Una misa sin cura
Víctor Pliego de Andrés. Lee su
curriculum.
Misa de San Diego de
Alcalá de
Antonio Martín y Coll. Andrés
Cea (órgano). Josep
Borrás (bajón). Grupo Alfonso X el Sabio.
Director: Luis Lozano
Virumbrales. Ciclo de Órgano. Auditorio Nacional de Música.
Sala Sinfónica. Madrid, 7 de junio de 2006.
Cuando pienso en el convento de San
Diego de Alcalá, pienso inmediatamente en las deliciosas almendras
garrapiñadas que elaboran las Madres Clarisas
con cariño y venden por el torno que tantas veces he visitado, goloso.
Si paso delante, no me puedo resistir. Tras escuchar la misa de San
Diego, del maestro franciscano Antonio Martín y
Coll (ca. 1680 –
ca. 1734), este dulce recuerdo musical se
sumará al anterior. Hace años que sigo, con tanto interés como
deleite, el trabajo de Luis Lozano
Virumbrales al frente del grupo vocal
Alfonso X el Sabio. Siempre sorprende por el interés y la calidad de
sus conciertos. Esta vez ha reconstruido una misa solemne de
principios del siglo XVIII con todo el
rigor documental y todo su valor artístico. La parte instrumental
procede de manuscritos de Martín y Coll
conservados en la Biblioteca Nacional, que fue un reputado organista
además de compositor. Esta fuente está fechada hace exactamente
trescientos años y se titula Flores de música, obras y versos de
varios organistas, escritas por fray
Antonio Martín y Coll, organista de San
Diego de Alcalá. Andrés Cea no solo
hace una excepcional interpretación utilizando los mejores recursos
del órgano Grenzing de la sala sinfónica
del Auditorio Nacional, sino que también es el responsable de la
selección y transcripción de las piezas
que interpreta. El ritual se basa en el ceremonial del papa Clemente
VIII promulgado en 1600.
Luis Lozano ha rescatado y dado voz al
canto gregoriano, a partir de un manuscrito mandado escribir en 1712
por Sor Catalina de San Diego, vicaria del coro, hoy conservado en la
biblioteca del Museo y Fundación Lázaro Galdiano.
Martín y Coll también
publicó, en 1719, un Arte de canto llano y de canto de
órgano que ha servido de oportuna inspiración para los
intérpretes. El canto llano y el órgano alternan en esta misa
recuperada, generando un espectacular fresco sonoro que desvela la
música litúrgica en toda su plenitud, llena de matices y de
contrastes. El trabajo musical y científico de los intérpretes fue
impecable; el resultado, memorable y sugestivo. En el Auditorio
Nacional solo faltó el olor a velas e incienso y un cura oficiando.
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