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Número 81º - Febrero 2.007


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MÚSICA E INTEGRACIÓN EN LA ESCUELA PRIMARIA

Por Paco Egea Ponce. Maestro especialista de Educación Musical.

 

Entre las múltiples opciones de carácter educativo que ofrece la música, las formaciones corales son de las más accesibles tanto para los niños y niñas como para los centros escolares. El canto no requiere habilidades técnicas para su ejecución y todos solemos estar en cualquier momento, predispuestos para cantar. Por otra parte, la voz es el instrumento más barato y por tanto más accesible para ponerlo en práctica. 

De esta forma, la música, contemplada como experiencia colectiva, tiene la facultad de fomentar en el ser humano el desarrollo de la comunicación y “crea una serie de lazos afectivos y de cooperación importantísimos para lograr la integración de grupo”[1].

El grado de adquisición de estos valores puede verse aumentado (o alcanzado) enmarcando las actividades dentro de contextos reales. La escuela parte en numerosas ocasiones de supuestos ficticios para tratar los contenidos de  la enseñanza. Estos planteamientos exigen del alumnado de primaria un proceso de abstracción que todavía se encuentra en vías de desarrollo, conllevando el olvido a corto plazo al carecer de significación. 

Se trata de una labor de contacto, colaboración y coordinación con grupos y entidades del entorno social cuya actividad esté relacionada con la música, como escuelas de música o danza, bandas municipales, conservatorios profesionales, con el fin de organizar y participar en eventos dirigidos al público en general (dicho de otro modo: traspasar los muros de la escuela).  

Orientada esta labor hacia el colectivo de alumnos y alumnas inmigrantes podemos afrontar con éxito la convivencia entre culturas, fortaleciendo el sentimiento de solidaridad y creando lazos afectivos, mediante la búsqueda de una meta común fruto de la cooperación de todos los integrantes del grupo. De esta forma conseguimos paliar los efectos adversos más comunes que producen este tipo de situaciones, como la pérdida de la autoestima, y favorecer su integración tanto en el ámbito escolar como en el social.

El contacto con el exterior mediante estas actuaciones, ofrece a los integrantes de la agrupación coral la posibilidad de conocer más a fondo su nueva ciudad y de compartir experiencias con niños y niñas de otros colectivos, a la vez que brinda a las familias ocasiones de participación, todo esto, pretensiones recogidas en cualquier plan de acogida diseñado para la integración del alumnado inmigrante. 

El planteamiento propicia el trabajo en equipo y fortalece rasgos de compañerismo y de amistad en el grupo, a la vez que ayuda a descubrir actividades constructivas para dedicar el tiempo de ocio, actitudes y hábitos muy importantes de adquirir para hacer frente a los problemas con los que cuenta la sociedad actual. 

La dinámica de trabajo de la formación coral (ensayos, actuaciones) crea situaciones de comunicación para poner al alumnado extranjero en contacto con su nuevo idioma de una manera funcional, ayudándole a desarrollar su capacidad lingüística. Ya en el siglo XIII, el Padre Soler hacía uso didáctico del villancico al aplicarlo para la enseñanza del canto, del latín y de la gramática. 

A través del repertorio, el alumnado inmigrante que forma el conjunto coral  explora e interioriza elementos folclóricos del nuevo lugar de acogida, elementos de identidad útiles para contrarrestar el sentimiento de desarraigo tan común en este tipo de situaciones. La diversidad cultural  y lingüística son otros elementos que se ven reflejados en los diferentes estilos musicales de las canciones, y  que ofrecen oportunidades para adquirir protagonismo a cada uno de los partícipes por medio de su idiosincrasia particular.  

“Música e integración”[2] es un proyecto didáctico de estas características desarrollado en el colegio público Habaneras de Torrevieja, ciudad de la provincia de Alicante con el mayor porcentaje de alumnado extranjero (por detrás de la capital)[3], centro donde comparten aula niños y niñas procedentes de más de treinta y siete nacionalidades distintas constituyendo un espacio de diversidad fuera de lo común. 

La música como medio de fomentar la tolerancia y prevenir la violencia y el racismo, está presente en proyectos conocidos y reconocidos en todo el mundo: 

El Centro de Música  Xamfrà de Barcelona, ubicado en el barrio del Rabal, con un porcentaje muy alto de población inmigrante, ofrece a chicos y chicas de entre ocho y veinte años la posibilidad de acercarse a la música, la danza y el teatro, entendiendo “el arte como lenguaje común y comunitario que permite una vía de comunicación entre ellos y el entorno”[4]. 

A través del programa MUS-E, el compositor y pedagogo Yehudi Menuhin muestra su preocupación por la integración educativa, social y cultural de niños y jóvenes desfavorecidos, entendiendo que “las Artes… son el centro y el vehículo de transformación de las actitudes insolidarias en actitudes de respeto, de las diferencias en actitudes de diálogo, ayudando al encuentro y la inclusión”[5]

Carlinhos Brown ve en la música un “medio de salvación” del ambiente violento y delictivo que se vivía en las calles de su barrio, y la utiliza para transformar Candeal (Salvador de Bahía, Brasil) en una favela modélica a través de su enseñanza y su práctica, dando lugar a generaciones de músicos formados musicalmente y sobre todo humanamente[6].

 

Otras veces es el cine el que nos hace reflexionar para redescubrir el amplio margen educativo de la educación musical, como es el caso de Los chicos del coro, donde Jacques Perrin nos presenta a un grupo de chicos marginados de la sociedad por distintas razones, que encuentran en la música una vía de escape y una forma de recuperar la ilusión, tan característica de las edades de la infancia. 

Sin embargo, existe la idea generalizada, tanto entre profesionales como entre profanos en materia educativa, que asocia los aprendizajes instrumentales con un reducido número de áreas determinadas, excluyendo o restando su importancia a otras que comparten el contenido del currículum oficial, y llevándolas a ocupar un espacio ornamental en los horarios de la enseñanza primaria. 

Todo esto se convierte en una exigencia para el profesional de la enseñanza musical, que debe argumentar y justificar su labor con el fin de demostrar (a veces a uno mismo) cómo “la música y la educación potencian mutuamente su positivo accionar para el desarrollo humano”[7]. Compartir y conocer no solo las experiencias de trabajo, sino también las inquietudes y expectativas de los profesionales, supone un ejercicio para dar continuidad a los postulados que la historia nos ofrece: “… considerar la música como uno de los primeros elementos de la educación…  (Confucio)”


 

[1] Alguno de los argumentos expuestos en el  II Congreso de la UNESCO sobre pedagogía musical

[2] Propuesta didáctica galardona en 2006 con un premio a la Innovación Educativa por la Conselleria de Cultura y Educación de la Generalitat Valenciana.

[3] Según datos de la Radiografía de las Migraciones en la Comunidad Valenciana, ,recogidos en 2006 por el informe del CEIM

[4] Ester Bonal, de la fundación l’Arc Música, en su ponencia en la UIMP durante el curso La música como medio de integración y trabajo solidario (2006)

[5] Yehudi Menuhin en la www.fundacionmenuhin.org .

[6] Experiencia recogida en la película El milagro de Candeal, de Fernando Trueba.

[7] Violeta Hemsy de Gainza: Pedagogía Musical (Lumen, Buenos Aires) p 129