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Número 88º - Marzo-mayo 2.008


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Tríptico de oscuridad

Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum. 

Compañía Nacional de Danza. Hevel. Coreografía y figurines: Nacho Duato. Música: Pedro Alcalde / Sergio Caballero. Escenografía: Jaafar Chalabi. Diseño de luces: Brad Fields. Quintett. Coreografía, escenografía e iluminación: William Forsythe en colaboración con otros autores. Música: Gavin Bryars. White Darkness. Coreografía: Nacho Duato. Música: Kart Jenkins. Escenografía: Jaafar Chalabi. Figurines: Lourdes Frías. Diseño de luces: Joop Caboort. Bailarines principales: Tamako Akiyama, Luisa María Arias, África Guzmán, Ana María López, Yolanda Martín, José Carlos Blanco, Gentian Doda, Jean Philippe Dury, Isaac Montllos, Dimo Kirilov. Compañía Nacional de Danza. Director artístico: Nacho Duato. Teatro de la Zarzuela. Madrid, del 21 al 29 de marzo de 2008. 

Tres obras impresionantes han compuesto el último programa que la Compañía Nacional de Danza ha presentado en Madrid. Son tres coreografías distintas pero que juntas conforma un oscuro tríptico, a la manera de un gran concierto, alzado sobre un sugestivo diálogo. Las tres indagan desde el movimiento en los límites de la razón, mostrando los abismos de la locura, de la soledad, de la violencia y de la muerte. Hay paradoja en estas obras que, en vez de expresar la vitalidad intrínseca y luminosa de la danza, se acercan a la sombra. Aparece en las tres un asunto común tratado desde puntos de vista complementarios.  Hevel es una palabra hebrea que, según se explica el programa de mano, describe la fragilidad y el carácter efímero de la condición humana. Es un juego poético de vanidad, humo, sombra, vacuidad. La creación de Duato, estrenada el año pasado, despliega en un sórdido espacio el desarrollo de un extenuante ejercicio de contacto, cargado de violencia simbólica. También baila con los intérpretes un enorme y genial trasto diseñado por Chalabi, que sugiere un inquietante lugar. Se me antoja que esta obra en una especie de epílogo a esa otra impactante creación que bajo el título de Herrumbre pudimos ver hace tres años en el Teatro Real. Como en una seria goyesca, ambas piezas parecen tratar de los desastres de la guerra.

En el centro de la función se inserta Quinttet, de William Forsythe, creación de hace tres lustros que ahora ha montado la Compañía Nacional de Danza. El escenario se llena de color  y movimiento, pero la sensación que se transmite es de tristeza. Hay repeticiones y variaciones hipnóticas, virtuosísticas, obsesivas, que como en la condena de Sísifo nunca da sus frutos. Entre toda esta agitación aparece el ojo fijo y ensimismado de un extraño proyector. Como último movimiento de este circunstancial concerto la compañía repone White Darkness, pieza del año 2001 en la que Duato reflexiona sobre la destrucción que conllevan las drogas en una moderna danza de la muerte. Su inclusión como colofón de este programa es todo un acierto, a la vista del rumbo que en esta década ha seguido la inspiración del coreógrafo en su descenso hacia los abismos, de la mano de Orfeo. Lo intensos detalles y los efectivos empleados hacen que el tiempo transcurra en una esfera emocional más rápida. La extraordinaria música de Karl Jenkins es otro de los muchos aciertos que presenta esta creación. La función fue impactante en su conjunto. 

Fotografía: Luisa María Arias