Plácido incombustible diseño
Por
Víctor Pliego de Andrés. Lee su
curriculum.
Tamerlano.
Música de
Georg Friedrich
Haendel. Libreto de Incola
Haym.
Reparto:
Mónica Bacelli,
Plácido Domingo, Ingela
Bohlin, Sara Mingardo,
Jennifer Holloway,
Luigi de Donato.
Director musical:
Paul McCreesh.
Director de escena: Graham
Vick. Escenógrafo y figurinista: Richard
Hudson. Diseño de iluminación:
Matthew Richardson.
Coreógrafo: Ron Howell. Coro y Orquesta
Titular del Teatro Real. Producción del Maggio
Musicale Florentino.
Teatro Real
de Madrid, del 26 de marzo al 11 de abril de 2008.
Resulta inusual que una ópera barroca
sea protagonizada por un tenor como ocurre con
Tamerlano de Haendel.
Tampoco es muy habitual que un artista de la categoría y edad
de Plácido
Domingo se embarque en la arriesgada empresa de
incorporar a su repertorio un papel barroco como
el de
Bajazet. Su interpretación es buena aunque
no excelente, pues este estilo no
es el que
mejor se adecua a su voz y circunstancia, pero su audacia es encomiable.
Y, por descantado, en Plácido menos siempre en mucho y bueno. Los otros
cuatro papeles protagonistas del primer reparto de estas funciones están
a cargo de señoras interesantes pero muy distintas. Brilla en el cartel
la preciosa voz de Ingela
Bohlin, que pone sus impecables maneras al
servicio de Asteria. Esta joven soprano sueca me ha supuesto una grata
revelación que sin duda nos va a deparar muy buenos momentos.
La
mezzo Jennifer Holloway
interpreta el papel de Irene con más emoción, en un estilo menos ceñido
a lo barroco, pero con acierto y gusto. Las cantantes que interpretan
los papeles masculinos no se integran del todo, por el inverosímil
travestismo y alguna otra circunstancia.
La
contralto Sara Mingardo
tiene encomendado el papel Andrónico, que no
llega a convencer como enamorado.
La
mezzo Mónica Bacelli
interpreta al emperador Tamerlan,
esfuorzandose en la caricatura que se hace
del personaje. El cartel se cierra con la poderosa intervención del
estupendo bajo Luigi de Donato. En lo
musical hay que
destacar el excelente trabajo de la Orquesta del
Teatro Real,
con plantilla reducida y algunos instrumentos barrocos, además del
continuo. Los profesores obtienen un sonido depurado y convincente, que
no es del todo ni moderno ni historicista. La dirección de
Paul McCressh es
espléndida por su fuerza y flexibilidad, por su atención a todos los
detalles, desde el principio hasta el final de una función que dura
cuatro horas y media. Los músicos quedan contagiados de su brío (más que
los cantantes), de su sabiduría y de su minucioso trabajo con
la batuta.
Fundador y director del Gabrielli
Consort and
Players es, sin duda, uno de los mejores
directores de música barroca con cualquier grupo con el que trabaje. La
música de Haendel
pertence a ese estilo cosmopolita pero de fuerte inspiración
napolitana, en el cual melodía y el impulso son la clave.
La producción presentada en el
Teatro Real
de
Madrid, que
procede del Maggio
Musicale Florentino, es fantástica. La puesta escena, firmada
Graham Vick,
muestra un exquisito diseño, que equilibra estupendamente lo moderno y
lo barroco. El decorado blanco creado por Richard
Hudson es el mismo en los tres actos. Aparentemente simple, está
lleno de vida y de constante movimiento. No aburre nunca. Detrás de su
aparente sobriedad hay una tramoya de clara inspiración barroca que, por
cierto, es gobernada por el equipo de
Teatro Real
con una suprema limpieza. Los que están tras el telón son también unos
artistas. El decorado participa en la acción y también lo hacen los
figurante, vestidos en blanco y negro, que se integran en todas las
escenas con movimientos pausados y unas acertadísimas coreografías de
Ron Howell. Todo el conjunto se relaza con
uno de los diseños de iluminación más exquisitos y comprometidos que se
han visto en
Teatro Real,
concebido por Matthew
Richardson y realizado por Guiseppe
di Lorio. Encuentro que hay cierta deuda en
las figuras, luces, espacios y cadencias con Robert
Wilson. La función es una fiesta para la vista, para los amantes del
teatro, del diseño, de la danza y también, como no, para los aficionados
a
la música.
Plácido sigue siendo una estrella resplandeciente, con
energías sobradas para enfrentarse a este y a otros muchos retos.
Fotografía: Javier del Real