| 
 | 
| 
 
 | LA MÚSICA QUE MENOS SE ESCUCHA. Por Luciano Bibiloni. Lee su curriculum. 
   
      La música del siglo XX y la música polifónica medieval guardan
      entre sí muchos puntos en común. Principal y lamentablemente, el que
      sean las músicas que menos se escuchan hoy en día. Pero centrándonos en
      aspectos estrictamente musicales, podríamos resumir las coincidencias en
      que solamente en estos períodos tan alejados entre sí, los compositores
      dan y daban verdadera rienda suelta a su creatividad haciendo uso de todas
      las herramientas compositivas conocidas a la fecha.   
      Basta escuchar alguna obra de, por ejemplo,
      el segundo período compositivo de Arvo Pärt (mal llamado “neogregoriano”), 
      para notar cómo estas ideas estéticas casan felizmente entre sí
      las muchas de las veces. Queda en duda si debiéramos dejar de lado la
      comparación de las ideas extramusicales de estos dos polos históricos
      (polifonía medieval y Pärt). Válido es
      mencionar, sin embargo, que Pärt es el compositor que guarda el honor, o
      no, de ser el más “comprado” (¿y escuchado?) del siglo XX.   
      Por supuesto que este compositor estonio ha
      hecho intencionadamente de su último período creativo una síntesis
      entre el siglo XX y la música del medioevo. A muchos que conocen su música
      les asombrará saber que en sus comienzos como compositor, Pärt se había
      dedicado a la música serial. Sin embargo[1], el mismo Lutoslawski había
      hecho evidente la adopción de una herramienta compositiva característica
      del último medioevo (período gótico), como es la ritmización, en
      algunas de sus obras seriales; véase por ejemplo su
      Música fúnebre para orquesta de cuerdas.   
      Por si lo dicho fuera poco, los
      “ambientes” musicales tanto del siglo XX como del período gótico (ca.
      1160 - ca. 1380) comparten un mismo aire de libertad en las
      justificaciones estéticas de las obras musicales. Retrospectivamente,
      vemos que Perotin en el período de Notre Dame[2]
      estaba condicionado en su composición por reglas estrictas que lo
      obligaban a limitarse a una estrecha cantidad de recursos creativos.
      Ahora, si nos hacemos una imagen de la catedral recién concluida de Paris
      y su época, nos podremos dar cuenta de lo revolucionario en estas obras.    
      Hasta esta época, las obras se componían
      para una determinada festividad y luego se desechaban. ¡Cómo habrá sido
      el éxtasis provocado por la música de Perotin para que gracias a la visión
      de algunos obispos, estas nuevas composiciones hayan sido elevadas a nivel
      de obra, obra que merece ser escuchada nuevamente y debe ser guardada![3]   
      Otra mirada retrospectiva, pero más cercana,
      hacia principios del siglo XX, nos tienta a observar cuán limitadas eran
      algunas piezas cuando se atenían casi principalmente a evitar la
      tonalidad[4].
      Los períodos musicales comprendidos entre el gótico y mediados del siglo
      XX, desecharon sistemáticamente las sonoridades melódico-armónicas y/o
      las técnicas de composición de los períodos anteriores. ¿Alguien puede
      estar completamente seguro de ser totalmente libre a la hora de componer?
      ¿y a la hora de escuchar..?    
          
      Justificada la analogía, me dispongo a invitar al lector a
      sumergirse en el mundo de la música gótica. Desde este punto podremos
      ver en el horizonte el resto de la música por venir. Bartok decía que no
      se debía componer sino en relación con lo que ya se había compuesto, en
      relación con la tradición. Seguramente, cuanto más se sepa de la
      tradición, por más remota que parezca, mejor.   
      La obra preferida por los especialistas en la
      música del período de Notre Dame, es casi sin duda el Viderunt omnes.
      Muy posiblemente se deba a que este
      canto ha sido utilizado en varias oportunidades durante el período en
      cuestión y permite ver los cambios compositivos que se fueron dando
      durante el mismo. Leonin y Perotin utilizaron este canto; ellos han sido
      los compositores más importantes del período. El primero compuso
      principalmente, obras a dos voces. El segundo, extendió esa posibilidad a
      tres y más voces.    
      Específicamente, el Viderunt
      Omnes de Leonin es a dos voces. El canto original, gregoriano, es
      cantado por una de las voces de una forma extendida, con notas muy largas.
      La voz nueva, se mueve muy ágilmente sobre estas notas largas del canto
      original, con el mismo texto. Se dice que esta voz es melismática porque
      en una misma sílaba se incluyen muchas alturas, muchas notas ritmadas en
      pie ternario.[5]    
      De repente, este discurso se detiene para
      dejar lugar a una sección del canto gregoriano original sin ritmar ni
      modificar. Luego de una pausa, se vuelve al tratamiento del principio sólo
      que esta vez, no son notas largas las de la voz original, sino ritmadas
      aunque no tan ágiles como las de la voz nueva. Estas tres presentaciones
      que delimitan secciones en estas obras se denominan, respectivamente,
      organum melismático, canto llano y discanto; todas provienen de distintos
      momentos históricos. Debido a la revolución que causó el primer tipo de
      composición explicado, a las obras con este tratamiento se las llamó organum.    
      Perotin, por su parte, compuso el Viderunt
      omnes a cuatro voces. Las formas de tratar el canto son las mismas, pero
      hay que tener cuidado al suponer que la adición de voces no requiere
      mayor complejidad que la vista en los organa de Leonin. En Perotin,
      por primera vez, encontramos un tratamiento (y un pensamiento) formal ex
      profeso que justifica y da coherencia a una obra.   
      Una novedad que encontramos en Perotin es el
      artificio compositivo denominado hoquetus, cuando una voz canta la
      otra calla de manera de percibirse una sola línea melódica con
      alternancia tímbrica (de los cantantes) entre nota y nota. Este recurso
      es retomado en el Kanon
      Pokajanen[6] de Pärt de un modo
      realmente expresivo. El hoquetus también es
      empleado en algunos juegos musicales de algunos compositores barroco-clásicos,
      por ejemplo en D. Scarlatti, pero de forma muy aislada.    
      Para no ver en este recorrido un obnubilación
      medieval o una desatención a la música de nuestro tiempo, recomiendo que
      el lector escuche la Pasión Según San Juan de Arvo Pärt en donde
      el compositor hace uso de “redes interválicas” con tratamientos de
      tipo melismático y de discanto, entre otros[7]. Notas: [1] según Clemens Kühn en su Tratado de la forma musical, Labor. [2] período definido entre el 1150 y 1250 con centro en dicha Catedral de Paris. [3] Diether de la Mote, Contrapunto, Labor [4] un promedio estadístico de las obras atonales libres de la Segunda Escuela de Viena, muestra la preferencia de los intervalos de cuarta, quinta y tercera en combinación con el semitono de manera de formar trítonos o pares de intervalos imposibles de ubicar en un tonalidad definida. Estas “redes interválicas” resultantes caracterizan la sonoridad de las obras compuestas en este período. [5] Permítaseme definir provisoriamente, para el lector que no esté habituado a dichas definiciones, que estos melismas tienen un ritmo bailable que duran entre uno y quince segundos por sílaba. [6] Este enlace permite escuchar la primer Oda del Kanon. Allí se pueden percibir las notas largas en el bajo con las voces superiores en hoquetus durante los primeros diez segundos. A esta sección le sigue una en la que se imita un organum primitivo pero con una nueva visión. 
 
 |