Dama
de Ámerica en Francia
Por
Víctor Pliego de Andrés. Lee su
curriculum.
Recital de canciones
de Bizet, Franck,
Fauré, Gounod,
Lalo, Saint-Saëns,
Chabrier, Paladilhe,
Debussy, Chausson,
Bachelet, Duparc,
Ravel, Caplet,
Roussel, Messiaen,
Hahn, Satie,
Honegger, Canteloube,
Rosenthal y Poulenc.
Susan Graham (mezzosoprano) y
Malcolm Martineau
(piano). XIV Ciclo
de Lied.
Fundación
Caja Madrid.
Teatro de
la Zarzuela de Madrid, 11 de febrero de 2008.
Parece increíble que una artista
nacida en Nuevo Méjico y educada en Texas pueda interpretar con tanta
naturalidad el repertorio de las canciones francesas.
Susan Graham lo
hace con una maravillosa elegancia. Toda su presencia y actitud irradia
señorío y belleza, pero es su exquisita interpretación lo que cautivó a
los expertos aficionados que suelen llenar el magnífico ciclo
liederístico del madrileño
Teatro de
la Zarzuela. La voz de esta mezzosoprano es cálida, redonda, flexible y
estable. Pero más que cantante, Susan
Graham, es mejor artista. A sus aptitudes,
la Graham suma una especial sensibilidad y
una gran sabiduría, como pudimos comprobar en su actuación así como la
elección del variado y amplio programa brindado. Éste incluía canciones
francesas que iban desde Gounod (1818-1893)
hasta Olivier Messiaen
(1908-1992), ofreciendo un espléndido recorrido a través de dos siglos
de canción francesa. La primera parte estuvo dedicada al siglo
XIX y la segunda al siglo
XX. Quedó patente que la música del siglo
XX también puede conquistar el corazón del
público si se elige y presenta con buen criterio. La propuesta fue muy
interesante y combinó títulos conocidos con algunas perlas raras. Las
piezas escogidas no solo se adecuaron perfectamente a la naturaleza
vocal de la cantante, sino que se encadenaron en un brillante rosario
con una inesperada y oculta coherencia. Estuvieron representados nada
menos que veintidós compositores distintos. Así vimos como se
materializó en el transcurso del recital ese paradójico anhelo clásico
de encontrar la unidad en
la variedad. El
pianista Macolm
Martineau, visitante habitual y muy querido en este ciclo, fue el
perfecto contertulio en un bello diálogo
musical. Su aportación, con un toque limpio y un uso sobrio del pedal,
fue el complemento óptimo para la línea vocal. Supo colaborar con la
cantante, defendiendo un cierto antagonismo en la articulación y
encontrando coincidencia en la calidez del sonido. La exposición de cada
una de las piezas, a veces miniaturas, fue deliciosa por parte de ambos
intérpretes, convirtiendo la velada en una celebración exquisita y
triunfal con la música de la más alta escuela. Los calurosos aplausos
fueron recompensados con una preciosa y anacrónica joya de
Reynaldo Hahn,
A Chloris. Los artistas
recogieron las ovaciones sin prisas para retirarse con la misma
elegancia que reinó durante el recital, uno de los más bellos de este
bello ciclo.