Revista mensual de publicación en Internet
Número 26º - Marzo 2.002


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BUEN CIERRE DE TEMPORADA.

Por Asier Vallejo Ugarte. Estudiante de piano.


Puente del ayto. de Bilbao, por Veit Ebermann

Bilbao, Palacio Euskalduna, 20 de febrero de 2002. Il Trovatore. Drama en cuatro partes. Libreto: S. Cammarano, basado en “El Trovador” de A. García Gutiérrez. Música: G. Verdi. Estreno: Teatro Apollo de Roma, 19 de enero de 1.863. Manrico: Richard Margison. Leonora: Sondra Radvanovsky. Azucena: Larissa Diadkova. El Conde de Luna: Genaro Sulvaran. Ferrando: Arutjun Kotchinian. Inés: María Mendizabal. Ruiz: Pedro Calderon. Un gitano: Ales Pérez. Un mensajero: Fernando de la Fuente. Dirección musical: Pier Giorgio Morandi. Dirección escénica: Pier Luigi Pizzi. Coro de la Ópera de Bilbao (dir: Boris Dujin). Orquesta Sinfónica de Euskadi. Coproducción: Teatro del Maggio Musicale Fiorentino, Teatro Massimo de Palermo, Teatro Nacional de Sao Carlos de Lisboa.

Las esperadas representaciones de Il Trovatore de Verdi, último título de la temporada operística en Bilbao, no dejaron insatisfechos a los aficionados, que acogieron el “hasta luego” de la ABAO con entusiasmo. Coincidiendo con el tercer aniversario de la inauguración del Palacio Euskalduna (en cuyo auditorio, por cierto, apenas se veían butacas vacías), la noche del 20 de febrero, fría y oscura, invitaba a degustar las sensacionales ideas musicales de Verdi.

Escrita entre dos monumentos como Rigoletto y La Traviata, Il Trovatore (El Trovador), que no es una obra innovadora como lo fueron sus hermanas, destaca, por encima de todo, por sus apasionadas y románticas melodías, y sus arrebatadoras e intensas escenas. El personaje de Azucena, la tremenda gitana vizcaína, eje central indiscutible de la trama argumental de la obra, es acaso la mayor innovación, puesto que representa el primer gran papel escrito por Verdi para una mezzo, comenzando una lista que continuarían Ulrica (en Un Ballo in Maschera), La Princesa de Éboli (en Don Carlo) y Amneris (en Aida). Curiosamente, nunca dio Verdi el protagonismo mayor de ninguna de sus obras a esta cuerda; los resultados hubieran sido, sin duda, espectaculares.

Inicialmente, el papel del Conde de Luna estaba previsto que lo hiciera Paolo Gavanelli, histórica cruz para la ABAO, pero en el programa de mano aparecía el nombre de Genaro Sulvarán, que debutaba con la asociación bilbaína. El barítono mexicano cumplió con su deber, y exhibió una voz poderosa y oscura, bien llevada en aquellos números en los que el Conde se enfrenta al público en solitario, y de un modo más discreto, que no pobre, cuando no lo hacía.

La soprano protagonista, Sandra Radvanovsky, se llevó una de las mayores ovaciones de la temporada. Dotada de una presencia escénica privilegiada para el personaje, así como de una voz bellísima y capaz de resolver las dificultades del rol de Leonora, fue la gran noticia de la noche. La proyección de sus pianissimos, su sufrido canto conmovedor… Es previsible que esta joven soprano, debutante también en ABAO, alcance cotas profesionales muy altas, así que anotemos su nombre, y esperemos su retorno, puesto que será bienvenida.

Sobre Richard Margison, tenor canadiense que también debutaba en ABAO, las opiniones no fueron unánimes. Lo cierto es que es poseedor de una voz bella y amplia, que se deja escuchar gracias a una gran habilidad para frasear. Dicho esto, habría que decir que Manrico no es su papel, le queda grande. Además de una imaginación muy limitada para entender el rol, en los pasajes cumbre del personaje, aquellos en los que tiene que brillar, aquellos que el público espera con ansiedad, resultó ser nulo. Y aunque estas últimas líneas podrían darlo a entender, no nos referimos tan sólo a la célebre cabaletta “Di quella pira”. Ni siquiera dramáticamente resultó creíble: sus torpes movimientos sobre el escenario y su inamovible gesto facial fueron parte de la causa.

Completaba el cuarteto protagonista Larissa Diadkova, mezzosoprano rusa que ya goza de un importante reconocimiento internacional, y que dio en su debut en ABAO una auténtica clase magistral de canto. Desde su canción inicial hasta la escena final (pasando por un intensísimo relato tan sólo torpedeado por la ineficacia dramática del tenor), Diadkova mostró un registro amplio, a cuyos graves accedía valiéndose de un descenso cuidado y apasionado, y cuyos potentes agudos hacían temblar el auditorio, y con él, a los asistentes, que homenajearon con el aplauso su brillante actuación.

Cabe destacar a María Mendizabal por encima del resto de los secundarios.

Pier Luigi Pizzi optó por una puesta en escena alejada de las excentricidades que en estas últimas fechas han destruido la obra en varios teatros internacionales, y nos sumergió en el Aragón más noble, así como en la Bizkaia más gitana, con las clásicas escenas espectaculares de los yunques en escena, o de los soldados prestos para la guerra, pero siempre con espacios para el lucimiento escénico de los protagonistas, que muchos supieron aprovechar con brillantez. Una producción, en definitiva, clásica y al gusto del público que quiere ver aquello en lo que Verdi pensó para escribir la obra.

El Coro de la Ópera de Bilbao culminó una temporada excelente con una labor muy digna en Il Trovatore, mientras que la Orquesta Sinfónica de Euskadi, al mando de Pier Giorgio Morandi, consiguió convencer a pesar de la falta de tacto en las escenas de más intimidad. El maestro entendió la obra, y supo como hacer llegar al público la música, por lo que optó por explotar al máximo los recursos de la orquesta en la escenas más espectaculares, con unos resultados francamente buenos y eficaces.

Y con esto yo debería dar por finalizado el comentario, pero me voy a permitir excederme un poco más, para que todos mis lectores (es decir, el editor de la revista, mi tío de Amurrio, algún miembro de la ABAO, espero que algún amigo mío y navegantes despistados que se equivocan de página) sepan que Bilbao acogió durante los días 2 y 3 de marzo el festival MUSIKA/MUSICA, del que no voy a hacer publicidad barata porque no tengo interés en ello, pero que sí que habría que mencionar que la idea de hacer una maratón de conciertos durante un fin de semana, basándose en un tema o periodo musical en concreto (Mozart y Haydn en esta ocasión) es interesante, además de exitosa, como se ha demostrado en esta ocasión y en las anteriores fiestas en Nantes y en Lisboa. Tanto la gran asistencia de público, como la brillante actuación de los intérpretes (entre los que se encontraban la English Chamber Orchestra, el Coro RIAS de Berlín o los solistas Josep Colom, Asier Polo o Pieter Wispelwey) han hecho que el alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, asegure que la experiencia se repetirá el año que viene. Que así sea.