|
|
LUCREZIA BORGIA ENLOQUECE AL LICEU Por Ovidi Cobacho Closa, Historiador del arte (Catalunya).
Uno de los eventos musicales más esperados de la temporada liceísta por los grumetes del belcanto era, sin dudas, la reposición de este drama romántico donizettiano que llevaba casi 20 años sin interpretarse en el coliseo de Les Rambles, después de aquellas lejanas y memorables funciones encabezadas por la Sutherland y Alfredo Kraus. Pero, a pesar de que para esta ocasión sería en versión de concierto, el aliciente no era solo por el título sino sobretodo por el elenco vocal que se reunía para interpretarlo, encabezado por la mítica y querida Edita Gruberova. La veterana soprano eslovaca cumplía además 40 años de su carrera profesional y el 30 aniversario de su debut su debut liceístico y, como era de esperar, el público le demostró su afecto con una sonora ovación tan sólo pisar el escenario. La cosa no quedó ahí, puesto que, contrariamente a lo que muchos pudieran haber esperado, a medida que avanzaba la representación, la inigualable y etérea voz de esta alquimista del canto empezó a desplegar toda suerte de recursos dinámicos (portamenti, pianísimos, filatos, legatos, messa di voce…), acrobacias y a lucir un control apabullante del fiato, con más de sesenta años cumplidos, que llevó al delirio absoluto al público allí congregado después de una conmovedora aria y cabaletta de la escena de muerte, con sobreagudo final incluido. Sin duda, habrán estilistas del belcanto que encontrarán su Lucrezia alejada de los parámetros estéticos y arqueológicos de manual, pero el mérito y el virtuosismo de su magistral lección canora fueron del todo intachables. Y así se lo hicieron saber centenares de melómanos e incondicionales, desplegando pancartas, con entrega y lluvia de flores y obligándola a salir al escenario repetidas veces, durante más de 30 minutos de aplausos ininterrumpidos después de terminar la función. Pero, a pesar de su protagonismo, el éxito no fue solo suyo. A su lado, brillaron con luz propia el delicioso Gennaro de Josep Bros, de exquisito fraseo y seductora elegancia; el conmovedor Maffio Orsini de la inigualable contralto por antonomasia Ewa Podlés, impecable y arrolladora desde su primera intervención hasta el culminante brindis del segundo acto, así como también el debutante liceísta Ildebrando D’Arcangelo en su apasionada recreación de Alfonso d’Este. Entre el competente reparto de coprimarios cabe destacar el Rustighello de Bülent Külekçi y el prominente tenor catalán Roger Padullés (Jeppo Liverotto). Redondeó esta versión concertante, la eficaz prestación del coro y la orquesta titular, bajo la batuta, algo excesivamente métrica, de Stefan Anton Reck.
|