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Número 13º - Febrero 2.001


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LA MÚSICA QUE MENOS SE ESCUCHA.

Por Luciano Bibiloni. Lee su curriculum.

   La música del siglo XX y la música polifónica medieval guardan entre sí muchos puntos en común. Principal y lamentablemente, el que sean las músicas que menos se escuchan hoy en día. Pero centrándonos en aspectos estrictamente musicales, podríamos resumir las coincidencias en que solamente en estos períodos tan alejados entre sí, los compositores dan y daban verdadera rienda suelta a su creatividad haciendo uso de todas las herramientas compositivas conocidas a la fecha.

   Basta escuchar alguna obra de, por ejemplo, el segundo período compositivo de Arvo Pärt (mal llamado “neogregoriano”),  para notar cómo estas ideas estéticas casan felizmente entre sí las muchas de las veces. Queda en duda si debiéramos dejar de lado la comparación de las ideas extramusicales de estos dos polos históricos (polifonía medieval y Pärt). Válido es mencionar, sin embargo, que Pärt es el compositor que guarda el honor, o no, de ser el más “comprado” (¿y escuchado?) del siglo XX.

   Por supuesto que este compositor estonio ha hecho intencionadamente de su último período creativo una síntesis entre el siglo XX y la música del medioevo. A muchos que conocen su música les asombrará saber que en sus comienzos como compositor, Pärt se había dedicado a la música serial. Sin embargo[1], el mismo Lutoslawski había hecho evidente la adopción de una herramienta compositiva característica del último medioevo (período gótico), como es la ritmización, en algunas de sus obras seriales; véase por ejemplo su Música fúnebre para orquesta de cuerdas.

   Por si lo dicho fuera poco, los “ambientes” musicales tanto del siglo XX como del período gótico (ca. 1160 - ca. 1380) comparten un mismo aire de libertad en las justificaciones estéticas de las obras musicales. Retrospectivamente, vemos que Perotin en el período de Notre Dame[2] estaba condicionado en su composición por reglas estrictas que lo obligaban a limitarse a una estrecha cantidad de recursos creativos. Ahora, si nos hacemos una imagen de la catedral recién concluida de Paris y su época, nos podremos dar cuenta de lo revolucionario en estas obras.

   Hasta esta época, las obras se componían para una determinada festividad y luego se desechaban. ¡Cómo habrá sido el éxtasis provocado por la música de Perotin para que gracias a la visión de algunos obispos, estas nuevas composiciones hayan sido elevadas a nivel de obra, obra que merece ser escuchada nuevamente y debe ser guardada![3]

   Otra mirada retrospectiva, pero más cercana, hacia principios del siglo XX, nos tienta a observar cuán limitadas eran algunas piezas cuando se atenían casi principalmente a evitar la tonalidad[4]. Los períodos musicales comprendidos entre el gótico y mediados del siglo XX, desecharon sistemáticamente las sonoridades melódico-armónicas y/o las técnicas de composición de los períodos anteriores. ¿Alguien puede estar completamente seguro de ser totalmente libre a la hora de componer? ¿y a la hora de escuchar..?

   

    Justificada la analogía, me dispongo a invitar al lector a sumergirse en el mundo de la música gótica. Desde este punto podremos ver en el horizonte el resto de la música por venir. Bartok decía que no se debía componer sino en relación con lo que ya se había compuesto, en relación con la tradición. Seguramente, cuanto más se sepa de la tradición, por más remota que parezca, mejor.

   La obra preferida por los especialistas en la música del período de Notre Dame, es casi sin duda el Viderunt omnes. Muy posiblemente se deba a que este canto ha sido utilizado en varias oportunidades durante el período en cuestión y permite ver los cambios compositivos que se fueron dando durante el mismo. Leonin y Perotin utilizaron este canto; ellos han sido los compositores más importantes del período. El primero compuso principalmente, obras a dos voces. El segundo, extendió esa posibilidad a tres y más voces.

    Específicamente, el Viderunt Omnes de Leonin es a dos voces. El canto original, gregoriano, es cantado por una de las voces de una forma extendida, con notas muy largas. La voz nueva, se mueve muy ágilmente sobre estas notas largas del canto original, con el mismo texto. Se dice que esta voz es melismática porque en una misma sílaba se incluyen muchas alturas, muchas notas ritmadas en pie ternario.[5]

    De repente, este discurso se detiene para dejar lugar a una sección del canto gregoriano original sin ritmar ni modificar. Luego de una pausa, se vuelve al tratamiento del principio sólo que esta vez, no son notas largas las de la voz original, sino ritmadas aunque no tan ágiles como las de la voz nueva. Estas tres presentaciones que delimitan secciones en estas obras se denominan, respectivamente, organum melismático, canto llano y discanto; todas provienen de distintos momentos históricos. Debido a la revolución que causó el primer tipo de composición explicado, a las obras con este tratamiento se las llamó organum.

    Perotin, por su parte, compuso el Viderunt omnes a cuatro voces. Las formas de tratar el canto son las mismas, pero hay que tener cuidado al suponer que la adición de voces no requiere mayor complejidad que la vista en los organa de Leonin. En Perotin, por primera vez, encontramos un tratamiento (y un pensamiento) formal ex profeso que justifica y da coherencia a una obra.

   Una novedad que encontramos en Perotin es el artificio compositivo denominado hoquetus, cuando una voz canta la otra calla de manera de percibirse una sola línea melódica con alternancia tímbrica (de los cantantes) entre nota y nota. Este recurso es retomado en el Kanon Pokajanen[6] de Pärt de un modo realmente expresivo. El hoquetus también es empleado en algunos juegos musicales de algunos compositores barroco-clásicos, por ejemplo en D. Scarlatti, pero de forma muy aislada.

    Para no ver en este recorrido un obnubilación medieval o una desatención a la música de nuestro tiempo, recomiendo que el lector escuche la Pasión Según San Juan de Arvo Pärt en donde el compositor hace uso de “redes interválicas” con tratamientos de tipo melismático y de discanto, entre otros[7].


Notas:

[1] según Clemens Kühn en su Tratado de la forma musical, Labor.

[2] período definido entre el 1150 y 1250 con centro en dicha Catedral de Paris.

[3] Diether de la Mote, Contrapunto, Labor

[4] un promedio estadístico de las obras atonales libres de la Segunda Escuela de Viena, muestra la preferencia de los intervalos de cuarta, quinta y tercera en combinación con el semitono de manera de formar trítonos o pares de intervalos imposibles de ubicar en un tonalidad definida. Estas “redes interválicas” resultantes caracterizan la sonoridad de las obras compuestas en este período.

[5] Permítaseme definir provisoriamente, para el lector que no esté habituado a dichas definiciones, que estos melismas tienen un ritmo bailable que duran entre uno y quince segundos por sílaba.

[6] Este enlace permite escuchar la primer Oda del Kanon. Allí se pueden percibir las notas largas en el bajo con las voces superiores en hoquetus durante los primeros diez segundos. A esta sección le sigue una en la que se imita un organum primitivo pero con una nueva visión.

[7] No pude encontrar ejemplos musicales de esta obra en la Web. Afortunadamente, se pueden escuchar más extractos del Kanon Pokajanen de Pärt pinchando en el siguiente enlace.