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BUEN CIERRE DE TEMPORADA. Por Asier Vallejo Ugarte. Estudiante de piano.
Bilbao, Palacio
Euskalduna, 20 de febrero de 2002. Il Trovatore. Drama en cuatro partes.
Libreto: S. Cammarano, basado en “El Trovador” de A. García Gutiérrez.
Música: G. Verdi. Estreno: Teatro Apollo de Roma, 19 de enero de 1.863. Manrico: Richard Margison. Leonora: Sondra Radvanovsky. Azucena:
Larissa Diadkova. El Conde de Luna: Genaro Sulvaran. Ferrando: Arutjun
Kotchinian. Inés: María Mendizabal. Ruiz: Pedro Calderon. Un gitano:
Ales Pérez. Un mensajero: Fernando de la Fuente. Dirección musical: Pier
Giorgio Morandi. Dirección escénica: Pier Luigi Pizzi. Coro de la Ópera
de Bilbao (dir: Boris Dujin). Orquesta Sinfónica de Euskadi. Coproducción:
Teatro del Maggio Musicale Fiorentino, Teatro Massimo de Palermo, Teatro
Nacional de Sao Carlos de Lisboa. Las esperadas
representaciones de Il Trovatore
de Verdi, último título de la temporada operística en Bilbao, no
dejaron insatisfechos a los aficionados, que acogieron el “hasta
luego” de la ABAO con entusiasmo. Coincidiendo con el tercer aniversario
de la inauguración del Palacio Euskalduna (en cuyo auditorio, por cierto,
apenas se veían butacas vacías), la noche del 20 de febrero, fría y
oscura, invitaba a degustar las sensacionales ideas musicales de Verdi. Escrita entre
dos monumentos como Rigoletto y La Traviata, Il Trovatore (El
Trovador), que no es una obra innovadora como lo fueron sus hermanas,
destaca, por encima de todo, por sus apasionadas y románticas melodías,
y sus arrebatadoras e intensas escenas. El personaje de Azucena, la
tremenda gitana vizcaína, eje central indiscutible de la trama argumental
de la obra, es acaso la mayor innovación, puesto que representa el primer
gran papel escrito por Verdi para una
mezzo, comenzando una lista que continuarían Ulrica (en Un
Ballo in Maschera), La Princesa de Éboli (en Don
Carlo) y Amneris (en Aida).
Curiosamente, nunca dio Verdi el protagonismo mayor de ninguna de sus
obras a esta cuerda; los resultados hubieran sido, sin duda,
espectaculares. Inicialmente,
el papel del Conde de Luna estaba previsto que lo hiciera Paolo Gavanelli,
histórica cruz para la ABAO, pero en el programa de mano aparecía el
nombre de Genaro Sulvarán, que debutaba con la asociación bilbaína. El
barítono mexicano cumplió con su deber, y exhibió una voz poderosa y
oscura, bien llevada en aquellos números en los que el Conde se enfrenta
al público en solitario, y de un modo más discreto, que no pobre, cuando
no lo hacía. La soprano
protagonista, Sandra Radvanovsky, se llevó una de las mayores ovaciones
de la temporada. Dotada de una presencia escénica privilegiada para el
personaje, así como de una voz bellísima y capaz de resolver las
dificultades del rol de Leonora, fue la gran noticia de la noche. La
proyección de sus pianissimos, su
sufrido canto conmovedor… Es previsible que esta joven soprano,
debutante también en ABAO, alcance cotas profesionales muy altas, así
que anotemos su nombre, y esperemos su retorno, puesto que será
bienvenida. Sobre Richard
Margison, tenor canadiense que también debutaba en ABAO, las opiniones no
fueron unánimes. Lo cierto es que es poseedor de una voz bella y amplia,
que se deja escuchar gracias a una gran habilidad para frasear. Dicho
esto, habría que decir que Manrico no es su papel, le queda grande. Además
de una imaginación muy limitada para entender el rol, en los pasajes
cumbre del personaje, aquellos en los que tiene que brillar, aquellos que
el público espera con ansiedad, resultó ser nulo. Y aunque estas últimas
líneas podrían darlo a entender, no nos referimos tan sólo a la célebre
cabaletta “Di quella pira”. Ni siquiera dramáticamente resultó
creíble: sus torpes movimientos sobre el escenario y su inamovible gesto
facial fueron parte de la causa. Completaba el
cuarteto protagonista Larissa Diadkova, mezzosoprano
rusa que ya goza de un importante reconocimiento internacional, y que
dio en su debut en ABAO una auténtica clase magistral de canto. Desde su
canción inicial hasta la escena final (pasando por un intensísimo relato
tan sólo torpedeado por la ineficacia dramática del tenor), Diadkova
mostró un registro amplio, a cuyos graves accedía valiéndose de un
descenso cuidado y apasionado, y cuyos potentes agudos hacían temblar el
auditorio, y con él, a los asistentes, que homenajearon con el aplauso su
brillante actuación. Cabe destacar
a María Mendizabal por encima del resto de los secundarios. Pier Luigi
Pizzi optó por una puesta en escena alejada de las excentricidades que en
estas últimas fechas han destruido la obra en varios teatros
internacionales, y nos sumergió en el Aragón más noble, así como en la
Bizkaia más gitana, con las clásicas escenas espectaculares de los
yunques en escena, o de los soldados prestos para la guerra, pero siempre
con espacios para el lucimiento escénico de los protagonistas, que muchos
supieron aprovechar con brillantez. Una producción, en definitiva, clásica
y al gusto del público que quiere ver aquello en lo que Verdi pensó para
escribir la obra. El Coro de la
Ópera de Bilbao culminó una temporada excelente con una labor muy digna
en Il Trovatore, mientras que la
Orquesta Sinfónica de Euskadi, al mando de Pier Giorgio Morandi, consiguió
convencer a pesar de la falta de tacto en las escenas de más intimidad.
El maestro entendió la obra, y supo como hacer llegar al público la música,
por lo que optó por explotar al máximo los recursos de la orquesta en la
escenas más espectaculares, con unos resultados francamente buenos y
eficaces. Y con esto yo debería dar por finalizado el comentario, pero me voy a permitir excederme un poco más, para que todos mis lectores (es decir, el editor de la revista, mi tío de Amurrio, algún miembro de la ABAO, espero que algún amigo mío y navegantes despistados que se equivocan de página) sepan que Bilbao acogió durante los días 2 y 3 de marzo el festival MUSIKA/MUSICA, del que no voy a hacer publicidad barata porque no tengo interés en ello, pero que sí que habría que mencionar que la idea de hacer una maratón de conciertos durante un fin de semana, basándose en un tema o periodo musical en concreto (Mozart y Haydn en esta ocasión) es interesante, además de exitosa, como se ha demostrado en esta ocasión y en las anteriores fiestas en Nantes y en Lisboa. Tanto la gran asistencia de público, como la brillante actuación de los intérpretes (entre los que se encontraban la English Chamber Orchestra, el Coro RIAS de Berlín o los solistas Josep Colom, Asier Polo o Pieter Wispelwey) han hecho que el alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, asegure que la experiencia se repetirá el año que viene. Que así sea. |