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Verismo y neorealismo Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum.
Cavalleria rusticana. Música de Pietro Mascagni. Libreto de Giovanni Targoni. Tozzeti y Guido Menasci, basado en el drama homónimo de Giovanni Verga. Intérpretes: Violeta Urmana, Vincenzo La Scola, Viorica Cortez, Marco Di Felice, Dragana Jugovic. I pagliacci. Música y libreto de Ruggero Leoncavallo. Intérpretes: Vladimir Galouzine, María Bayo, Carlo Guelfi, Antonio Gandía, Ángel Ódena, David Rubiera, Guzmán Hernando, Javier del Real. Director musical: Jesús López Cobos. Director de escena: Giancarlo del Monaco. Escenógrafo: Johannes Leiacker. Figurinista: Brigit Wentsch. Iluminador: Wolfgang con Zoubek. Coro y Orquesta Titular del Teatro Real. Nueva producción del Teatro Real. Teatro Real de Madrid, del 15 de febrero al 8 de marzo de 2007. El Teatro Real ha producido esta doble función con dos títulos clásicos de la escuela verista: Cavalleria rusticana junto a I pagliacci. Los repartos de ambas óperas han sido excelentes y triunfado los cantantes han triunfado con sus papeles repletos de lirismo. Destacaron especialmente Violeta Urmana con una Santuzza conmovedora y desagarrada, Vladimir Galouzine bordando la conocida aria de Ridi, Pagliaccio y María Bayo encarnando a una vivaz Neyda, llena de chispa. Estos tres artista brillaron, sin que los demás se quedaran muy atrás, aunque tuvieran menos oportunidad de lucimiento. La orquesta también tuvo su momento de gloria, premiado con aplausos sentidos, en el célebre intermedio de Cavalleria. El maestro López Cobos demostró una vez más su lúcida sensibilidad y su capacidad para extraer los mejores matices de la partitura y del conjunto de todos los intérpretes. La puesta en escena de Giancarlo del Monaco fue correcta tirando a tradicional, con resultado aceptables dentro de los tópicos establecidos por la ópera desde hace un siglo, con cierta tendencia a la sobreactuación y a la caricatura. Algunos de estos gestos exagerados siguen siendo hoy aceptables dentro del género lírico. Hubo algún guiño divertido y algo más atrevido para enlazar ambas obras. Todo ello lo agradeció el público más conservador, cansado de los experimentos fallidos que últimamente se han podido ver sobre el mismo escenario del Teatro Real. Hubo cierta dosis de vanguardismo en la realización plástica. El pueblillo siciliano fue sustituido en la escenografía de Leiacker por una gran cantera cuyas formas parecen una arquitectura fósil y evocan una tragedia griega. El trabajo de dirección escénica fue entorpecido por la escenografía. Fue todo un reto mover a los cantantes, coro y figurantes como si fueran escaladores a través de tan incómodos desniveles. El blanco deslumbrante de la piedra contrastaba fuertemente con las negras vestimentas, planteando al iluminador Wolfgang von Zoubek varios problemas que resolvió con gran profesionalidad. La escenografía de I pagliacci fue más despejada y facilitó un movimiento más ágil de los artistas y grupos por el escenario. El coro se integró de manera excelente y participativa en la acción. Hubo unos oportunos guiños gráficos al cine del neorrealismo italiano con homenaje a Fellini a través de los carteles incorporados al decorado. Giancarlo del Monaco se permitió algunas modernezes calculadas y bien medidas, comprensibles y justificables, dentro de una concepción clásica, pero con cierto humor y distanciamiento, que sirve para suavizar la recurrencia a los estereotipos. La interconexión de ambos títulos se resuelve poniendo el prólogo de I pagliacci antes de Cavalleria, así como en otros acertados detalles. Se trata de una producción realizada en exclusiva por el Teatro Real y con un resultado de nivel de calidad alta gracias a las magníficas voces que intervienen, al rigor de López Cobos y al buen hacer del Giancarlo del Monaco. (Fotografía de Javier del Real)
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