Tríptico de oscuridad
Por
Víctor Pliego de Andrés. Lee su
curriculum.
Compañía Nacional de
Danza. Hevel.
Coreografía y figurines: Nacho Duato.
Música: Pedro Alcalde / Sergio Caballero. Escenografía:
Jaafar Chalabi.
Diseño de luces: Brad
Fields. Quintett.
Coreografía, escenografía e iluminación: William
Forsythe en colaboración con otros autores. Música:
Gavin Bryars.
White
Darkness. Coreografía: Nacho
Duato. Música: Kart
Jenkins. Escenografía: Jaafar
Chalabi. Figurines: Lourdes Frías. Diseño de
luces: Joop Caboort.
Bailarines principales: Tamako
Akiyama, Luisa María Arias, África Guzmán,
Ana
María López,
Yolanda Martín,
José
Carlos Blanco,
Gentian Doda,
Jean Philippe Dury,
Isaac Montllos, Dimo
Kirilov. Compañía Nacional de Danza. Director artístico: Nacho
Duato.
Teatro de
la Zarzuela. Madrid, del 21 al 29 de marzo de 2008.
Tres obras impresionantes han
compuesto el último programa que
la Compañía
Nacional de Danza ha presentado en Madrid. Son tres
coreografías distintas pero que juntas conforma un oscuro tríptico, a la
manera de un gran concierto, alzado sobre un sugestivo diálogo. Las tres
indagan desde el movimiento en los límites de la razón, mostrando los
abismos de la locura, de la soledad, de la violencia y de
la muerte. Hay
paradoja en estas obras que, en vez de expresar la vitalidad intrínseca
y luminosa de la danza, se acercan a
la sombra.
Aparece en las tres un asunto común tratado desde
puntos de vista complementarios.
Hevel es una
palabra hebrea que, según se explica el programa de mano, describe la
fragilidad y el carácter efímero de la condición humana. Es un juego
poético de vanidad, humo, sombra, vacuidad. La creación de
Duato, estrenada el año pasado, despliega en
un sórdido espacio el desarrollo de un extenuante ejercicio de contacto,
cargado de violencia simbólica. También baila con los intérpretes un
enorme y genial trasto diseñado por Chalabi,
que sugiere un inquietante lugar. Se me antoja que esta obra en una
especie de epílogo a esa otra impactante creación que bajo el título de
Herrumbre pudimos ver hace tres años en el Teatro Real.
Como en una seria goyesca, ambas piezas parecen tratar de los desastres
de la guerra.
En el
centro de
la función se inserta Quinttet,
de William Forsythe, creación de hace
tres lustros que ahora ha montado
la Compañía
Nacional
de Danza. El
escenario se llena de color y movimiento, pero la
sensación que se transmite es de tristeza. Hay repeticiones y
variaciones hipnóticas, virtuosísticas,
obsesivas, que como en la condena de Sísifo nunca da sus frutos. Entre
toda esta agitación aparece el ojo fijo y ensimismado de un extraño
proyector. Como último
movimiento de
este circunstancial concerto
la compañía repone White
Darkness, pieza del año 2001 en
la que
Duato reflexiona sobre la
destrucción que conllevan las drogas en una moderna danza de
la muerte. Su
inclusión como colofón de este programa es todo un acierto, a la vista
del rumbo que en esta década ha seguido la inspiración del coreógrafo en
su descenso hacia los abismos, de la mano de Orfeo. Lo intensos detalles
y los efectivos empleados hacen que el tiempo transcurra en una esfera
emocional más rápida. La extraordinaria música de
Karl Jenkins es otro de los muchos
aciertos que presenta esta creación. La función fue impactante en su
conjunto.
Fotografía: Luisa María Arias