, dos versicularios y seis infantillos, que actuaban junto a la municipal, posibilitando entre todos la ejecución de las obras a dos y tres coros con instrumentos conservadas o al menos compuestas por los maestros. Siguiendo con otros músicos, el bajo de voz aparece en 1736, los clarines en 1740, los oboes , flautas y trompas en la década de los cincuenta, aunque existieran como agregados ya que los oficios no variaron hasta 1868. El contrabajo en 1782 y el pianoforte en 1803 sustituyendo al arpa “ por ser instrumento antiguo y no haver sujeto hábil que lo toque”, aunque hay noticias de que el organista Andrés Jover la tocó hasta su jubilación en 1814. En 1857 se produce otra reforma que suprime todo lo anterior y deja a la capilla con dos cuartetos vocales, dos oboes, fagot, contrabajo y maestro-organista. Después de 1868 cada maestro echó mano de lo que podía según las aportaciones municipales para fiestas religiosas. El resto, ya lo he mencionado. MAESTROS. RELACIÓN NOMINAL Y AÑOS DE SERVICIO. A fin de no hacer más largo este artículo, nos referiremos solamente a los maestros y los años que permanecieron al servicio de la Ciudad de Alicante. Sus biografías pueden encontrarse en otros trabajos especializados por lo que obviamos las mismas. - Nicolás Salinas: ¿ - 1612. cantor en Villena al servicio de Cotes. - Pere Simó: 1612-1618. marchó a Murcia con igual cargo. - Nicolás Buades : 1618-1628. - Fray Joseph De la Torre: 1628-1647. - Juan Bautista Martínez de Lillo: 1647-1668. En el 49 y 50 fue maestro en Santa María de Elche. - Fray Antonio Brell: 1669-1690. Era maestro en “ una iglesia de Madrid “. - Isidoro Escorihuela:1690-1723. Durante su magisterio obtuvo varias licencias, desconociendo donde marchó aunque sabemos que en una de ellas estuvo en Játiva. Durante las mismas ocuparon la maestría los organistas Jordi Rodríguez y Tomás Sánchez, el contralto Pere Cuñat y Pere Zacarías Juan, maestro de Santa María de Elche. - Manuel Comeres: 1723-1762. Quizás el gran desconocido de la música barroca española. Sus dos únicas obras conocidas con nombre y apellidos muestran la huella de un genio perdido. - Gabriel Aznar: 1762-1769. Maestro de transición, sigue los pasos de Comeres. Marcha a la Parroquial de Santa María para hacerse cargo del nuevo órgano de Matías Salanova, conservado íntegro en la actualidad. - Agustín Iranzo: 1769-1782 y 1788-1804. El gran maestro de la transición del barroco al clasicismo. Estudiado suficientemente en su vida y obra por el autor de estas líneas. - Durante la estancia de Iranzo en Guadix encontramos a Nicolás Ximénez, operista afincado en Barcelona; Antonio Montoro, maestro de San Martín de Valencia; Manuel Pacheco, maestro de Mondoñedo y el operista italiano Francesconi, que aparece dirigiendo el teatro de la ópera de Cádiz en 1787. Digamos que fueron años difíciles por las continuas disputas entre ambos estamentos y los músicos. - José Juan: 1804-1808. Curioso personaje ya que según los memoriales de Iranzo al Concejo, “ no tenía ni idea de música “. Esta queja dio lugar a la famosa frase de Iranzo “ con la actitud de sus señorías cualquiera puede ser músico en Alicante “, frase que aun se oye en nuestra ciudad cuando alguien quiere hacer algo para lo que no está cualificado. - 1808-1809 y 1811-1816: Francisco Pérez Guarner. Otro gran olvidado. - 1809-1811: Joseph Aleyxandre. Procedente de Orihuela, tuvo que marchar por cuestiones políticas otra vez a su lugar de origen. En su marcha se llevó toda su obra y lo que pudo del archivo musical, hoy felizmente rescatado, de la Concatedral de San Nicolás. - 1816-1818: Calixto Pérez Guarner. - 1818-1824: José Vasco. Otro genio de la política. Obtuvo su cargo en unas oposiciones donde se valoraron más los meritos políticos que los musicales. Tuvo que dejar el cargo e ingresar en el ejercito como director de banda militar con un nombre ficticio. En la única partichela que se conserva aparece al dorso un apunte que reza “ Himno al glorioso General Riego “, con un gran parecido al conocido himno. Sabemos por otros trabajos que un alicantino, con el mismo nombre y apellido sospechosamente parecido, compuso este himno. Dejemos para otro artículo este curioso tema. - 1824-1847: Vicente Crevea Cortés. - 1847-1857: Francisco de Paula Villar. Músico militar y primer director del teatro Principal de Alicante. Su música profana, entre ellas la sinfonía de inauguración de este coliseo, se está vendiendo en los rastrillos de Alicante. Indignante el destino de estas obras. - 1857-1864: Miguel Crevea Cortés. Enigmático compositor, dotado de un genio singular, autor de un considerado miserere, rodeado de un halo de misterio. Merece un trabajo independiente. - 1864-1868: Otra vez Francisco Villar.
A partir de este momento, ya desaparecida la capilla profesional, ocupan la maestría: Francisco Senante, Rafael Pastor, Ramón Gorjé, Ernesto Villar, gracias al cual se ha podido conservar la mayor parte de las obras de los maestros anteriores, aunque arrambló con todo el archivo y su contenido pasó de mano en mano, recuperándose parte y perdida u oculta el resto. Rafael Sempere, Carlos Moreno, Tomás Rocamora, Ricardo Ruiz Baquero, Jose Mª Parreño y el autor de estas líneas.
El actual archivo musical, reconstruido en la década de los ochenta por el autor de estas líneas, guarda una riqueza musical desde el S. XVI hasta la actualidad, con obras de una calidad sorprendente.
MÚSICOS DESTACADOS DE LA CAPILLA. Entre los cantantes destacamos a los “ castrattis “ Aneoli, Aldaschi y Hernández; los contraltos Pere Cuñat y Jorro; los tenores Baltasar Fuentes “ con licencia perpetua para cantar en Elche en las fiestas de la Asunción “ ya que fue maestro de aquella capilla, Soler; el bajo Quevedo, con más de 40 años al servicio de la capilla; los tiples Pedro Furió, tío y sobrinos; Luis Lasalva, tenor de la Catedral de Oviedo.
De los instrumentistas se puede nombrar a la saga de los Ximénez, especialistas en cuerda, presentes en la capilla desde 1600 hasta principios del XX, sobresaliendo el ya mencionado Antonio; la saga de los Oltra, de la rama del viento madera y metal, tambien omnipresentes; los Brufal, alguno de los cuales ejerció como maestro en Elche; Rocafort, violinista y maestro de la Concatedral de Castellón; el también violinista Ferrer, famoso violinista y autor de música escénica; los organistas Jordi Rodríguez, Fernando Acuña, Vicente Martín y Soler, que no sabemos que hizo pero que él mismo afirmaba en su autobiografía su estancia en Alicante como organista; la familia Jover, etc. La lista es interminable y rica en sorpresas, digna de estudios particularizados que se están realizando paulatinamente.
Ésta es en líneas muy generales, la historia de una de las capillas de música más singulares de nuestra historia musical.
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