ABRIENDO NUEVAS PUERTAS
Por
Gonzalo Pérez Chamorro
Intérpretes Orquesta
Sinfónica de Hungría. Solistas Andrea Melath, mezzo. István Kovács,
bajo. Director András Ligeti. Obras Sinfonía n. 104 de Haydn y El
Castillo de Barbazul de Bartók. Escenario y fecha Auditorio del
Hospital de Santiago, viernes 17 de mayo. XX Festival Internacional de
Música y Danza Ciudad de Úbeda.
La misma curiosidad de Judith en El Castillo de Barbazul parece
tener el Festival de Úbeda, que programó uno de los conciertos más
apasionantes en todos sus veinte años de existencia, ofreciendo por
fin una obra capital como es la única ópera de Béla Bartók (el más
grande del siglo XX para quien escribe), colmando de placer a los que
allí estábamos y satisfaciendo la curiosidad de cómo respondería el
público ante una ópera “difícil” en versión concierto. Probablemente
ninguna orquesta española podría hacer un Castillo como hizo
Ligeti con la Sinfónica Húngara, músicos que desde pequeños oían la
música de Bartók por los pasillos de la Academia Franz Liszt de
Budapest como nosotros oíamos la de Albéniz o Falla.
Para preparar esta música que cala en lo
más hondo de los huesos, la fantástica Sinfónica Húngara y el mejor
aún András Ligeti (con este apellido no se puede ser mal músico)
hicieron una Sinfonía n. 104 de Haydn llena de frescura, con
muchos contrastes y con un tempo más propio de las Sinfonías del
“Sturm und Drang”. Una vez que Haydn cierra su puerta y aparece
Bartók, el miedo se apodera de la sala, comprendemos que El
Castillo es una metáfora de la vida y del alma humana, que cada
puerta que abre Judith ante las recomendaciones a no hacerlo de
Barbazul es un reto a lo desconocido, al temor de saber lo que no se
quiere saber pero se sabe. Ligeti ve en El Castillo una música
húngara (Boulez o Haitink la ven como un gigante geiser tímbrico y
emocional) que sangra a cada compás, con ese dolor bartokiano que
conmueve más que ningún otro (acaso Wagner). También Ligeti sabe
destacar la maravillosa orquestación, pero eso no parece ser lo que
más le gusta, pues el tradicional ritmo húngaro lo dirige como pocos.
Judith, Andrea Melath, acaba de serlo para Naxos, y es comprensible,
pues es una referencia en el papel, pues aúna inocencia con madurez.
István Kovács, que fue Barbazul para una bella producción de la
Televisión Húngara, vuelve a ser un elegante y resignado Barbazul, que
sabe en todo momento que la última puerta, la que debe permanecer
cerrada para siempre, terminará abriéndose. Eso es lo que en Úbeda
ocurrió, se abrió una nueva puerta, inesperada para muchos.
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